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Rubí






Estaba cansada como para señalar lo obvio. No tenía ganas de decirle a Gael que él y su equipo habían instalado cámaras, a lo largo de mi maldita casa, para mantenerme segura, por lo que ir a su casa era algo innecesario. Pero como dije, estoy cansada.
Lo deje conducir hasta la casa color blanca con tejado gris, el cual combinaba a la perfección con todas esas rejas fuera.

Era increíble que ahora me encontrara pensando en si las rejas combinaban o no con el maldito tejado, cuando debería estar teniendo sexo con este hombre. Pero no, eso solo podría hacerlo en mis sueños gracias a los malditos que intentaron matarme.
No encontraba un mejor adjetivo para mi estado actual de animo, sino: frustrada. Y mucho.

¿Por qué el mundo estaba en contra de que pudiera intimar con alguien? ¿Acaso no había pasado ya bastante tiempo?
Si por lo sucedido debía obtener mi respuesta, diría claramente que no, aunque yo creyera que sí.

—Pasa Rubí, no hay animales ni nada por esconder o temer. —alcé una ceja y miré a Gael, mientras me adentraba en su casa.

—¿Entonces debo descartar los cuerpos descuartizados que imagine que tendrías en el sótano?

—Tú en serio estas loca terremotito. Pero no, ¿Por qué los tendría en el sótano, cuando hay suficiente espacio en mi armario? ¿Quieres verlos?

—Hoy no, fueron demasiadas emociones por un día, pero mañana seguro. —ambos reímos, al menos no nos quitarían la diversión, ya que el sexo si.

Tenía que dejar de pensar en ello, de lo contrario solo me enojaría más y más, pero no llegaría a ninguna parte.

—¿Así que por hoy es más seguro quedarme aquí? —decidí preguntar, con intención de conocer que más planeaba.

—Sí. Aquí nadie va a buscarte, no conocen esta casa. Pero ya que sacas el tema, hay algo que necesito consultarte. —No se porque eso me puso un poco a la defensiva. —Estuve pensando y quizás lo mejor sería que salgamos por un tiempo de la ciudad. Conociendo tu trabajo, tranquilamente podría hablar con Ángela y explicárselo, no dudó que te dé unos días.

—No me quiero ir, tengo una investigación empezada y necesito terminarla.

—Piensa que puedes hacerla en cualquier lugar. —Sí, es obvio que podría, pero no quería dejarle creer a quien este haciendo esto que ganó. —Serían solo unos días, mientras todo se calma un poco.

—¿Y a donde debería ir? Porque podría ir al campo con mis padres, pero no voy a siquiera arriesgarme a llevar el peligro hacia ellos. —mi padre sabía defenderse, pero no iba a exponerlo a cualquier cosa.

—Iríamos a mi pueblo. Como te digo, nadie te buscaría allí, solo piénsalo Rubí.

—No tengo nada que pensar, mi vida esta acá Gael, con peligro y sin él. No trates de decirme que debo hacer.

—Estas comportándote como una niña berrinchuda.

—¿Sabes qué? Esta niña berrinchuda se va, así el berrinche es con todo. —tomé mi bolso y empecé a caminar hacía la puerta, pero el sujeto mi brazo, logrando que al voltear quedará frente a frente con él.

—¿No ves que solo trato de cuidarte? Hoy te dispararon y estuvieron a nada de acertar. —me recorrió un escalofríos de solo pensar en que estuviera diciéndome la verdad.

—No me asustaron, así que su maldito plan fracaso. —Mi nivel de terquedad estaba en el techo en este momento, luchando por seguir subiendo.

—Eres imposible, me desesperas, me enojas y por desgracia me gustas. ¡Vas a volverme loco! —gruñó, antes de apoderarse de mi boca.

Lo necesitaba, ansiaba sentir nuevamente su boca en la mía. Me sentía molesta porque me habían arrebatado esto, pero ahora, ahora nadie me va a prohibir hacer lo quiero.
Sus manos se movían posesivamente por mi cuerpo, como si ya conociera cada rincón de él y le perteneciera. Bajaron hasta mi trasero, donde me apretó con fuerza atrayéndome hacia él, haciéndome sentir cuan caliente y palpitante estaba también por mi.

Aún con sus manos en mi trasero, me levantó como si no pesará nada y me deposito sobre la gran mesa de la sala. Todo sin romper el beso, en ningún momento.
Gemí, cuando dio una estocada, advirtiéndome de lo que me esperaba y comencé a levantar con fuerza su camiseta. Él por su parte tomó mi vestido, desasiéndose también de él.

  Ahora que estaba completamente desnuda, de la cintura para arriba, aprovecho para acariciar mis pechos, pellizcando y masajeando, llevándome a casi venirme solo con eso. Pero no fue hasta que una de sus manos bajo y empezó a acariciar mi entrepierna que me alejé de su boca y ahogué un grito.
Hacia tanto que no sentía esto, que no me tocaba un hombre, que era como si todo se potenciara.

—Déjame tocarte terremotito, te prometo que seré bueno contigo. —abrí mis piernas, permitiéndole que hundiera sus dedos en mi centro, el cual ahora se encontraba caliente, suave y muy húmedo.

—Gael…—gemí cuando comencé a sentir como el orgasmo comenzaba a formarse dentro de mi.

—Lo sé, te prometí algo y lo cumpliré. —me dio un corto beso, mientras seguía moviendo sus dedos dentro y fuera de mi.

Gemí su nombre varias veces más, antes de arquear mi espalda y explotar. Pero a pesar de que mi orgasmo estaba en pleno auge, él no se detuvo, siguió moviendo sus dedos dentro de mi, prolongando el placer de un modo que creí imposible.

—En estos momentos eres mi persona favorita en el mundo. —murmuré con la voz agitada.

Pero Gael solo me sonrió de lado y se posicionó en medio de mis piernas.

—Me encanta bromear y podría hacerlo todo el tiempo, pero no ahora. No cuando estas tan caliente y húmeda y solo quiero estar dentro de ti. —Lo repito, él era mi persona favorita ahora.

—¿Y qué estas esperando? ¿Una invitación? —envolví mis piernas en su cintura, tratando de no lastimarlo con mis tacones.

—Solo una cosa. —sacó de su cartera un preservativo y lentamente lo colocó, bajo mi atenta mirada. —Dime que me deseas tanto como yo te deseo.

—Te deseo tanto que estoy a punto de explotar de solo verte.

Él tomo su polla con su mano y comenzó a moverla, provocando la entrada a mi vagina. Lo necesitaba ahora mismo dentro de mi.

—¡Gael! —me quejé, consiguiendo que se deslizara suavemente dentro de mi.

Eché mi cabeza hacía atrás, sintiéndome tan llena, tan completa, mientras él se movía dentro y fuera de mi.
Sus movimientos no eran suaves o lentos, eran rápidos y profundos, dominándome con cada estocada.

Estaba tan ajena a todo a excepción de las sensaciones que no dejaban de formarse y a los sonidos que ambos producían. Como se escuchaban los gemidos y la piel chocando contra más piel, debe ser el sonido más placentero que escuché en el último tiempo.

—¡Oh Gael! —grité mientras mi cuerpo comenzaba a sentir los espasmos de un nuevo orgasmo.

—Sí Rubí, esto se siente tan bien. —jadeó, siguiendo entrando en mi.

Pero cuando su orgasmo llegó, fue él quien gritó mi nombre y echo la cabeza hacia atrás, antes de dejarse caer sobre mi.
Ambos jadeábamos aún sin movernos. No sabía que decirle, había tenido varios orgasmos y me sentía hambrienta y cansada, pero no creía que quisiera escuchar eso.

—¿Te lastime? —¿Qué clase de pregunta era esa? No lo había hecho.

—Para nada, al contrario, mejoraste mi humor. Me alegro de que esos malditos no me arruinaran la noche, no imaginas cuanto me alegro. —Sonrió y comenzó a levantarse, saliendo de mi. Era extraño que ya sintiera el vacío.

—Y no imaginas cuantas veces más te alegraras.

Pude haber dicho que solo sería una vez, pero aún estaba en mi sistema, por lo que iba a seguir intentándolo.

—Eso espero robocop, pero antes, quiero comida.

Pocas pulgas    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora