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Aysel

—¿Su compañera? ¿Y cómo es que nadie más me lo mencionó hasta ahora? —Jack, me miró con curiosidad, tratando de descubrir seguramente si no le mentía.

Esto era mi culpa, si en un principio le hubiera dado pase libre a Cedric, para que todos lo supieran, no hubiera tardado en enterarse, pero en su lugar me negué, y aún sigo reacia a que todos lo sepan.
Pero él es su padre, tiene derecho a saberlo, quizás de esta forma no decida llevarlo de nuevo a la manada.

—Eso es porque aún no lo sabe nadie, o bueno, al parecer Benjamín esta enterado, ya que me llamó para dar con Cedric. —expliqué, recordando la llamada de la tarde.

—Debía decírselo a alguien y fue antes de que aceptaras darme una oportunidad.

—¿Y porqué nadie tiene que saberlo? ¿Escondes algo Aysel? —le di a mi futuro suegro una mirada que básicamente le decía: no me jodas.

—No es nada de eso, pero como ya le he explicado a Cedric, tengo mis razones para mantenerlo entre nosotros aún. —Al ver que mi explicación no lo dejaba conforme, suspiré y continué — Si la noticia de que somos compañeros llega a oídos de mi hermana, todo mi esfuerzo y por lo que he trabajado estos años, se vendría abajo frente a mis ojos y no puedo permitirlo. Trabaje duro por convencerla de traerme con ella a la ciudad, me esforcé estudiando para tener las mejores calificaciones y conseguir una beca. Sé que pueden pensar que estoy exagerando, ya que al conocer a mi hermana la ven despreocupada, pero no es así, ahora que mi compañero apareció deberé abocarme en él, así es para ella.  Y tampoco es su culpa, es la crianza que nos inculcaron en nuestra antigua manada.

—Pero ya te he dicho que no te pediría algo así jamás. Debes dejar de tener miedo, nadie te obligará a hacer algo que no quieres.

—Eso es verdad Aysel, además tu hermana seguro que ha cambiado su pensamiento durante este tiempo.

Tenía tantas ganas de reírme de eso, él no era consciente de la cantidad de veces que he puesto a prueba a mi hermana. Cada acto de rebeldía que organizaba para provocarla, siempre consiguiendo su peor faceta.
Si Sam no hubiera estado en escena, hace tiempo me hubiera devuelto a la manada, pero él siempre intercedía por mi. Siempre portándose como un padre, protegiéndome, aún cuando eso le ocasionaba peleas con ella.

—No se si estoy preparada para comprobar aún esa teoría. No me mal interpreten, Carmen y yo somos muy unidas, lo único que choca entre nosotras es el tema de los compañeros.

—Pero ella parece tan liberal. —dijo Cedric.

—Y lo es, en muchas cosas, menos en eso. Cuando comenzó a trabajar en infierno creí, erróneamente, que cedería un poco, pero lo hizo en cuestiones de libertad. —Esperaba que Cedric entendiera el porque me aferraba tanto a dicha libertad, ya que no siempre fue así. — Estoy segura de que con el tiempo irá cediendo en más cosas, pero no aún.

Quizás mi hermana reaccionaría diferente a la manera en que la imagino, pero tenía miedo, estaba tan asustada de confesarle esto, que no podía imaginar otra reacción.

—Es tu hermana y debería saberlo, es mejor estar enterada. Si lo sabe última se molestará y ahí si reaccionará de la peor manera. —Jack tenía razón, pero no sabía que hacer. —Además eres la luna de mi hijo, eso te dará libertad, sino habla con mi mujer, ella sin dudas hace lo que quiere.

Sonreí al encontrar otra similitud entre ambos, tendían a quitarle importancia a los problemas. Me preguntaba si su madre sería igual.

—Me gustaría conocerla, aunque deberé esperar para hacerlo, pero ahora debo volver a casa. —miré a Cedric, ya que él sería mi chofer esta noche. —¿Estas listo?

—Las cosas que uno hace por su compañera. —se quejó, fingiendo una molestia que todos sabíamos era falsa.

—Esto no es nada, con el tiempo todo es prioridad, para ambos.

No iba a discutir con el hombre, si él lo decía era por algo. Hasta ahora su padre me caía bien y esperaba que sucediera lo mismo con su madre.

El viaje a mi casa, a pesar de hablar y responderle cada pregunta que Cedric me hacía, lo pase pensando, preguntándome si tendrían razón y mi hermana no me forzaría a dejar todo.
Podría hacer una prueba, ver como reaccionaría ante la idea de que lo encontrara. Solo deseaba que me equivocará y ella reaccionara bien.

—¿Estas bien? —forcé una sonrisa, aunque con la sensación de nervios corriendo dentro de mi, esto parecía más una mueca horrenda

—Solo un poco cansada. ¿Tú cómo te encuentras ahora? —observe que se había detenido, fue tan rápido el regreso, que no me di cuenta que ya estaba aquí.

—Mejor al saber que mi madre no tiene nada grave. —me miró de una manera tan tierna, recostado en el asiento, que hubiera deseado poder capturarla. —Gracias por estar conmigo y soportar mi malhumor.

—¿Quién sino yo? Para eso soy tu compañera, tengo que cuidarte, apoyarte, soportarte. —lleve mis manos a su rostro, encarcelándolo entre ellas, antes de acercarme y besarlo.

Me sentía injusta con Cedric, él solo me pedía dejarme querer y yo no podía darle eso, sin pedirle discreción.
¿Qué clase de compañera era? No lo dejaba disfrutar el vinculo como es debido.

—Te quiero Cedric, soy un poco mala a la hora de demostrarlo, pero si te quiero.

—También te quiero rayita, es bueno saber que es correspondido, a veces me asusta la idea de que no lo hagas.

—Lo hago, pero lo demuestro como puedo, no soy muy romántica.

—Eso ya me lo dijiste en otra oportunidad y te dije que no lo creo, solo que es una faceta que aún no explotas.

—Dejémoslo mejor en ese lugar inexplorado.

—No sucederá, aún no entiendes que quiero todo de ti rayita, lo bueno y lo malo.

—Intenta recordar eso cuando la balanza demuestre que lo malo supera con creces a lo bueno.

Él aún no conocía ni la mitad de mi, no podía estar tan seguro de que podría con todo.


Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora