414. Justicia

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La gélida bruma parecía volverse más densa por momentos, a medida que el pesado casco del barco se abría paso entre las gruesas placas de hielo desquebrajándolas, y separándolas entre si al tiempo que lo hacían las otras naves que lo flanqueaban.

Ontari que sentía la fría brisa en el rostro se mantenía en pie sobre la proa escuchando tras de si, como los guerreros trakaras se ocupaban de las velas y de mantener en condiciones el funesto barco.

La débil pero copiosa nieve, volvía a cernirse sobre ellos y la crudeza del invierno calaba bajo las gruesas capas de piel.

Keryan había ordenado para ella una zona acomodada que Ontari rehusó mientras su guardia personal tuviese que soportar las duras condiciones de la larga travesía en manos de la mar.

Ciento cincuenta de los mejores guerreros de la Nación del Hielo ocupaban parte de su regía embarcación y las embarcaciones colindantes formando una curtida y selecta guardia personal.

Ciento cincuenta hombres y mujeres era todo cuanto Roan, Príncipe de Azgeda había conseguido negociar con la joven Reina del Hielo la cual en un principio tantos no quería arriesgar.

Implacables y fieros, no dudarían en sacrificar su vida por lealtad a ella, a su Nación todos y cada uno de ellos con mucho más que perder que ganar y aún así deseosos de cumplir con su deber para con su reina.

—Te va a escuchar, calla... —susurro una joven Costia mientras estrechaba a un pequeño y malherido Keryan entre sus brazos acurrucada en un rincón de la celda.

—Quiero irme de aquí... —sollozo el niño desconsoladamente en voz muy baja abrazado a su cuello mientras las heridas aún le sangraban—. Quiero irme a casa...

Costia que cerro los ojos al escucharle, se lamentó posando los labios sobre su húmeda mejilla tratando de transmitirle todo su pesar y su cálido consuelo.

—Deja de llorar... —interrumpió una baja voz desde otro frío rincón de la destartalada celda.

Costia que levantó la vista asustada ni siquiera se había percatado de la presencia de aquella pequeña y sucia niña que les observaba abrazada a sus rodillas desde el otro lado de la oscura y pútrida habitación.

—No servirá de nada...—volvió a decir la niña lacónicamente con las marcas de la Nación del Hielo frescas aún en su rostro—. Aquí nadie volverá nunca a su casa...

—Daiarah...

Ontari nada más oír eso se volvió tan rápidamente que Keryan solo tuvo tiempo a sentir la afilada hoja sobre su garganta.

—Soy Ontari ahora —le espetó la gélida reina más duramente de lo pretendido endureciendo la expresión de su rostro.

Keryan que ni se inmutó, posó sus ojos en los suyos entreviendo aquella especie de dura batalla interna que la joven reina parecía librar consigo misma.

—Ontari —acordó él lentamente mientras despacio llevaba su mano a la suya para que apartase la daga de su cuello—. Bien...

Ontari que pareció ser consciente de lo que estaba haciendo, y de lo que había estado a punto de hacer dejó que bajase su mano al tiempo que sus ojos le transmitían aquella sensación de seguridad y tezón.

—Ya no estamos muy lejos de Terra Ianka... —pronunció Keryan sin apartar los ojos de los suyos—. Mi gente no vería con buenos ojos que le cortases la garganta a su nuevo rey justo a las puertas de la ciudad, ¿no crees?...

Ontari que tragó bajo su habitual y fría mascara de determinación e indiferencia, se obligó a desviar la mirada de él posando sus ojos nuevamente en la espesa bruma pudiendo vislumbrar algunas borrosas luces que parecían comenzar a desdibujarse a lo lejos.

Keryan que se fijó mejor en ella hizo un ligero gesto con la cabeza fijándose en como algunos de sus guerreros a lo lejos habían desenfundado sus armas al ver tal amenaza latente.

—No busco una guerra contra Azgeda, Ontari. No soy Segovax ni pretendo serlo. No busco una guerra contra ti, ni contra Heda. Mi lucha es con Roan, fue él quien arrebato la vida a Costia, fue él quien deshonro su palabra y me arrebató a mi hermana.

—Si le matas, me obligarás a aniquilaros a ti y a tu gente, Keryan —respondió Ontari serenamente antes de volver la cabeza hacia él enfrentando sus ojos—. Lo sabes, ¿verdad?...

—¿Harías eso?... —repuso él tras un breve silencio contemplando su gélido y bello rostro.

—Sabes que lo haría —contestó ella duramente observándole a los ojos—. Roan sigue siendo príncipe de Azgeda y no solo eso, es consorte de Heda. Todos y cada uno de los clanes responderían a tal afrenta y de tu pueblo no quedaría nada ni para el recuerdo...

—Solo quiero justicia —se impuso él con fiereza.

—No, lo que quieres es venganza —le espetó ella con dureza—. Y eso en Azgeda no lo vas a encontrar.

Keryan que le sostuvo la mirada desafiante se dispuso a contestar cuando ella le interrumpió bruscamente.

—Soy su líder. He de ser la mas fuerte de entre los míos. Si atentas contra Azgeda, estarás muerto antes incluso de saber que estamos en guerra —prometió la reina de la Nación del Hielo en un juramento solemne.

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora