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Samara



Para el momento en que mis padres se fueron, la actitud de mi padre, fue algo reticente. Él había cedido y Dios sabe que intentaba controlar sus celos paternos, pero no siempre funcionaba como quería.
Hubo un momento en que pidió a los Doll que me cuidaran y Aryeh se adelanto a asegurarle que en sus manos estaría segura, cosa que no creo fuera la más correcta para decir, ya que mi padre dudo entre meterme al auto y llevarme a la ciudad o arriesgarse confiando. Terminó haciendo la última, pero mientras miraba a mi chico, vi como sus ojos cambiaban de color constantemente.

—Logan estaba listo para saltar sobre mi y solo puedo pensar que en su lugar haría lo mismo. Un joven lobo, frecuentando a mi hija, tendría los jodidos días contados. —me fue imposible no reírme al imaginar esa escena.

—¿Por qué tienen que ser tan celosos?

—No se trata de tener celos, sino de proteger a nuestras hijas. ¿Cómo sabemos que no la lastimarán?

—Es más difícil cuando lucen como tú. Un joven hombre lobo, demasiado atractivo y a eso debemos sumarle un encanto increíble. Podrían enamorar a cualquier chica.

—¿Incluso a ti Samy? —abrí la boca con sorpresa, para volver a cerrarla. Yo sola había mordido el anzuelo.

—Incluso a mi, pero ya basta de hablar de esto, lo mejor es preparar algo para cenar. Hoy lo haré yo y tú me ayudaras, así que prepárate.

—Puedo tratar de ayudarte, pero en mi vida he cortado una verdura. No podría diferenciar el perejil del cilantro, pero estoy a tu disposición.

No sabía porque me sorprendía, era obvio que Abby consentiría a sus pequeños, al punto de no enseñarles a cocinar. Pero eso cambiaria hoy, le enseñaría a Aryeh que cocinar era divertido.
Al menos para mi lo era, lo hacía desde pequeña. Lo que más me gustaba de cocinar, era lo cercana que me hacía sentir a mi padre. Para él la cocina siempre significaba recuerdos.

Quizás lo que buscaba inculcar en Aryeh era justamente eso, recuerdos para cuando termine conmigo.
Era un movimiento extremadamente egoísta y me sorprendió, jamás había deseado algo así. Quería quedarme en la cabeza de él y lo peor es que no estaba sintiéndome culpable.

 
—Siempre hay una primera vez para todo y esta noche será la tuya.

—Si fueras cualquier otra chica, esas palabras las tomaría de una manera sexual, pero sé que no eres capaz. Me encantaría, pero no te imagino haciendo ese tipo de propuestas. —¿Por qué no? Yo podría, bueno tal vez, debería intentarlo.

—Yo podría. —empecé… pero cada vez sentía más caliente mi rostro.

—Pero no debes. Samy mírame—se acerco y posicionó su rostro cerca del mío. — Estoy tratando duro de portarme de una manera en la que tu padre pueda aceptarme algún día, si me dices algo que pueda despertar mi deseo, no podré mantener las manos lejos de tu cuerpo. Tú no tienes una idea, de todo lo que siento cuando te tengo cerca, cada vez que te beso. Diosa, es cada vez más difícil alejarme.

—Y no lo hagas. —dije encogiéndome de hombros, tenía ganas de estar con él, de saber si sus besos se sentían tan bien en mi cuerpo, como lo hacían en mi boca.

—Vas a matarme Samara y será una muerte dolorosa, placenteramente dolorosa. —y luego decían que yo estaba loca, él solo decía cosas contradictorias.

—No te entiendo, estoy dándote semáforo verde para que estés conmigo, aprovechando que tenemos una semana para estar solos y me dices esto. —siempre que mis padres me hablaron de sexo, no dijeron que el chico con el que estaba me rechazaría. ¿Qué estaba mal con todo esto? —Mamá tenía razón, los hombres durante las relaciones de portan como monjes.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora