Rubí
Una semana paso como si nada, me sentía mucho más cómoda aquí, de lo que me sentí los últimos años en la ciudad, lo cual era mucho decir.
Había hablado con Lorenzo, quien a pesar de asegurarme que estaba a salvo, volvió a comportarse distante. No sabía que rayos le pasaba para comportarse de esa manera, pero como que me llamo Rubí Beck, que lo averiguaría.Lo único que me dejaba más tranquila, es que él estaba al cuidado del socio de Gael. Había visto al hombre solo dos veces, pero pude comprobar que era alguien serio que se encargaría que nada le sucediera.
También había hablado con mis padres, los puse al tanto, ya que si algo me pasará y se enteraran por alguien más, ni siquiera me llevarían una flor a mi tumba. Pero aunque al principio se preocuparon, amenazando con venir por mi y no volver a dejarme salir del pueblo, logré convencerlos de que aquí estaría más segura. Eso y el que les hablará de Gael los tranquilizó, pero pidieron que los llamará a diario para comprobarme.Ahora, recorría la casa, completamente aburrida, ya que Gael había ido a acompañar a su hermano a buscar algunas cosas que alguien llamado Jonás, enviaría.
Su hermana Jade, pasaba muy poco tiempo aquí y más en casa de la familia de Uriel, pasando tiempo con Christine, la pequeña hermana de este. Sus padres por su parte, habían ido a visitar a Ryan, quien supe era el padre de Laurie, todos ellos estaba organizando la boda de la chica.Cuando creí que podría morir de aburrimiento, Michael ingresó por la puerta de entrada, luciendo completamente miserable. Quizás estos días a su lado me habían hecho desarrollar una especie de debilidad hacía él, o quizás era el que no tenía nada mejor que hacer, pero me vi sentándome en el asiento más cercano, llamando su atención.
—¡Oh hola campanita! ¿No tendrás por casualidad un poco de brillos mágicos? —a pesar de que intento sonreír, no se veía muy real.
—¿Qué anda mal Michael? —pregunté, logrando que solo me observará como debatiéndose entre responderme y no hacerlo.
—No es nada, solo que me moleste con alguien.
—¿Tú? No lo creo. ¿Qué te hizo?
—Me robo. —en su rostro se formo un adorable mohín, que me hizo preguntarme cómo Abby lo resistía.
—¿Quién te robo qué?
—Nathan. ¿Quién más? Ese pedazo de mala mierda se llevo a mi ahijado de mis brazos. Según él debía descansar, pero solo mentía, estaba celoso. Entonces empezamos a discutir, Haley y Abby salieron y nos gritaron, Haley tomó al bebé y lo metió dentro y mi fosforito me mando a casa. ¿No crees que es injusto? —no lo sabía, yo solo resistía las ganas de reírme.
—Totalmente. ¿Cómo pueden hacerte algo así?
—Lo sé, es con fosforito con quien estoy más molesto. Soy un hombre de cuarenta y ocho años, aunque no lo creas, no soy mayor y quiero otro hijo, siempre soñé con tener por lo menos diez, sin embargo solo tuvimos tres. Pero se niega, al igual que mis hijos, ¿Tanto les cuesta darme un nieto?
—Supongo que si tú tuvieras que tenerlos también te negarías.
—A nadie le importa si estoy triste.
Ok, no había dudas que era el rey de la manipulación, porque con esto incluso yo tenía ganas de tener un hijo, algo que con suerte pasaría al cambiar de tema. Pero es que verlo tan apagado y decaído, no se parecía en nada al hombre jovial y alegre que vi todos estos días.
Sin embargo, el tenerlo aquí, me dio la oportunidad para despejar mis dudas o al menos esperaba que él estuviera dispuesto a contarme lo que Gael no.—Michael ¿Puedo preguntarte algo?
—Lo que sea campanita, soy tu humilde servidor. —sonreí y negué, ¿Cómo podía ser tan cambiante?
—¿Qué significa estar emparejada a un lobo?
—Eso es sencillo mujer, dame un reto. Estar emparejada a un lobo, significa que este te marca como suya, para que ningún otro lobo se acerque a ti. —así que era eso…
—¿Y cómo se marca? —con mi pregunta, su rostro adquirió una expresión picara, que me hizo dudar sobre si me gustaría o no su respuesta.
—Durante el sexo, mientras están haciendo el amor, ya sea suave o rápido, el lobo muerde a su compañera y así la marca.
—¿Solo eso?
—Sí. ¿Por qué? ¿Acaso estas pensando en que mi cachorro te marque? Mira si no eres traviesa.
No tenía pruebas, pero estaba segura de que mi rostro en este momento se encuentra totalmente rojo. Es que, ¿Cómo me dice eso? No, yo no lo estaba pensando, pero ahora que lo dijo, sí lo hacía.
—No es eso, solo que Cedric lo mencionó y Gael se negó a explicármelo. ¿Qué puedo decir? La periodista dentro de mi necesita información y el que se niegue a decirme lo que significaba, solo me motivaba a investigarlo más y más.
—Bueno ahora ya lo sabes. ¿Qué piensas de ello?
—Tengo otra pregunta.
—Lo imaginé. —cruzó los brazos sobre su pecho, esperando que dijera una de las muchas dudas en mi cabeza.
—Cuando un lobo marca a su compañera esta huele a él, pero ¿Él huele a ella? Porque sino es muy injusto. Es decir, si Gael me marcará, yo iría a todas partes oliendo como él y nadie se me acercaría, pero él no olería a mi y las mujeres lo buscarían como las moscas a la azúcar.
—Estas exagerando. —dijo estallando en carcajadas.
—¿Ustedes se han visto? No le digas que dije esto, pero Dios, cada vez que veo a Gael solo pierdo la cordura.
—¿Eso significa que estas mudándote a la manada y dándome mi tan ansiado nieto? —¿Qué? No.
—Ahora quien esta exagerando eres tú.
—Piénsalo, porque las chicas podrían venir a él como moscas a la azúcar. —Devolvió mis palabras aún con una sonrisa en su rostro.
—Lo pensaré.
—Sabia que nos entenderíamos campanita, tú no eres cruel como mi fosforito. Serás buena para mi cachorro .
No sabía si tenía razón, pero estos días con Gael me sentía demasiado bien. El estar aquí también me ayudaba a sentirme más tranquila, relajada y feliz.
Podría mudarme y empezar de cero. ¿Por qué no?
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Pocas pulgas
WerewolfLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...