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Gael

 






—Yo. Yo te cuidaré. —y estaba convencido de que haría todo lo que este en mi poder para cumplirlo.

Cuando Uriel había llamado para pedirme que nos encontráramos para tratar un nuevo caso, no se me pasó por la cabeza, ni siquiera por un momento, que esto se volvería algo personal.
Pero en cuanto la pequeña rubia ingresó a la oficina, con expresión molesta y dando bufidos a diestra y siniestra, nada más importó. No cuando llegó a mi con ese olor dulce, tentador y delicioso de la pera.

A pesar de haberla observado de soslayo, tratando de descifrar la razón de su molestia, no fue hasta que la olí que no pude apartar la mirada de su rostro.
Evaluaba cada característica en ella, su recta nariz, su mentón estrecho, tenía unos labios llamativos en el cual el inferior era un poco más voluminoso que el de arriba, pero lo que más me llamo la atención fue su mirada, sus grandes ojos color marrón claro, nos observaban curiosos, desafiantes y ardientes. Ella tenía una lucha interna, lo sabía, porque también estaba sintiéndolo.

—La señora Ángela, ya nos ha informado de lo sucedido. Mientras Gael se encarga de tu seguridad, estaré montando, junto a otros dos hombres un sistema de vigilancia más eficiente en la oficina. —mientras ambas mujeres observaban a Uriel, yo seguía con la mirada en mi recién encontrada compañera.

—Entonces los dejare tratar todo esto a ustedes y volveré a mi trabajo. —se dio vuelta para salir, pero antes de empezar a caminar, volteó a observarme. —En cuanto terminen lo importante, búscame para comenzar a hablar  sobre como haremos con los horarios y demás.

Asentí, aunque todo en mi interior le pedía que no se fuera. Pero no podía retenerla aquí, no se me ocurría nada que decir.
En cuanto mi compañera salió, cerrando la puerta detrás de sí, su jefa, actualmente también nuestra, volvió a hablar.

—Espero que estén listos para este desafío. Rubí no será sencilla de sobrellevar, si no fuera una de las mejores haciendo su trabajo, debería dejarla ir, pero es demasiado buena a la hora de traerme noticias de impacto que hacen crecer a la revista. —frívola e interesada, esta mujer solo veía a Rubí como un activo más. —No me malentiendan, aprecio a la chica, pero no puedo exponer a los demás. Por eso si no los aceptaba, no publicaría nada que escribiera.

—Lo bueno es que usted pensó en su seguridad, después de todo, se esta exponiendo para hacer crecer su revista. —Aunque mis palabras fueron acompañadas de una mueca divertida, no me gustaba la manera en que esta hablaba de ella, como si fuera algo cambiable.

—No soy quien elige que investigará cada uno, simplemente apruebo o rechazo el trabajo una vez terminado. —se apresuro a decir de manera defensiva, tratando de desligarse de la culpa.

Claro, para ella era mejor mantenerse alejada de todo, si no conocía los detalles, no podrían hacerla responsable de lo que sucediera.
No me gustaba, ni ella, ni su actitud, pero por ahora debería mantenerme al margen, ya que me estaba dando la oportunidad de pasar tiempo con mi compañera.

Cuidarla no sería el verdadero reto, sino poder mantenerme alejado de ella. No me parecía a mi hermano, ya quisiera tener su paciencia, a diferencia de él, yo era impulsivo, arrebatado e inconsciente a la hora de tomar decisiones importantes.
Pero ahora mientras escuchaba a Uriel explicarle a esta señora los cambios que pretendía realizar, no dejaba de recordar su olor, la suavidad de su piel, me preguntaba si sería igual todo su cuerpo o simplemente sus manos.

—Es por eso que preferimos tomar esta tarea nosotros mismos y no delegarla a otro trabajador. Somos conscientes de la importancia que su revista posee, además de que es un favor personal para el señor Álamo.

El señor Emilio Álamo es el dueño de una de las inmobiliarias más importantes del país. Hacía un año habíamos trabajado con él y la seguridad de toda su familia, ahora que nuestro servicio había acabado, nos pidió el favor de trabajar con esta señora.

—Nuestras familias han sido amigas durante años, en cuanto le comente mi problema enseguida me hablo de ustedes. No tengo tiempo para perder, acabamos de presentar una bomba política, justamente entregada por Rubí y sé que esta trabajando en algo grande, lo sé por la simple razón de que se niega a darme una pista. ¿Saben que me dice eso? Que sea lo que sea que tiene entre manos, es grande y me hará vender muchas copias de la revista y por esa razón, la necesito segura. —apoyo los puños en el escritorio y se inclinó hacia adelante. — No sé que harán para convencerla de cooperar y no me importa, tampoco las medidas de seguridad que deban tomar, solo me preocupa que ella pueda hacer su trabajo sin salir lastimada y que mi lugar de trabajo sea mucho más seguro que la misma casa blanca.

—Mientras ustedes se ponen de acuerdo con la seguridad en el lugar, iré a ponerme de acuerdo con la señorita Beck. Necesito la mayor cantidad de información posible para trabajar correctamente. —Mire a Uriel y le dije. —Te estaré esperando afuera.

No espere una respuesta, de seguir aquí podría decir algo que nos hiciera perder el trabajo.
Pero es que no podía comprender como se refería a una persona, solo como un medio para hacerla ganar dinero. A pesar de tener a nuestro cargo cerca de veinte hombres, los veía como personas capaces, valientes y malditamente buenos en su trabajo.

Camine por los estrechos pasillos, mirando en cada cubículo, hasta que casi al final comencé a sentir su olor. Era tan embriagador, tan atrapante, que solo podía seguirlo.
En cuanto llegué a ella, la encontré con la mirada clavada en la computadora, mordiendo un lápiz. Ella no se dio cuenta de mi presencia, pero el chico a su lado si lo hizo y no tardo en llamar su atención.

—Rubí, tienes visitas. —Ella soltó el lápiz y me observo.

—Muy bien robocop, creo que es momento de empezar con nuestra agenda. Pero antes, te presento a Lorenzo, él es un miembro importante en mi trabajo y lo veras mucho. —Giró hacia el chico que nos miraba atentamente. —Él es Gael, mi guardaespaldas.

Yo era mucho más que solo un guardaespaldas, pero de nada me serviría decírselo, me creería un loco. Eso sin contar cuando le hablara de mi verdadera naturaleza.

—Buena suerte hombre, la vas a necesitar. —sonreí de lado hacia el tal Lorenzo, hasta que continuó. —No bromeó, una mula es menos terca que la chica a mi lado. Sin ir más lejos en nuestra última investigación, tuvo la brillante idea de arrojarse de la ventana de un segundo piso.

—Era eso o que me descubran. Además no salí lastimada.

Los observe y empecé a creer que trabajar con mi compañera no sería tan sencillo. Si siempre trabajaba de esta forma, era una suerte que continuara con vida.

—Necesito información sobre ti. Debo preparar un plan de trabajo.

—¿Qué quieres saber?

—Todo. Quiero saberlo todo.

Y en verdad quería saberlo…

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora