C.21

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Lorenzo





—¿Entonces no se han acostado aún? Desde que mencionaste que tú y Uriel, bueno, todo tipo de pensamientos sobrevolaron mi mente. Tú me entiendes. —Rubí se encontraba sentada a mi lado, haciendo rebotar a Azul sobre su pierna.

Teníamos tanto por hablar, pero tenía muy pocas ganas de hacerlo. Solo recordaba los constantes rechazos que había sufrido de Uriel.
El idiota se sentía atraído, pero aún así sabía como esquivarme a la perfección.

—No Rubí, no nos hemos acostado aún—ni nunca lo haremos, al parecer… pensé para mi mismo.

—¿Quién es una niña bonita? Si tú. —Azul comenzó a reír, mientras Rubí besaba su abultada mejilla. —Por suerte no se parece a ti, aún no logro entender como me ocultaste a tu hija por tanto tiempo.

—Ya te lo dije, no fue sencillo, pero si quería mantenerla a salvo no podía hacer otra cosa.

Solo esperaba que venir aquí no fuera peor que quedarnos en la ciudad. Había dado un pequeño voto de confianza hacia Uriel, pero parte de mi aún sentía miedo de haberme equivocado, de que mi atracción por él me hubiera jugado una mala pasada.
Pero mientras miraba a Rubí, quien brillaba como nunca, en una mezcla de tranquilidad y felicidad, quería creer que había sido sensato.

—Por cierto, también estoy molesta contigo por hacerme creer que esos lobos estaban detrás de mi. Pudiste decirme la verdad y entre los dos hubiéramos buscado una solución.

—Mi pequeño secreto te llevo a los brazos de tu guardaespaldas y parece que no te va muy mal. —mi broma me hizo ganar un golpe en el brazo, pero valió la pena para ver la sonrisa extenderse por su rostro.

—Gael esta loco, bueno toda su familia lo esta, pero soy tan feliz Lorenzo, no hay oportunidad de que me aleje de aquí.

Tenía tantas preguntas para hacerle, pero no sabía si borrarían su alegría actual. Pero quería saber: ¿Qué pasaría con su trabajo? ¿Cómo seguiría ayudando a sus padres?
No olvidaba que su padre estaba mal de salud y ella siempre le enviaba dinero, para el tratamiento o para minimizar sus gastos.

—Es bueno ver que encontraras un lugar al que llamar hogar, eso significa que no regresaras a trabajar con Ángela, ¿Verdad?

—Ni aunque el infierno se congele. Estoy planeando comenzar algo aquí, no será tan grande, pero noticias locales, avisos importantes y cosas así. ¿Qué piensas de ello?

—Pienso que te llevará mucho trabajo, pero que no te rendirás hasta lograrlo.

—Sabes que no. —Ella me miró y luego agachó la cabeza y clavó su mirada en mi hija. —¿Qué tan grave estaba todo para que vinieran?

—No sucedía nada, pero Uriel quería ver a ciertas personas, eso dijo. Creí que se trataba de sus padres o incluso de Gael, pero cuando llegamos se encontró a una chica muy bonita y vi la realidad.

—¿Estas celoso?

—Sí, creí que estaba logrando algo y ahora veo que no era así. No solo estoy celoso, sino también frustrado. —bufé y me puse de pie, caminando de un lado a otro. —Me toca soportar el humor de mierda que ese hombre se carga, siempre como un jodido ogro y llega aquí, la ve y es todo sonrisas. Sabía que nunca se sintió atraído por otro hombre, pero mierda, fue un cambio total.

—¿Quién era ella?

—¿Acaso importa?

—Sí, porque podría ser su hermana. —Ella definitivamente no era su hermana, si se había presentado como el maldito amor de su vida.

—Su nombre era Leticia.

—Bueno no es su hermana, pero si es una buena chica. Créeme esto Lorenzo, de todas las niñas de aquí, ella es la más tranquila. Yo vivo con una que se cree que es la doble de Adele. —Vi como Rubí cerró los ojos y suspiró con fuerza. —Además esta por viajar, escuche a Gael decir que le harán una despedida mañana en la noche.

—Eso no cambiará nada.

—¿Por qué? ¿Cuál es el verdadero problema?

—Siento que él quiere que le cuente toda mi historia y no estoy preparado para hacerlo. Puedo confiar con él, pero no por ello debe saber cada detalle.

—Loren, él esta exponiendo su vida, creo que debería saber al menos porque te persiguen.

—No puedo decirle que me metí con la hermana de un alfa. Quizás y tome venganza por su especie y termine de matarme.

—Estas exagerando.

—Ya lo sé, pero he pasado por tantas mierdas que ya no sé que creer y que no. Pero tienes razón, debe saberlo, no es justo que lo este utilizando de esta manera.

Era injusto estar tomando su protección, su preocupación y usurpar su espacio, sin decirle algo. Además hablarlo podría hacer que comenzáramos a llevarnos un poco mejor y no como si fuéramos perro y gato.

—Puede que me odie, pero necesito decírselo.

—No te va a odiar. Ahora ven conmigo, quiero que conozcas a alguien. —se levantó, sin soltar a Azul y comenzó a caminar hacia la parte trasera de la casa.

No sabía a donde iba, solo que no tardo en abrir una puerta que separaba dos casas.
Cuando entramos, en el jardín siguiente se encontraban Gael y dos hombres mucho mayores.

—Ven. —Rubí comenzó a jalar mi camiseta, hasta que estuvimos frente a ellos. —Te presentaré, ellos son Jack, él era como el gobernador de este lugar hasta el año pasado, ahora su hijo, Cedric, tomo el mando.

—Mucho gusto. —trate de sonar seguro, ya que algo en este hombre me parecía intimidante.

—Bienvenido, espero que todo vaya bien.

—Él es Michael, padre de Gael. —el hombre no me miraba a mi, sino a mi hija, algo que me hizo sentirme un poco nervioso. —Y a Gael ya lo conoces así que no te lo debo presentar.

—Es bueno tenerte aquí, eso hará feliz a Rubí, te extrañaba en verdad.  —asentí hacia Gael, pero seguía con la mirada en el tal Michael. Quien seguía mirando a mi hija.

No la miraba con maldad, sino como evaluándola y no estaría tan preocupado si no supiera que era un maldito lobo.

—¡Que bonita eres! Te podría comer. —Eso no era lo más correcto para decir, no ahora.

Me vi tentado a arrebatarle a Rubí a mi hija, pero el tal Michael fue más rápido.

—Cuidado con lo que dices Mich, él cree que en verdad te comerías a su hija. —voltee al escuchar a Uriel.

—Claro que lo haría, es más lo hare. Una niña envuelta para el lobo. —casi sufro un ataque cuando mi hija soltó un grito, pero solo lo hizo para comenzar a reír, al ser atacada a cosquillas por este.

—Ustedes están locos. —me quejé, pasando mi temblorosa mano por mi cabello.

Tal vez lo más sensato era salir de aquí cuanto antes y llevarme a Azul. No había sido una muy buena bienvenida y primera impresión.

—Elemental, mi querido Watson. —voltee hacia el rubio, quien aún sostenía a mi hija entre sus brazos.

—Relájate Loren, solo esta jugando. —¿Jugando? Casi muero del susto y ella creía que ese loco jugaba.

—Estoy calmado, solo evaluó si fue buena idea venir aquí.

—Cálmate Calamardo, solo juego un poco con Arenita. —me dijo el tal Michael como si nada.

No podía dejar de observarlos, es como si hubiera llegado a una especie de realidad diferente, una alocada y fuera de sí.
Aquí todos estaban locos y Rubí había sido contagiada, aunque ella nunca fue muy cuerda tampoco.

Definitivamente no sabia cuanto tiempo duraría aquí.



Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora