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Cedric


Llegué a casa y pude sentir en el aire que mamá estaba horneando. Era bueno ver que su recuperación avanzaba de manera tan favorable, de todas manera,  no dejaba de mantener un ojo sobre ella.
No era el único preocupado, papá si pudiera hacerlo, ya la habría cubierto de algodones, tratándola como una reina.

—¡Mamá, eso huele delicioso! —grité, apenas cruce la puerta.

No había nada que el azúcar, las chispas y probablemente las nueces no solucionaran. Planeando darme una buena dosis de ello, me encaminé a la cocina.

—Estuve dudando, no sabía de que tipo preparar, pero tampoco había mucho en la casa, por lo que trabajé con lo que encontré. —me acerqué para tomar algunas, pero solo recibí un golpe en mi mano. —Aléjate Cedric, las preparé para Susan.

—Mamá estoy hambriento y en proceso de crecimiento. ¿Le negaras a este pobre joven unas galletas?

—Ya creciste todo lo que crecerás, pero de acuerdo, come las galletas. —sonreí mientras mordía una.

Enserio estaban buenísimas, la mezcla del chocolate caliente y la masa tierna, lo era todo. Solo faltaba una cosa para hacerlo perfecto, y eso sería la leche.
Me acerque a la nevera, para cumplir la pequeña necesidad que mi cuerpo me pedía. Galletas con leche, para olvidar el mal de amores, o al menos tratar.

—¿La viste? —No levanté mi mirada, le había hablado de Aysel y mi madre quería conocerla. —¿Cariño?

—Sí mamá, la vi. Pero nada cambia, ella quiere volver, pero aún no sabe lo que quiere en cuanto a compromiso. —y yo la quería a ella, estaba como loco, desesperado. No sabia como había sido fuerte y no atraerla a mis brazos allí mismo, en ese estacionamiento lleno de gente.

—¿La buscaste tú o te buscó ella?

—Ella. Traté de evadirla, pero allí estaba, persiguiéndome y no pude evitar detenerme. No se cuanto tiempo más podré resistir sin ir a buscarla.

—Yo creó que ella sí sabe que quiere, porque si te persiguió y se atrevió a dar el primer paso es por algo. Sé que estas esperando algo grande y loco, pero por lo que me dijiste, buscarte para ella ya es un logro enorme. —ella tenía razón, Aysel odiaba las muestras de afecto y eso había hecho. — Sí ya no resistes ve y búscala, el orgullo es bueno, pero en exceso, te dejará solo.

—Solo quiero ver que en serio le importo y que no es solo por el vinculo.

Sentimientos reales, eso necesitaba, no que me buscará porque ya no resistiera la necesidad de nuestros lobos. Estaba enamorado de ella, amaba su terquedad, su frialdad e incluso su mal humor habitual, pero no sabía si ella me amaba a mi.
Ella tenía una escala de prioridades y estaba seguro de que me encontraba en un tercer o cuarto puesto, mientras ella lideraba el mío sin competencia alguna.

—Sé que no lo tomaras en cuenta porque soy tu madre pero es imposible que no te ame, estaría completamente loca. —sonreí, antes de devorar otra galleta.

—Lo que sale de tu boca es amor maternal, es obvio que para ti soy perfecto.

—¿Cuándo podré conocer a tu compañera?

—Mamá, te dije que estamos peleados. Si nos amigamos, serás la primera en verla y celarme un poco. —bromee sabiendo que no lo haría, ella se pondría totalmente del lado de Aysel al conocerla.

—Mi experiencia con ustedes lobitos, me dice que no tardaran mucho tiempo en amigarse. —Y esperaba que esa experiencia se hiciera presente pronto, porque ya no resistía.

Pase el resto de la tarde mirando televisión, mis padres habían ido a visitar a Susan y Jeremy, y aunque insistieron en que los acompañe, no estaba de humor.
Mientras miraba un programa policiaco, en el cual trataban de descubrir al responsable del asesinato de un entrenador de baloncesto, mi teléfono sonó, por lo que respondí sin siquiera mirar. Estaba concentrado en descubrir si el hijo del investigador era o no, el asesino.

—¿Qué sucede? —pregunté, a penas acerque el aparato a mi oreja.

—¿No lees los mensajes que te dejo? Creo que te envié diez pidiéndome que me llames. —rodé mis ojos y aproveche el momento de la tanda publicitaria, para centrar mi atención en ella.

—Lo siento enana, estaba concentrado en una serie. ¿Paso algo grave?

—Bueno grave no es, aunque si es malo. ¿Fuiste a la universidad hoy?

—Sí, tuve clases en la mañana.

—¿Y viste a Aysel? —fruncí el ceño, comenzando a preocuparme, talvez le había sucedido algo.

—Sí la vi. ¿Qué paso Laurie? Deja las malditas vueltas y termina de decir las cosas. —no entendía ese afán por hablar en círculos, lo mejor era decirlo de una vez.

—La vetaron, al parecer hubo una discusión donde el ex la atacó, o al menos lo intento y las cosas cruzaron las líneas, a tal punto que algunos estudiantes debieron intervenir. Estuve hablando con Carmen y Aysel esta mal, creo que deberías buscarla.

Era consciente de que para Aysel esto era demasiado importante y quería buscarla, pero sería volver a bajar mi cabeza y no quiero hacerlo.

—No lo se Laurie, no creo que eso sea lo mejor. Ahora ella debe pensar en todo, aclarar su mente y si estoy allí, solo la confundiré más.

—Creo que le gustaría verte, sentir que estas apoyándola. —eso no tenía ni siquiera que dudarlo, estaba para ella incondicionalmente.

—¿Crees que no tengo ganas de buscarla? Estoy preocupado Laurie, pero necesito ver un cambio, no puedo siempre rendirme y darle la patita como un cachorro. Necesito que si me necesita, me lo diga, que si me quiere con ella, me busque. No soy un adivino, ella puede querer estar sola ahora. ¿No lo has pensado en ello?

—Si estuviera en su lugar y Beau no viene a mi, estaría en serios problemas. —entonces oí un murmullo detrás y a ella en voz un poco más amenazante, decir. —Recuerda eso Beau.

A pesar de lo mala que era la situación, no pude evitar reírme, Laurie estaba completamente loca.

—Deja de reírte Cedric, dime que harás.

—Aún no lo sé, pero gracias por avisarme. —Corté la llamada antes de que pudiera volver a gritarme.

Tenía que saber como se encontraba, pero no podía ir a buscarla…
Usaría pasos de bebé esta vez, al menos hasta que salgamos de este pozo en que nos encontramos.

*Cedric: Me enteré lo que sucedió. ¿Cómo te encuentras?

Escribí el mensaje y lo envié sin pensarlo, si lo pensaba me echaría atrás y quedaría en nada.
Ahora solo debía esperar que responda, si no lo hacía, confirmaría que necesitaba pensar y estar a solas.



Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora