9.

4.9K 683 80
                                    

Faith





—¿Entonces son solo tú y tu hermana? —preguntó mi madre, comiendo el último bocado de carne, que quedaba en su plato.

—Y mi pequeño sobrino. —la expresión de Jonás tendía a relajarse al hablar del pequeño Javier, no era muy difícil notar su debilidad hacia él. —Desde que Orlando, el esposo de mi hermana, falleció hace unos meses, se han mudado a mi casa y así lo prefiero. No lograría estar tranquilo sin saber que están a salvo.

—La familia siempre es lo más importante, no podemos darle la espalda cuando nos necesitan. Si tuviera algún hermano, no habría manera de poder mantenerme alejada, pero no lo tengo.

—Nunca podría alejarme de Elisa, es toda la familia que me queda. —Jonás, ahogo un bostezo.

—¿Estas cansado? —pregunté y no entendía la repentina preocupación que sentí. —¿Fue muy duro el día de trabajo?

—Tranquila cariño, nada a lo que no esté acostumbrado. —respondió, tomando mi mano y acariciándome la palma con su pulgar.

Manteniendo mi mirada fija en él, tomé el vaso de refresco frente a mi y le di un trago. De repente todo parecía muy caluroso.
No quería parecer débil, pero cuando él estaba cerca de mi, empezaba a ceder y me olvidaba de cosas importantes.

—¿Encontraron a Dante?

—No, aún no lo hemos encontrado, pero solo es cuestión de tiempo para que caiga.

—Si quieres puedo ayudar. —él me subestimaba, pero no tenía motivo. —Soy buena para rastrear. ¿Verdad mamá?

—También puedo hacerlo, solo necesitaríamos una computadora y no tardaríamos en dar con él. Bueno, siempre y cuando tenga el teléfono con él.

—No me gustaría involucrarlas en el trabajo, creo que es mejor que se mantengan al margen. Faith, tú ya estas involucrada, por desgracia y no de una manera positiva, quiero protegerte y para eso nunca te pediría algo así.

—¿Te olvidas que soy una loba? Sé defenderme sola. —le recordé, arrancando mi mano de la suya.

—Creí que rechazabas esa parte de ti Faith. —mi padre tenía una mirada intensa puesta en mi, él sabía que utilizaba mi condición únicamente para salirme con la mía.

—Tú lo dijiste papá, no podemos escapar de lo que somos y siempre seré una loba.

Fuimos interrumpidos por el sonido del teléfono de Jonás. Sea quien sea que llamaba, era bastante insistente.

—Gutiérrez —respondió y procedio a escuchar, algo que yo debería hacer pero no podía, ya que tenía mi mirada y mi atención puestas en mi padre.

No podía sacar este tipo de información, tan privada, frente a Jonás.
En cuanto este se fuera, tendríamos una conversación al respecto.

—Voy para allá. No hagan nada hasta que llegue. —colgó y me miró. — Lo siento cariño,  pero voy a tener que irme.

—¿Algo nuevo sobre el caso?

—No, es sobre otra investigación en curso. —Miró a mis padres y agradeció la cena, antes de levantarse.

Mis padres, siempre cordiales, se levantaron también. No tenía dudas de que ellos adoraban la idea de Jonás siendo mi compañero. No por quien era, sino por el hecho de que creían que me ayudaría a superar la negación que le tenía a mi loba.
Y estaban en lo cierto.

Un par de días cerca y estaba lista para darle rienda suelta a la fiera dentro de mi. Quería atrapar al responsable de la muerte de Simona, pero debía convencer a Jonás de que no era alguien a quien proteger.

—Te acompaño. —dije, sorprendiendo a todos.

—Si insistes cariño. —su comentario me hizo sonreír, él sabía que no insistiría. —Espero que podamos volver a reunirnos y la próxima vez no vernos interrumpidos.

—Dalo por hecho muchacho, aún nos quedaremos un tiempo aquí.

Tomé el brazo de Jonás y comencé a arrastrarlo por el pasillo, antes de que mi padre se atreviera a ofrecerle mi mano. No me extrañaría que lo hiciera, no cuando actuaba de esta manera.
En cuanto estuvimos a una justa distancia, él me aprisiono contra la pared.

—Sabía que querías estar a solas conmigo cariño, así que imagino que has pensado en lo que te dije. ¿Estas lista para pedirme que te toque, que te bese, que por fin te demuestre lo mucho que me interesas? —su mano estaba tan cerca de mi, pero no me tocaba. Aunque no hacía falta, la sola idea hacía hervir mi sangre.

—Aún lo estoy pensando.

—¿Hay alguna manera de ayudarte a acelerar la decisión? —la había, claro que la había, pero para ello uno de los dos debía ceder.

—No lo sé, ¿La hay?

—Veamos si el estimulo funciona. —dijo antes de enterrar su boca en el hueco de mi cuello.

Ese simple toque me provoco millones de choques eléctricos en la piel. Era más que evidente que él sabía que hacía y yo estaba rendida a su merced. Era como si su olor fuera mi propia droga y sus labios mi dosis.
Mi cabeza cayó hacía atrás, instándolo a no detener ese ataque, pero cuando mejor se sentía, fue cuando se detuvo.

—¿Qué dices cariño, me pedirás o no que te bese? —lo miré a los ojos y me vi en ellos, me había rendido al primer roce.

—Bésame Jonás, demuéstrame que tan bueno eres.

Solo entonces su boca cayó contra la mía, dura y hambrienta. No había un primer reconocimiento, no, era una orden tan potente que no podía resistirme.
Mis manos subieron por su espalda, hasta que se apoderaron de sus hombros, logrando que él gimiera y me levantará contra la pared. Tenía la imperiosa necesidad de acercarme aún más a él, por lo que no tarde en envolver mis piernas a su alrededor, lo que solo provocó que él empujará sus caderas contra las mías, logrando que esta vez fuera yo quien gimiera.

Esa acción fue más de lo que podía soportar y me alejé de su boca antes de montar alguna escena en medio del pasillo, a la vista de todos mis vecinos y probablemente de mis padres.

—¿Te gustó o quieres que vuelva a intentarlo? Porque cariño estoy listo para hacerlo. —también estaba lista para hacerlo.

Aún no sabía que sucedería entre nosotros, pero no podía evitar el deseo correr por mis venas. Mi cuerpo ardía por su contacto y no quería negarme esto.

—¿Te gusto o no, cariño? —la profundidad en su voz lo único que hizo fue aumentar, la humedad que mojaba mis bragas.

El dolor en mi interior ya llegaba a un nuevo nivel y en lo único que podía pensar, era en él arrancándome la ropa.

—Sí, me gusto. —respondí sintiendo como su mano no dejaba de acariciar mi trasero, mientras se movía contra mi. Sabía que trataba de demostrarme un punto y lo estaba dejando.

Volvió a acercarse a mi boca con el mismo ímpetu que la última vez, solo que en esta ocasión mordió mi labio inferior y luego lo lamió, sin dejar de mirarme ni un minuto a los ojos.

—Si no estuvieran tus padres esta noche terminaría diferente. ¿Lo sabes?

—Tienes que ir al trabajo. —le recordé, sintiéndome un poco agitada.

—Me importaría una mierda eso. Pero como esta noche va a ser imposible hacer todo lo que tengo ganas de hacerte, deberé irme.

Y yo debería bajarme de encima de él, pero quería que termine con la tortura que ejercía en mi cuerpo.
No podía provocarme y apretar mis botones, para luego dejarme así.

—No estoy tan segura. —él sabía que ya no podía más.

Me bajo, poniendo mis pies en el suelo y me beso una última vez, antes de arreglar su ropa.

—No me provoques cariño. Además, esto te ayudará a pensar con más ganas en lo nuestro. Te llamaré más tarde.

Comenzó a alejarse por el pasillo y yo seguía tratando de calmar mi respiración. Odiaba y amaba lo que me hacía sentir y sabía que terminaría cediendo, no podía negarle a mi cuerpo lo que quería y lo quería a él.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora