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Cedric

Estaba un poco nervioso y ansioso por lo que estaba por hacer. Aysel me había permitido, por fin, hablar de esto con Laurie, aunque la verdadera razón era que está ya sospechaba y estaba en su versión: te vigiló y te atraparé.
Pero sin importar la razón, el poder hablar de esto con ella me iba a ayudar, confiaba en Laurie como en nadie. Podía ser directa y hasta a veces un poco cruel, pero así habíamos crecido.

A pesar de que todo con Aysel parecía ir bien, ella seguía sin entregarse de lleno al vinculo y esperaba que el consejo de una mujer arisca, como Laurie, me fuera de ayuda.
Aunque primero debería, seguramente soportar, lo que podría definirse como el sermón del siglo, por haberlo ocultado todo este tiempo.

Ahora, mientras por cuarta vez golpeaba la puerta de madera, ya que apretar el timbre fue en vano, me preguntaba si esta traviesa no había saltado el balcón, hacia el departamento de al lado.
Cuando estaba a punto de rendirme y marcharme, la puerta se abrió y una muy malhumorada Laurie apareció frente a mi.

—Espero que sea bueno, maldito tonto, estoy enserio cansada. —reí entre dientes, mientras se hacía a un lado, dejándome pasar.

—Buen día para ti también rayito de sol. —bromee consiguiendo como respuesta su dedo medio. —Te traje donas, espero que ayuden en algo.

—No mucho, pero algo es algo. —Me arrebató la caja, encaminándose hacia a la cocina. —¿Qué te trae aquí a las…—miró el reloj, antes de gemir y fulminarme con la mirada. —malditas diez de la jodida mañana?

—Necesitaba hablar contigo de algo importante.

—¿Le sucedió algo a tía Megan? —gracias a la Diosa mi madre se encontraba mucho mejor.

—No ella esta mejor. Ya la conoces, ahora esta quejándose porque quiere salir, mi madre odia los hospitales.

—¿Quién no? Aunque en este momento los odio mucho menos que a ti. Enserio Cedric, es muy temprano, recuerda que en la noche trabajo.

—Ya te dije que necesitaba hablar contigo.

—Ve a sentarte, ahora llevaré café. No se tú, pero necesito varios litros, extra cargados, en este momento.

Olvidaba que Laurie nunca fue una persona muy agradable en las mañanas, sino todo lo contrario, mucho menos ahora que trabajaba en la noche.
Cinco minutos después se acercó, con el mismo malhumor que sentía antes y dos tazas de café con un platito de donas, en una bandeja.

—Ahora si, dime que es tan importante como para venir a mi casa a estas horas de la mañana, golpeando como un loco psicótico la puerta, impidiéndome seguir durmiendo.

Lleve la taza a mi boca, deseando que el café ayudara a calmar los repentinos nervios que me envolvían.
Ella por su parte, al ver mi acción, bufó y repitió mi gesto.

—Encontré a mi compañera. —anuncié, haciéndola escupir el liquido.

—¡Mierda! —la vi llevar la mano a su boca, realizando suaves masajes allí. —Sí que puedes ser directo. ¿Cuándo paso?

—Hace un tiempo ya, pero es muy complicado. —dije, recostándome en el sillón.

Eso la hizo caminar, sentándose a mi lado. En cuanto lo hizo, no tarde en apoyar mi cabeza en su hombro.

—¿Qué es tan complicado?

—Sé que me quiere, me lo dijo, pero sigo sin lograr traspasar la cantidad de barreras, que no deja de crear. A veces es tan… frustrante. —suspiré, dejándola acariciar mi cabello.

—Talvez solo necesita tiempo. Cuando conocí a Beau sucedía lo mismo y ambos creábamos esas barreras, es un método para cuidarnos y que no puedan lastimarnos.

—Pero yo no quiero lastimarla, sino todo lo contrario. Es solo que es terca, pero tú me conoces y sabes que también lo soy y haré lo imposible porque me acepte del todo.

—Si alguien puede hacerlo eres tú.

—Eso espero, hay momentos en los que no me siento tan confiado.

—¿Puedo conocerla? —asentí, aún apoyado en su hombro.

—Ya la conoces, es Aysel. —mi confesión la hizo levantarse, haciéndome caer —¡Oye!

—Sabía que me mentían, era extraño que estuvieran tan pegados. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Ella no quería que nadie lo sepa y quería darle el gusto. Pero luego de lo que dijiste ayer, no quería seguir escondiéndotelo. A veces eres como un sabueso hambriento de información, igual de cotilla que nuestros padres.

—¿Por qué no quiere que nadie lo sepa?

—No es que nadie, ahí me equivoque, sino su hermana. Le aterra la idea de que Carmen se entere.

—Eso no me parece muy sensato, conozco a Carmen y adora a Aysel. El que encuentre a su compañero le daría una gran felicidad.

—Yo creía lo mismo, pero Aysel no lo siente así. Tiene la tonta creencia que en cuanto lo sepa, la hará renunciar a todo por lo que viene luchando.

—Intentaré averiguar, sin dar mucha explicación. —aclaró, volviendo a tomar su café. — Sinceramente creo que Aysel esta exagerando, pero uno nunca sabe lo que sucede puertas adentro.

—¿Tú como sigues con Beau?

—Flotamos en una nube, aunque hay días que las ganas de matarlo son inmensas.

Reí sintiendo un poco de pena por el pobre hombre, Laurie era una bomba que ni el mejor especialista sería capaz de desarmar.  Podía ser divertida, pero dentro tenía una gran veta malvada, una que no dudaba  en utilizar para su ventaja.

—Imaginó que debe ser muy común. Te quiero, pero no eres fácil de llevar. —eso la hizo reír, ella era consciente de que era muy dificil.

—Pues conociendo a tu compañera, te dará incluso más dolores de cabeza que yo. ¿Por qué no la llamas?

Lo pensé y tenía razón, hoy no le había enviado ni siquiera un mensaje y quería saber como seguía.
Pero tras la tercer llamada, enviada al buzón, comencé a preocuparme. Ella no era de ignorarme y a esta hora solía estar arriba.

*Cedric: ¿Esta todo bien?

—¿Sucede algo? —preguntó Laurie, estallando una tercera dona en su boca.

—Es raro que no responda.

—Puede estar ocupada, no exageres.

—No entiendes, hablamos cada mañana, incluso le envié un mensaje y aunque lo leyó no envió respuesta. No me preguntes por qué, pero sé que algo malo sucede. —en este tiempo había empezado a conocer a mi compañera y esto no era propio de ello.

Laurie tomó su propio teléfono y tras llevarlo a su oído dos veces, frunció el ceño.

—Yo no me quedaré con la duda. —buscó algo en su teléfono antes de volver a llevarlo a su oído. —Hola Carmen, perdón por molestarte, pero quería hablar con Aysel y no logro comunicarme con ella. —frunció el ceño una vez más, y aunque recibía leves palabras, Carmen no estaba siendo muy clara. — Mmm… te entiendó. Veré si puedo enterarme de algo. Sí, no, no te preocupes.

Cuando cortó la llamada frunció los labios, antes de mirarme.

—¿Escuchaste?

—Lo intenté pero no le entendí nada.

—Eso es porque estaba llorando. Al parecer ella y Aysel tuvieron una discusión bastante fuerte y ahora no tienen idea de a donde se pudo ir. —Lo sabía, sabía que algo había pasado.

—Tengo que encontrarla. —me levanté ignorando a Laurie decirme detrás, que no sabía por donde empezar a buscar y tenía razón, no conocía la ciudad, pero no me detendría.

Estaba seguro de que me necesitaba, no podía dejarla sola y recorrería cada lugar hasta dar con ella.




Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora