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Rubí






-¿Estas drogado?

Si él creía que lo recibiría con los brazos abiertos, podía volver a intentarlo. No lo conozco, sí, será mi guardaespaldas, pero en lo que a mi respecta, puede ser un asesino serial.
No me había tomado la molestia en investigarlo, tenía otras cosas en la cabeza, pero con esto sin dudas lo haría.

-Por supuesto que no lo estoy, aunque podría preguntarte lo mismo. Mira Rubí, me importa mucho tu bienestar y lo mejor para ello es instalarme aquí, más si intentas ponerte en el papel de pepita la pistolera y recibir a balazos a quienes pisen tu casa.

-¿Quién te dijo lo que paso?

-Tienes unos vecinos que se preocupan por tu bienestar.

-¡Esa vieja chismosa! No se que crees, pero sé defenderme y no jugaba a nada, me defendía de dos malvivientes que estaban listos para acabar conmigo.

-Eso es algo de lo que no tendrás que preocuparte mientras este aquí. -lo decía con tanta tranquilidad, es como si ya lo diera por hecho. Pero no iba a suceder, no estaba dejándolo instalarse en mi maldita casa.

-¿Acaso eres sordo? No te mudaras conmigo.

-Claro que lo haré.

-Estas despedido. No pienso trabajar con alguien que cree que puede decirme lo que debo hacer. -al único hombre que escucharé es a mi padre ya que este carácter, lo herede de él.

-No me puedes despedir Rubí. -se rio de mi como si fuera la cosa más tonta del mundo. -No trabajo para ti, sino para la interesada de tu jefa y ella quiere que puedas seguir llevándole artículos de interés, haciendo crecer su dichosa revista y para eso debes estar viva.

-Esto no es un articulo Gael, esta es mi vida.

-Y la estas exponiendo. ¿No puedes dejar de ser terca por solo cinco minutos y darte cuenta de que esto es lo mejor? No soy alguien peligroso, si quieres puedo traerte mi expediente para que veas que soy completamente inofensivo.

-No soy terca.

-Claro y yo no soy un perfecto ejemplar de hombre. -bufé, no sabiendo si reírme de lo absurdo que era o golpearlo en este mismo momento.

-No puedo creer que seas tan soberbio.

-¿Acaso miento? Además no nos vayamos de tema, estamos hablando de mi mudanza a tu casa.

-¿No has pensado que ya puedo estar viviendo con alguien? -el que empezará a reírse de mi, solo me enojo más. ¿Qué rayos era tan divertido? ¿Acaso no podía estar en pareja? -¿Qué es lo que te produce tanta gracia idiota?

-Cuando dije que tu adorable vecina me contó todo de ti, me refería a todo y fue muy amable en explicarme que en estos dos años nunca has traído a nadie. -abrí mi boca con sorpresa, no pudo decirle eso.

Esto iba más allá de ser una cotilla, ella estaba acosándome, no me sorprendería que le haya dado mi número de seguro social también.
Definitivamente iba a tener que mudarme, no importaba a donde, siempre y cuando este lejos de vecinos metiches y sexys guardaespaldas mandones.

-¿Por qué insistes tanto en inmiscuirte en mi vida? -pregunté, viendo como puso sus ojos en blanco y su rostro comenzó a tensarse.

-¿Te han hecho un examen de audición últimamente? Llevo diciéndotelo desde que entre por tu maltrecha puerta. Quiero mantenerte segura de los peligros a los que te expusiste y que ahora quieren un pedazo de tu trasero-estaba lista para mandarlo a la mierda, pero levanto un dedo acallándome- Pero sobre todo quiero mantenerte segura de ti misma, conozco personas tercas, pero tú vas liderando mi ranking.

-Sigues sin convencerme, de hecho lo único que estas consiguiendo es que aumenten mis ganas de patear tu trasero fuera de aquí. Así que te daré una última oportunidad de convencerme, antes de sacarte fuera.

-Si no lo haces hablaré con tu jefa y por lo que escuche, no volverá a publicar ningún articulo que le lleves. Así que aquí esta el trato, tú me dejas hacer mi trabajo y yo dejo que hagas el tuyo. ¿Estas de acuerdo?

Ambos nos quedamos en silencio. Podía notar como impaciencia y la expectativa brotaban de sus poros. Él sabía que me había dicho lo único que podría convencerme de aceptarlo, no iba a ser un adorno en la revista.
Si me ponía a pensar tampoco estaba tan mal el trato, ambos ganaríamos y en poco tiempo esto terminaría por desgastarse y podría volver a mi solitaria realidad. Sí, tenía que pensar que solo sería por un tiempo.

De todos modos no podía obviar lo obvio, esto sería un infierno de convivencia. No era ajena a la atracción que sentía por él, me cautivaba su personalidad misteriosa y cambiante. Es como si no supiera con que locura me saldría.
Y él tenía razón, era terca, digna hija de Agustín Beck, no podría cambiar aunque lo intentará. No me gustaban las reglas, pero me gustaba mi trabajo y aunque mi vida era algo deprimente, era mía y no dejaría que me la arrebaten.

-Esta bien. -dije al fin, con un suspiro. -Pero sigo sin estar muy convencida de que esta convivencia forzada vaya a funcionar.

-No te arrepentirás de esto. -dijo aplaudiendo, alegremente. Pero claro, el bastardo había ganado esto. -Prometo mantenerte segura y no hacer de tu vida un completo lio, al menos no más de lo que ya lo es.

En ese momento mi deteriorada puerta sonó y al voltear vimos a un par de hombres cargando unas cajas de herramientas. Cansada del pequeño altercado con este demente, me desentendí, dirigiéndome a preparar la habitación de invitados.
Un par de horas más tarde, tenía la puerta instalada y varias cámaras, perfectamente ubicada en los alrededores. Uno de los técnicos preguntó sobre instalar aquí dentro, algo a lo cual me negué y esperé que se atrevieran también a contradecirme para perder la poca paciencia que tenía y golpearlos a todos. Pero finalmente Gael estuvo de mi lado.

Ahora mientras lo veía caminar de un lado a otro, haciendo Dios sabe qué, me pregunté si luego de esto no necesitaría una estadía en algún manicomio.

-¿Entonces que haremos esta noche? ¿Pedimos un poco de comida? ¿Qué se te antoja? -me deje caer en la silla más cercana, no habían pasado ni unas veinte horas y ya estaba cansada.

-No lo sé Gael, pide lo que quieras, me gusta todo.

-¡Perfecto! Pizza será.

-Muy bien, hazlo, mientras yo iré al baño. -la verdad solo me sentía abrumada y quería estar sola por unos momentos.

-¿Te acompaño? -le di mi mejor mirada fulminante, él no se atrevería.

-No creo que haya asesinos allí, deja de exagerar.

-Solo bromeo, es que pareces un poco tensa. -¿Y le parecía raro? Ahora tenía un inquilino.

-Estoy bien, solo un poco cansada, anoche no dormí muy bien. -caminé y me encerré, apoyándome en la puerta.

Esto necesitaba, mi espacio personal, libre de rubios extremadamente energéticos.

-Oye Rubí. -reprimí un sonido de disgusto. No puede ser tan intenso, no puede seguirme hasta el maldito baño. -Solo quería agradecerte por no dificultar mi trabajo y permitirme cuidarte como se debe. Sé que no estas muy feliz con la idea, pero veras que no soy tan malo.

-Esta bien Gael, también te agradezco por preocuparte tanto por mi seguridad.

-No es nada. -no respondí, si no lo hacía seguro me dejaría sola.

La verdad es que él no era tan malo, simplemente llevaba demasiado tiempo siendo solo yo y me costaba acostumbrarme a la idea de compartir mi lugar con otra persona.
Pero iba a poner de mi parte, no sería la bruja aquí, lo haría sentirse bienvenido.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora