325. Gracias

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La luna llena brillaba en lo alto de Arcadia acogiendo bajo su pálida luz la celebración de la hermandad entre Floukru y Skykru. La comida y la bebida traída desde la lejana Polis recuerda que cuentan con el beneplácito de la Heda de los Catorce Clanes y su consorte, el Príncipe Roan de Azgeda.

Mientras el mundanal ruido de la fiesta se aleja cada vez más y más de ellos, Bellamy camina por uno de los metálicos pasillos del interior del Arca con Akeyla a su lado que acuna al bebé contra su pecho y acaricia su cabecita dulcemente que reposa cerca de su cuello.

Akeyla que no perdía detalle a su alrededor jamás había estado en un lugar así y realmente estaba fascinada.

Bellamy que llegó al final del pasillo se detuvo delante de una de las puertas y la abrió despacio encendiendo la luz antes de hacerle un gesto a la chica para que pasase.

La joven floukru se mostró algo recelosa al principio pero la expresión en el rostro de Bellamy la tranquilizó y se acercó un poco atravesando el umbral de la puerta.

La habitación era como todas en el Arca no extremadamente grande pero si acogedora. Había una cama de buen tamaño con suaves sabanas marrones y una manta, una cómoda con una lampara encima no muy lejos de allí apoyada contra la pared. Una mesa, un par de sillas, un sillón y algunos estantes cerca de un aparador.

Akeyla no pudo evitar fijar su mirada en algunos de los hermosos dibujos colgados de la pared, los había casi por todas partes.

—Son preciosos, ¿los has hecho tú? —preguntó ella acercándose a uno que mostraba la Torre de Polis sobresaliendo por encima del espeso bosque.

Había oído hablar muchísimo de ella más nunca la había visto y distinguió el imponente edificio porque era el lugar más alto de cuantos quedaban en pie por allí.

Bellamy que se dio cuenta de la forma en la que admiraba los dibujos bajó la mirada un segundo negando.

—No, mi... —no, Clarke ya no era su novia, no podía adjudicarse un merito que ya no le pertenecía—. Mi amiga, Clarke...

Akeyla que escuchó ese nombre se volvió para verle sonriéndose suavemente al reconocer el nombre.

—¿Hablas de Wanheda? —preguntó ella con admiración—. Lincoln nos habló mucho de ella. Es muy apreciada por todos aquí, acabó con la Gente de la Montaña poniendo fin a la masacre de nuestro pueblo, mi gente la venera por eso.

Bellamy que sintió un nudo en la garganta al recordar el incidente intentó poner buena cara y asintió. Él había sido parte de aquella matanza y no era precisamente orgullo lo que sentía por ello. Prefería no remover ese tema.

—Ahora está en Polis, pero no le importará que os quedéis aquí —murmuró Bellamy haciendo un gesto hacia la cama dándose cuenta de que con el niño en brazos no podría deshacerla—. Espera, te ayudo...

Akeyla que le vio acercarse a la cama y apartar hacia un lado las sabanas y la manta haciéndole sitio antes de apartarse de nuevo se sonrió un poco besando al pequeño Dayon en la cabecita antes de acercarse y extenderle entre sus brazos para dejarle sobre el mullido colchón, cubriéndole un poco para que pudiese dormir abrigadito.

Bellamy que vio enseguida como el bebé se volvía hacia un lado buscando el calor de Akeyla y como se aferraba con las pequeñas manitas a las sabanas ajeno a cualquier cosa o problema que pudiese estar a su alrededor sucediendo se sonrió no recordando la última vez que había visto a su hermana pequeña dormir así.

—Que suave es... —apreció Akeyla al deslizar la mano por las sabanas presionando suavemente las manos contra el colchón, nunca había sentido nada igual—. ¿Hay más así o lo hicisteis para Wanheda?

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora