Capitulo 6

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Laurie

El primer día en el nuevo departamento fue terrible, no era nada con la comodidad o  el lugar, la culpa era del vecino de al lado. El desgraciado me despertó a las cuatro de la madrugada, cuando la pared que nos separaba no dejaba de emitir golpeteos, los cuales fueron acompañados de gritos y jadeos. En varias ocasiones me vi obligada a patear su maldita puerta y ponerles un bozal a ambos.
A las seis, cuando todo se calmo, me acerque y observe como una bonita mujer castaña, salía y saludaba a alguien en la puerta de al lado. Abrí la puerta, decidida a enfrentarlo, pero el maldito ya no estaba.

Quizás ahora no tuve oportunidad, pero en la mañana el desgraciado conocería a Laurie Adams y lo que es que no te dejen dormir.
Principalmente le enseñaría a no romperle el corazón a su compañera. Me era imposible no reconocerlo ya que su olor estaba en todo el maldito lugar.

Solo dormí dos horas más antes de levantarme y poner la música a todo volumen, estaba sirviéndome café cuando escuché la puerta ser tocada, pero lo ignoré. Si no le importaban sus vecinos, a mi tampoco.
Estaba desayunando tranquila, cuando alguien saltó a mi balcón y entró molesto a mi apartamento.

—¡Tienes vecinos que trabajan en la noche y necesitan dormir, imbécil! —Gruñó antes de voltear hacia mi, que lo estaba esperando con los brazos cruzados. —¿Pececito?

—El imbécil eres tu ¿Te importaron tus vecinos anoche cuando follabas salvajemente y azotabas paredes? No lo hacían y mucho menos cuando tu amiga gritaba como perra en celo. Estaba cansada y aún lo estoy, hoy comienzo a trabajar en el bar y solo dormí unas horas por el escandalo que has hecho.

—No sabía que alguien se había mudado aquí y mucho menos que eras tu

—¿Y que le importa que sea yo, señor King? ¿Acaso eso le da derecho a hacer este maratón sexual? También quería dormir y por su culpa no pude.

—Laurie, no quise molestarte, pero este apartamento lleva dos meses vacío.

—Y me pregunto por qué, con vecinos tan atentos.

—Ya te he dicho que lo siento pececito, no volveré a repetirlo, odio disculparme.

—Entonces no cometa errores, ahora ¡Fuera! —grité, empujándolo hacía el balcón nuevamente. —Y una cosa más King, vuelves a saltar en mi balcón para irrumpir en mi maldito apartamento y usaré tus bolas para hacerme un llamador de ángeles.

—Déjame salir por la puerta, esto es peligroso.

—¿Y a mi qué? Tu entraste por aquí, saldrás por aquí, yo no te invite.

—Puedo caerme y romperme el cuello. ¿Acaso estas mal de la cabeza?

—Ya saltaste una vez y no tuviste miedo, así que ahora será igual. Vamos vete. —tomé unas tijeras de podar, que había dejado aquí ayer cuando preparaba las cosas para armar un pequeño jardín y lo amenace, abriéndolas y cerrándolas en su dirección.

Al parecer enserio creyó que se las cortaría, porque salto a su balcón, mirándome con enojo.

—¡Loca, enferma, desequilibrada! ¿Cómo me amenazas con esas tijeras?

—Irrumpiste en mi apartamento, y después de lo que oí anoche, puedes pasar por un degenerado.

—Pero no lo soy ¡Por Dios Pececito, soy tu jefe!

—No estamos en el trabajo, este es mi apartamento y me defiendo como yo quiera.

—No iba a hacerte nada, solo apagar la música.

—¿Y conque derecho? Este es mi apartamento, propiedad privada y tu lo irrumpiste. Escúcheme señor King, no vuelva a saltar a mi balcón o usaré esto y luego lo denunciaré.

—¿Por qué demonios eres tan exagerada?

—¿Por qué demonios eres un idiota? —estaba molesta y el que fuera mi compañero, no era un motivo para que en este instante lo quisiera a mi lado. Al contrario, estaba considerando tirarle con las tijeras por la cabeza. —¿Es que estoy maldecida para tener que presenciar todas tus folladas? Primero en el bar, por suerte habían terminado y por sus caras fue pésimo, ambos parecían frustrados y luego, me torturas con tu propia película pomo en vivo. Créeme Beau, podría ser muy feliz sin oírte tener sexo y golpeando tu cama contra mi pared. La próxima vez ¿Puedes correr tu cama y ponerle un maldito bozal a tu compañera de cama?

¿Por qué seguía discutiendo con este loco? No debía darle mi atención cuando claramente esta dispuesto a hacer mi vida imposible.

—¿Un bozal? ¿Así que quieres instrumentos pececito? ¿Imaginaste que te ponía un bozal?

—No, nadie me pone nada y menos tu. —malditos compañeros ¿No me habían dicho que se sentía atracción? ¿Entonces porque quiero golpearlo?

—Dime pececito, ¿Te gustan los juguetes?

—Eso no te importa.

—Sí, yo creo que lo hace.

—Imbécil y degenerado, tienes suerte de que no arrojara estas tijeras a tu pretencioso rostro.

Preferí entrar y cerrar la puerta del balcón tras de mi. Beau King, podía irse a la mierda, lo mandaría al infierno, pero el desgraciado era el heredero.
Además no le iba a permitir decirme que podía o no hacer en mi apartamento. Arregle los parlantes, para que uno quedara contra la pared de la cama y volví a encenderlo a todo volumen.

Me senté a continuar desayunando, ignorando al hombre golpeando el vidrio de mi balcón.
Siempre fui alguien libre y rebelde, si no cambie en todos estos años, no lo haría ahora. A la mala aprendería mi compañero que nunca podrá controlarme. No solo eso, por cada una que me haga, me la cobraré

Volví a mirar en su dirección con una sonrisa y lo vi hacerme señas para que apagara la música y le señale mi oído, no lo escuchaba, lo que era mentira ya que si lo escuchaba.
Cansada de esto, le mostré mi dedo medio y me fui a bañar, si quería quedarse y jugar a la mímica, que lo hiciera, no la apagaría.



Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora