Capitulo 8

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Beau

Pasé toda la noche con la mirada puesta en mi demonio personal. La veía interactuar con todos, sonriendo, bromeando, meneando coquetamente el trasero, en ese pequeño vestido rojo.
Cualquiera que la viera podría pensar que era un ángel, pero no, estaba muy alejada de eso. Ella era fuego, sobretodo cuando se molestaba y sus ojos parecían poder incendiarte, lo sabía bien, ya que siempre estaba molesta conmigo. En algunas ocasiones llegué a preguntarme si me conocía con anterioridad, puesto que desde el primer momento que nos vimos, se comporto furiosa.

No me importaba, me encantaba verla enfurecer. Era diferente con las demás, ella no intentaba llamar mi atención, pero lo hacía y eso me molestaba.
¿Qué rayos tenía que me atraía tanto? ¿Por qué no podía dejar de verla aunque lo intentara? Era como un sueño mojado, que al verme se volvía pesadilla y quería comprobar que más escondía y que tanto le gustaba jugar.

—¡Mierda, creo que habrán problemas! —escuché decir a Carmen y no podía estar más de acuerdo.

El señor Takawira era conocido por meterle mano a varias muchachas, ya habíamos tenido muchos problemas con él, pero seguía siendo amigo de mi padre, por lo cual no tenía la entrada prohibida.
Esta vez sería diferente, por lo poco que vi de pececito, no era alguien que no reaccionara a un insulto y eso era exactamente lo que Takawira acababa de hacer.

Cuando la mano del hombre palmeó el trasero de Laurie, me levanté de mi asiento y comencé a caminar hacia ambos. Iba a golpearlo, quería hacerlo, ya estaba cansado que creyera que podía hacer lo que quisiera en este lugar.
Me detuve al ver como la mano de Laurie impactaba contra el rostro del maldito viejo, pero volví a caminar cuando noté que él estaba listo para devolvérsela.

Tomé su brazo, impidiéndole cumplir su propósito, mientras escuchaba a pececito gritar, como si fuera una jodida banshee a punto de matar.

—¡Viejo cochino, degenerado, a ver si te atreves a volver a intentarlo, jodido asqueroso decrepito! Voy a cortarte la mano a ver con que me tocaras entonces, asqueroso.

—Tengo otras cosas con las que tocarte dulzura ¿Quieres verlas? —aún lo sostenía, cuando Laurie pateó las pelotas del hombre.

¡Mierda! Pececito enserio estaba loca.

—Pues ya se quedo sin ellas y como insista se las arrancaré, las licuaré y se las daré a beber con ron, a ver si así le gustan maldito vejestorio.

—Tu no sabes con quien te estas metiendo jodida perra.

—Se calma Takawira o saldrá de aquí escoltado por los muchachos. —amenacé.

El hombre sabía lo que eso significaba, se iría con una paliza y no me importaba su edad, ni la amistad que tenia con mi padre. No amenazaría a nadie en este lugar y menos cuando el que había actuado mal, había sudo él.

—¿Me amenazas muchacho? Deberías saber que es un error hacerlo.

—Y usted viejo cochino debería saber que esto es acoso, no me importa quien demonios sea, me vuelve a tocar y le cortaré la mano.

—¡Cállate Laurie! Déjame tratar a mi con él.

—¿Y crees que te escucharé? No lo creo imbécil, porque fue a mi a quien este cochino manoseo y a mi no me intimidará con ese “¿Sabes quien soy?” me importa una jodida mierda quien demonios sea, no permitiré que me falte el respeto. —y ahí estaba el fuego del que hablaba. Fuego que amenazaba con quemarnos a todos.

—A mi tampoco lo hará. Ahora ve y continua con tu trabajo que de él me encargaré yo. —parecía dudar y querer negarse, pero finalmente asintió.

—Esto no se quedará así muñeca, nos volveremos a encontrar. —¿Es que este imbécil no sabia cuando callarse?

—Eso espero infeliz, y ahí nadie te rescatará. —perfecto, pececito tampoco sabia quedarse callada.

La vi alejarse y llegar a la barra, entonces tomé a Takawira de las solapas de su traje.

—Con ella no ¿Me oíste? Aguante mucho de ti, pero te veo cerca de ella y date por muerto imbécil. —no entendía porque me sentía tan sobreprotector, cuando claramente ella sabia defenderse por si sola, pero no lo evaluaría ahora.

—¿Acaso la quieres para ti?

—Eso a ti no te importa, te acercas y no me importará tu amistad con mi padre.

—¿Qué diablos pasa aquí? —volteé hacia mi padre sin soltar aún a Takawira.

—Tu hijo, se atreve a amenazarme solo por tocar a una perrita.

—¿En que habíamos quedado Hall? Dejarías en paz a las chicas. ¿Con cual te metiste esta vez?

—Tocó a Laurie. —respondí por el viejo.

—Y esa perra verá lo que le sucederá, se atrevió a tocarme. No le perdonaré que me haya golpeado dos veces.

Fue el turno de mi padre de tomar al que era su amigo de las solapas del traje y levantarlo unos centímetros.

—A ella no la vuelves siquiera a mirar. Hablo enserio Hall, te olvidas de esa chica, no quiero que le des ni una sola mirada ¿Me escuchas?

—¿Tu también la quieres solo para ti? ¿Recuerdas cuando compartías Aníbal?

—¡Ella no! Ahora largo. Te quiero fuera de mi bar. ¡Ahora! —vi al hombre retirarse, acompañado de dos hombres de seguridad.

Iba a ir a comprobar a Laurie, pero mi padre se encamino hacia ella. Aún seguía molesto con ella.
Era bonita, pero me metió en muchos problemas y lo hizo adrede, para vengarse por lo sucedido la madrugada anterior. Teníamos muchas cosas que hablar, pero no serian ahora, sino al acabar su turno, después de todo solo nos separaba una maldita pared.

Tres horas después, me encontraba subiendo las escaleras hacia mi departamento, preguntándome si me abriría la puerta si golpeara.
Pero no necesite hacerlo, ella estaba buscando algo en su bolsa, a mi entender seria la llave.

Me acerque a ella por detrás, creyendo que podría jugarle una broma, pero cuando llegue a ella, el sorprendido fui yo. La demente comenzó a sacudir un aerosol frente a mis ojos, los cuales ahora solo rogaba por arrancarlos.

—¿Qué mierda anda mal contigo? ¡Enserio estas demente! —grité, mientras frotaba con fuerza mis ojos.

—¿Y tu qué? ¿Te piensas que soy indefensa? Pues no amigo, no se te vuelva a ocurrir acercarte a mi por detrás, porque aunque seas tu, estarás en problemas.

—¿Aunque sea yo?

—Ven, vamos a que te enjuagues, conociendo a mamá habrá comprado el más fuerte. —¿así que su locura era heredada? — De todas formas esto fue tu culpa ¿En que pensabas al acercarte de esa manera?

—En sorprenderte.

—Oh, sin dudas lo hiciste, idiota —tomó mi brazo y me introdujó a su apartamento, llevándome hasta la cocina. —Eres el único culpable de esto.

—No soy yo quien anda por la vida rociando a la gente.

—Me sorprendiste, podrías haber sido el viejo cochino del bar. ¿En que mierda pensabas? Era obvio que me defendería.

Terminé de enjuagarme y aún así ardía horrible. Una criminal, eso era mi pequeña vecina.

—Esta bien pececito, ahora puedes decirme ¿Por qué demonios me hundiste con mi padre? —ella me había dejado entrar y esta vez no me iría.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora