Cedric
Esto estaba saliendo mejor de lo que pensé, no solo pude verla completamente celosa, sino que es evidente que la atracción que siento, también la siente ella.
Nunca pensé que la vendedora, intentará coquetear conmigo, con Aysel presente, pero lo hizo. La chica no era fea, al contrario, era bastante bonita, pero para su mala suerte Aysel había llegado antes a mi vida.Podría ser terca, gruñona y una evasiva sin remedio, pero era mi compañera y eso hacía que no tuviera ojos para nadie más.
Ahora solo debía conseguir que ella se sintiera de la misma forma por mi.Pero mientras la observaba destruir las bolas de helado, como si de la chica tras el mostrador se tratara, comprendí que podría no llevarme tanto tiempo. Ella ya estaba cediendo, buscándome y necesitándome como yo lo hacía.
Solo debía esperar un poco más, provocarla y fingir ser solo un amigo.—No imaginas lo divertido que es verte celosa, te pareces a una asesina. —sonreí sin dejar de observarla.
—¿Cómo sabes como luce una asesina? —preguntó aún molesta.
—No lo sé, pero imagino que luciría como tú. — volví a sonreír ante su mueca de disgusto. —Vamos rayita, sabes que es divertido.
—Lo que sea.
—¿Seguirás con ese humor el resto del día? —si es así, me iría. Tampoco iba a pasar un mal momento, por algo insignificante.
—No me provoques Cedric. ¿Cómo reaccionarias tú si ahora mismo alguien se pone a ligar conmigo?
—Normal. Aysel, somos amigos, eres bonita, es imposible que alguien no lo intente. —eso ni yo me lo creía. Como alguien se acercará, lo alejaría.
—Cierto, pero fue muy descortés lo que hizo, estaba junto a ti. Un poco de respeto no le quedaría mal, no sabía si era tu novia, tu amiga o incluso algún familiar.
—Bueno ya pasó, ahora dime porqué peleaste con tu hermana.
—Con ella siempre es lo mismo, todo lo que quiere es que encuentre a mi compañero. Cree que una vez que suceda, me encaminaré. —Suspiró y clavó sus ojos en mi. —Sus palabras, no las mías. No creó que deba encaminarme, así estoy bien.
—Tú ya encontraste a tu compañero Aysel.
—Pero ella no lo sabe y además no somos compañeros normales. —por mi parte lo sería, pero ella es quien no deja de oponerse.
—¿Te gustaría que lo fuéramos?
—¿Qué cosa? ¿Compañeros como los demás?
—Sí. —si ella ahora me decía que lo quería, se lo daría.
—Creí que también habías reevaluado tu libertad. —Rodé mis ojos, recostándome en el asiento, mientras sus ojos se dirigieron hacía otro lado.
Estaba por voltear, ya que su rostro había cambiado. Ya no tenía tranquilidad, sino que fruncía el ceño hacía algo o alguien.
Pero antes de que volteará, mi incertidumbre fue resulta.—Hola Aysel ¿Es por él que no respondes mis llamadas? —levanté la mirada, encontrando a mi izquierda a un hombre algo molesto.
Lo observé repasándolo. Laurie mencionó que era un hombre algo mayor, justo como él.
—Pablo. —Aysel dejo la cuchara con la que seguía revolviendo el helado y junto sus manos. — ¿Por qué preguntas algo que creo que es obvio?
—Quiero oírlo de ti. ¿Estas con él?
—Sí.
Mientras ellos seguían discutiendo, me levanté, acercándome a ella, con intención de protegerla si se atrevía a tocarla.
No lo conocía, pero lo veía fuera de sí y no me sorprendería que intentará hacerle algo.—¿Desde hace cuanto están juntos?
—Eso a ti no te importa— respondí, terminando de pararme junto a Aysel, justo frente a él.
—Tú no te metas, esto es entre ella y yo.
—Ella esta conmigo, no voy a permitirte que vengas a pedirle ningún de explicación.
—¿Y quién eres tú para permitirme o no hacer algo?
—Mejor nos vamos, vinimos a pasarla bien y no a buscar algún tipo de pelea. —casi me río al recordar como hasta hace minutos quería golpear a la chica de los rizos.
—¿A qué le temes Aysel? ¿Acaso tu nuevo novio no te deja hablar con viejos conocidos?
—Él no es la razón, sino que yo no quiero hablar contigo.
—¿Desde cuando? Siempre te mostraste predispuesta.
—Desde que terminé contigo. ¿Recuerdas que hace algunos días te deje? —eso me sorprendió, así que mi pequeña y ruda compañera ya no estaba con este idiota.
—Creí que solo necesitabas tiempo, que te darías cuenta.
—Ya ves que no. Por favor Pablo, deja de humillarte, terminamos, acéptalo.
—No hasta que hablemos.
—Yo no hablaré contigo, estoy con él. ¿Puedes respetar a mi pareja?
—Necesitamos hablar. —repitió con los dientes apretados.
Me sentía algo inútil en medio de ambos, pero era una discusión que deberían tener, yo solo me quedaría por si ella me necesitaba.
Además era una conversación bastante interesante, ahora sabía que tenía el camino libre y no lo desaprovecharía.—No quiero hablar contigo. Cedric, vámonos.
Miré al hombre y caminé junto a ella, esperaba que hubiera comprendido que no quería verlo, ahora él era una pagina volteada.
A medida que avanzábamos no decía nada, mientras yo, aunque tenía muchas preguntas, las guardaba para mi.—Lo siento. —dijo de golpe. —Esa fue una escena que no debió suceder, nunca fuimos una pareja formal, pero parece que él así lo creyó.
—Tranquila, pero no creó que vaya a darse por vencido.
—Tampoco lo creó, pero no me importa. Además ahora piensa que estamos juntos.
—Aysel eso no durará por siempre, tarde o temprano verá que es falso.
Me frustraba que no se decidiera de una vez, nada le costaba darme una maldita oportunidad.
—Tienes razón. —dijo de golpe, deteniéndose en su lugar
—¿En qué tengo razón?
—En que verá que es falso. —me acerqué a ella, ya que parecía un poco ida.
No sabía que diablos maquinaba su rebuscada mente, pero no estaba del todo seguro de que fuera algo bueno.
—¿Estas bien? —pregunté, sin resistir más tiempo. Se estaba poniendo cada vez más pálida.
—Sí, solo quiero probar algo. —fue lo único que dijo antes de acercarse, tomar mis hombros, ponerse en puntas de pie y besarme.
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Pocas pulgas
WerewolfLibertad... Laurie Adams había ansiado llegar a la ciudad desde pequeña. Las cortas escapadas que hacia junto a sus padres para visitar a sus abuelos, no eran suficientes para satisfacerla. Pero ahora con dieciocho años recién cumplidos y lista para...