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Rubí





―Excelente articulo Rubí, sabía que podía confiar en ti para dar una bomba como esta. Aunque no te niego que desde que salió, no he dejado de recibir llamadas de los agentes de prensa de los senadores. Lo quieren fuera, pero no será posible. ―dijo Ángela, mi jefa, dándome una sonrisa de complicidad.

No había dado ni dos pasos dentro de la revista cuando ella vino a mi.
La noticia sobre el fraude que sería el centro de rehabilitación, había generado repudio generalizado hacia los tres senadores involucrados y me imaginé que la llamarían para tratar de que nos retractemos. Pero para su desgracia, tenía pruebas de mis dichos. Luego de tres meses tenía audios, fotos e inventarios sobre ello.

Eso no me dejaba exenta de las vacías amenazas que siempre me llegaban. Ya estaba acostumbrada a que luego de cada nueva primicia, los perjudicados mandan mensajes, llamaban por días y en algunos casos, no muy frecuentes, se aparecían para intentar intimidarme.
Ya estaba curada de espanto con este tipo de personajes, solo creían que por tener un poco de poder, podrían callar a todos. Pero no era así, porque eso no funcionaba conmigo.

La realidad es que mi trabajo era un poco peligroso, pero necesitaba el dinero y no podía ponerme a elegir que hacer o no, tenía que ponerle el pecho a los problemas y enfrentarlos como una mujer segura y decidida. Si no lo hacía, no podría seguir trabajando, no mientras haya tantos secretos a descubrir.
Hablando de secretos, aún no me olvidaba de los chicos lobos, me había obsesionado con ellos. Aunque en momentos me decía que podrían haber sido producto de la adrenalina, pero sabía que no era eso.

―Rubí, hola, ¿Estas escuchándome? ―la miré, saliendo de mis pensamientos.

―Lo siento, solo estaba pensando en mi próxima investigación. Puede ser algo trascendental, pero es difícil de encontrar información. ―principalmente porque no tenía idea de donde comenzar a buscar.

―¿De que se trata? Tal vez puedo ayudarte.

―Lo siento, pero por ahora prefiero guardarlo para mi. No se si funcionara, por lo que no quiero crear expectativas.

―Un poco tarde, porque ya las creaste, pero esta bien, me sorprenderé cuando este todo. ―llegamos a mi cubículo y tomé los tres sobres que estaban sobre mi escritorio. ―¿Admiradores?

―Si tengo que suponer son cuentas a pagar y amenazas. Despierto más odios que amores. ―Lo que era triste a porque a este paso moriría sola.

Habían pasado tres largos años desde mi última relación seria y estable, aunque no tanto desde la última vez que tuve sexo. Pero estos nueve meses sin acción física, cuerpo a cuerpo con otra persona, me estaban llevando a sentirme virgen nuevamente.
Tendría que hacer algo pronto, no soy una chica fea, tengo lo mío y soy muy agradable de tratar. Mi mayor, aunque no único defecto, es la falta de tiempo.

Pensaba en lo que haría, mientras abría los sobres, el primero con una factura de la tarjeta de crédito. En cuanto vi el monto, maldije el día que la solicite. La segunda, era una invitación a una convención sobre nuevas técnicas de periodismo y el último, claramente era una amenaza.
La letra era algo inentendible, pero logré leerla, tampoco es como si fueran muchas palabras.

“Cuidado con lo que haces, te estamos observando”

Si claro, como si fuera la primera vez que recibía algo por el estilo.
El primer año como periodista de la revista “Trascender” había comenzado a investigar sobre un funcionario publico, que no dejaba de acosar a sus secretarias. Recuerdo ese tiempo y como este tipo de anónimos llegaban más seguido que la comida del almuerzo.  Si en ese entonces no me eche para atrás, tampoco lo haría ahora.  

―No se porque siguen enviando esto―sacudí el papel en mi mano. ―no asustaría ni a un niño de diez años.

 ―Tienes que ser cuidadosa, estas metiéndote con personas importantes todo el tiempo.

―Si me hacen algo, todos sabrán que son ellos. Además no puedo vivir con miedo o no podría hacer mi trabajo.

Seguimos hablando sobre los cambios que planeaba realizar en la revista, cuando Lorenzo llego, cargando una caja.

―¿Cambiaste de rubro y no me enteré? ―bromee.

―Ja ja… que graciosa eres. Lo dejaron para ti en recepción.

Tome el paquete sorprendida y lo abrí, pero al momento en el que lo hice, volví a cerrarlo.
No podía creer lo que había en su interior y no estaba lista para mostrarles a mis compañeros. Ángela, se horrorizaría y conociéndola, podría terminar desmayándose. Mientras Lorenzo, con su habitual miedo a todo, estaría marcando el número de la policía. Y sin dudas yo soy muy parecida a él, porque es lo que estoy a punto de hacer.

―¿Qué pasa Rubí? ―seguramente estaba pálida y no era para menos, nunca había recibido algo como esto.

―Creo que lo mejor es que no lo vean, voy a llamar a la policía.

Pero debí imaginar que su curiosidad podría más y tal como lo imaginé, luego de verlo, Ángela gritó y cayo de espaldas al piso.

―¿Qué demonios? ―gritó Lorenzo alejando la caja de si mismo y acercándose a comprobar a Ángela.

―¿Y cómo voy a saberlo? Estoy tan impresionada como tú.

―Quédate con Ángela, llamaré a la policía y no dejes que nadie más mire dentro de la caja. ―dijo y no había manera de dejarlos acercarse a esa cosa.

Poco a poco, mi jefa fue volviendo en sí y cuando terminó de hacerlo, se levantó rápidamente, mirando hacía todos lados.

―No vi mal, ahí dentro hay una cabeza. ―su voz sonaba agitada, mientras señalaba arriba de mi escritorio.

―No pienses en eso, tranquilízate. ―una de mis compañeras, le alcanzo un vaso con agua, el cual tomo de un solo trago.

―¿Cómo voy a tranquilizarme? Estoy volviéndome loca. Rubí esto ya pasa de algo vacío, debes tomar medidas.

―No voy a dejar que me asusten.

―Yo estoy asustada y eso es suficiente. Eres una de mis empleadas y amigas, no dejaré que te pase algo.

―No estarás pensando en despedirme, ¿Verdad? ―no podía hacerlo, no era mi culpa que alguien enloqueciera por mis notas.

―No. Eres una de las mejores periodistas que tengo, por eso mismo debo cuidarte. ―no sabía a donde quería llegar, pero no me estaba gustando. ―Voy a conseguirte a alguien para que te cuide.

Fue imposible que no empezara a reírme histéricamente de ello. ¿Cómo se supone que haría mi trabajo libremente, si alguien me seguía a todas partes?
No podría, ya tenía suficiente lidiando con Lorenzo.

―No hace falta, voy a estar bien.

―Si no lo haces, no te dejaré trabajar en otro caso hasta que esto se calme.

No podía hacerme esto, no era mi culpa, pero lo cierto es que no podía darme el lujo de no trabajar.

―Soy una de las mejores en este trabajo, no puedes prohibirme que no lo haga.

―No publicaré nada de lo que escribas si no aceptas. Solo un tiempo. ¿Quién me asegura que no querrán hacerte eso a ti?

Estaba siendo extremista, sea quien sea que hizo esto, lo hizo para asustarme, pero no se atrevería a atacarme.
Pero al verla supe que no estaba cediendo, habían sido dos amenazas en un día, mejor dicho en una hora. Lo que sea que se le haya ocurrido, debería aceptarlo, al menos por un tiempo.

―Tú ganas, pero espero que no joda mi trabajo.

No se porque sentía que iba a arrepentirme de aceptar esto, pero tenía como un mal presentimiento y no me estaba gustando.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora