C.27

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Lorenzo




Verlos a todos disfrutar del tiempo juntos, riendo de anécdotas que compartieron, de aventuras que sobrepasaron juntos y muchas bromas que se lanzaban, me hacía envidiar la vida que Uriel y los demás habían tenido.
Mis padres con suerte convivían con nosotros, pero ni siquiera soñaría con una vida llena de amigos y familiares apiñados en una fogata , en medio de un patio trasero.

Quizás ellos no imaginaban la suerte que tenían, pero definitivamente yo sí era consciente de ello.
Incluso el demente de Michael, parecía agradable desde esta perspectiva. Familiar, amoroso y leal hacia todos. Podía estar mal de la cabeza, pero parecía tener sus valores bastante en claro.

Mientras escuchaba al tal Ryan y a Abril, hablar sobre lo emocionados que estaban por el casamiento de su hija, o explicar como avanzaba la construcción del nuevo bar, me pregunté si mis padres alguna vez sentirían esa emoción hacía mi.
Luego escuchaba a Haley y a Nathan, quienes llenos de orgullo anunciaban como próximamente Leticia ingresaría a la universidad a estudiar abogacía. Solo me basto una mirada hacía la chica, para ver que la felicidad de sus padres, era su miseria. ¿Cómo nadie notaba eso? No tenía idea. Pero de lo que sí tenía idea, era que si en algún lugar Azul crecería segura, era aquí.

No podía seguir siendo egoísta, estaba permitiendo que el miedo a la idiotez del para siempre que los compañeros representaba se apoderara de mi, nublando mi pensamiento de lo verdaderamente importante.
No podía seguir acarreando a mi hija de un lugar a otro, no permitiéndole ser parte de un lugar y exponiéndola constantemente. Era hora de ver por ella y este lugar era el correcto.

—¿Podemos hablar un momento? —levanté mi mirada, encontrándome a Leticia. No tenía que ser un adivino para saber sobre que, o mejor dicho, sobre quien quería hablar.

—Podemos. —me puse de pie y empecé a caminar junto a ella, alejándonos un poco de todos.

—No quiero inmiscuirme, pero escuché que no estas hablando con Uriel. ¿Paso algo entre ustedes? —así que no se andaría con vueltas.

—Dices que no quieres inmiscuirte, pero eso es lo que haces.

—¿Y puedes culparme? Es mi mejor amigo y lo estoy viendo decaído, mientras todos están festejando. —tomó mi mano y me guio hasta la entrada de la casa. —Ven, sentémonos aquí.

—A pesar de lo que creas, no quiero ver decaído o mal a Uriel, pero tampoco puedo actuar feliz frente a cosas que me incomodan. —no sabía porque estaba hablando de esto con ella, pero las palabras parecían brotar por si solas.

—¿Qué puede incomodarte? ¿El exceso de protección, las muestras de aprecio o tal vez los sentimientos que Uriel te provoca?

—Crees saberlo todo, ¿Verdad?

—No. A pesar de lo que creas se muy poco, pero conozco a Uriel y conozco su forma de actuar cuando alguien le preocupa, moverá cielo y tierra para mantenerlo seguro.

—Suenas como alguien enamorada. —ella no podía engañarme, desde que llegamos no para de buscar a Uriel.

—Hace tiempo quizás lo estuve. —confesó, con una medía sonrisa. —El primer amor, uno secreto, ya que para él siempre fui como una hermana pequeña. Pero créeme que ese sentimiento ha quedado olvidado, ahora lo veo como un gran amigo, en alguien en quien puedo confiar, con los ojos cerrados.

No me equivocaba al pensar que ella sentía algo más por él, es que era tan evidente.

—Los problemas entre nosotros dos solos nos incumben a ambos.

—Puede ser, pero no pierdo nada con intentar ayudarlos. Puedes confiar en mi Lorenzo, soy amiga de Uriel, pero puedo ser imparcial cuando la situación lo requiere.

—No creo la mierda que ustedes intentan adjudicarle a los compañeros. ¿Cómo pueden enamorarse de alguien solo porque una Diosa se los dice? ¿Acaso están locos?

—Has visto a todos en la fogata, cada uno conoció a su compañera y debió trabajar su camino en conquistarlas. Por lo que sé, mi padre odiaba la idea de tener una compañera y trató por todos los medios de alejarse de mi madre. Sin embargo aquí estoy, mostrando el resultado de cuanto pudieron mantenerse lejos uno del otro. —eso no servía de ayuda, pero entendía su punto. —¿Sería tan difícil darle una oportunidad a Uriel?

—No me siento bien con la idea de algo tan duradero. No quiero creer que será para siempre y luego llevarme una decepción. Entiende Leticia, no soy solo yo, tengo una hija. —¿Qué haría si lo que tenía con Uriel no funcionaba? Azul se encariñaría y sería difícil alejarla.

—Perdona que diga esto pero eres un verdadero cobarde. Estas usando a tu hija para cubrir tu propio miedo. ¿Por qué simplemente no admites que te asusta lo que estas sintiendo? —me impresionó que a diferencia de los demás me dijera esto, sin embargo no pude dejar de reírme ante lo hipócrita que era al decirlo.

La había observado, vi lo mucho que le disgustaba la idea de estudiar abogacía, sin embargo no la escuché decir nada en contra, al contrario, estaba allí mostrando una gran sonrisa falsa.

—¿También admitirás que te asusta enfrentarte a tus padres y decirles lo que en realidad quieres? Y no trates de negarlo, vi tu expresión cuando hablaban de la futura abogada.

—Esto no lo es mismo, si no digo nada al respecto no es por miedo, es por amor. Los amo demasiado, me han dado todo en la vida y lo único que esperan de mi es que estudie una maldita carrera. ¿Quién soy para decepcionarlos? Pero tú, tú no tienes otra excusa sino miedo.

Escucharla decirme esto con todo el convencimiento que sentía, me hizo darme cuenta de que tenía razón, estaba asustado. Tenía miedo de involucrarme tanto, creer en esto del para siempre y luego terminar estrellándome contra una dura pared de realidad.
Uriel ya sentía nervios y dudas de lo que sentía por mi, ¿Quién me aseguraba de que luego no se arrepentiría?

—No voy a seguir discutiendo esto contigo, cada uno tiene problemas propios de los que encargarse y motivos que nos impiden hacer o no hacer cosas. Tú tienes los tuyos y yo los míos.

—Tienes razón, pero solo te diré una última cosa, no sigas aferrándote al miedo o podrás perder algo importante a la larga, él no te esperará por siempre. Además si veo que sigues lastimándolo, no me importa cuan doloroso sea para mi aún, me transformaré en loba y te haré arrepentirte. ¿Me escuchaste?

—¿Acaso estas tratando de amenazarme? ¿Si no estoy con tu amigo me lastimaras?

—No. Solo te pido que si no quieres estar con él, dejes de jugar, porque a diferencia de ti, le importas. A la larga este histeriqueo tuyo terminará lastimándolo y si eso pasa, solo te advierto que te encontraré. —podía entender que se preocupara por su amigo, sin embargo, ella no era nadie para decirme que debía hacer y mucho menos para amenazarme.

—Voy a pensar en lo que dijiste.

—Hazlo, considera que por mucho que le importes, Uriel puede cansarse de tu actitud y lo perderás, entonces no habrá marcha atrás. ¿Qué vale más tu orgullo o tu felicidad?

—Eres un poco directa y cruel, ¿Te lo han dicho antes?

—Lo han hecho. —respondió de manera quedada. —Ahora volvamos, antes de que comiencen a preguntarse donde estamos.

Ella tenía razón, por mucho que lo odiara. Si mi orgullo seguía como hasta ahora, terminaría por hartar a Uriel y no podría siquiera tenerlo como amigo. Debía replantearme muchas cosas y cambiar de actitud. 





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