448. Familia

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Aquel gélido frío no era nada en comparación con el que habían pasado a lo largo de su infortunada vida tanto Roan kom Azgeda, Príncipe de la Nación del Hielo y consorte de Heda como Ontari kom Azgeda, recién nombrada reina de la Nación del Hielo, pero de algún modo Roan comenzaba a sentir como este contraía sus músculos bajo la helada ropa enrojeciendo su piel otorgándole un entumecimiento impropio de ella.

Una vez más trató de jalar de las cadenas ancladas a la pared que sostenían sus muñecas para tratar de alcanzar a Ontari que yacía en el suelo.

El sopor que soportaba la helada reina estaba mucho más allá de lo natural pero el príncipe no se rendiría tan fácilmente.

—¡Despierta! —volvió a bramar Roan apretando los dientes con impotencia mientras las cadenas crujían ante sus bruscos movimientos—. ¡Ontari! ¡Ontari, abre los ojos! ¡Ontari!

No había dejado de intentar despertarla desde que les habían encerrado allí, y a pesar de sus inútiles intentos no tenía intención de rendirse tan fácilmente.

—¡Despierta!

Uno de los guerreros trakaras que custodiaba la celda comenzaba a hartarse de sus lastimosos llamados y desenvainando su espada abrió la enorme cancela de la puerta.

—¡Tú! —dijo señalándole con la espada fieramente—. ¡Cierra la boca de una maldita vez antes de que te la cierre yo!

Roan que levantó la cabeza nada más oírle endureció su mirada al escucharle tratando de ponerse en pie y soltar las cadenas sintiendo las rozaduras y la caliente sangre resbalar por sus lastimadas muñecas por el forzado amarre.

—¡Tienes que ayudarla! ¡Ayúdala! ¡No se despierta!

El fiero guerrero trakara que le escuchó esbozó una torcida sonrisa fijándose en la angustia que reflejaba su rostro.

—¿Y te preocupa eso? —la carcajada que dejo escapar el cruel guerrero al acercarse al cuerpo inmóvil de Ontari hizo que Roan se tensase aún más—. Ella es la afortunada, cuando el rey Keryan decida matarte yo disfrutaré despellejándote vivo y le haré cosas innombrables que solo la diosa Ina Anak sabrá apreciar y será entonces cuando...

Roan que sintió de pronto como la caliente sangre del guerrero trakara salpicaba sus ropas y su cara, cambió su expresión viendo atravesada la hoja de una espada justo desde la parte trasera de su cráneo hasta cortar la mitad de su rostro completamente enterrada.

—Cuando desees matar a alguien, matale —susurró Halena arrastrando sus palabras con furia junto a su oído—. No te quedes ahí parado como un necio explicandoselo.

Los ojos de Roan se abrieron de par en par viendo como Halena apoyaba el pie de su espalda y con una brusca patada le arrancaba la espada dejándole caer al suelo ante ellos.

—¡Halena!

Halena que se paso la mano por el rostro apartándose la caliente sangre que del guerrero había manado, soltó la espada al tiempo que se acercaba rápidamente a Ontari.

—¿Todavía respira? —preguntó la chica nada más colocar la cabeza sobre su regazo, llevando la mano primero a sus labios para sentir su aliento y luego llevándola a su corazón el cual parecía latir ralentizadamente—. Ontari, Ontari eh te vas a poner bien, te vas a poner bien, te pondrás bien —insistió ella rebuscando entre sus ropas hasta sacar un frasco con un liquido azul intenso que había encontrado entre la amplia sección de venenos y antídotos que Ontari había heredado de la cruel reina Nia y en la cual era toda una experta—. Ten, bebe, tienes... tienes que beber —insistió aun más ella abriendo sus labios para verter el contenido.

—¿Está respirando? —preguntó Roan angustiado al verla hacer eso ignorándole—. ¡Halena! ¿Respira?

Halena que dejo vaciar el resto del antídoto en su boca pego su oído de su corazón, dejando caer el frasco en el suelo volviendo a apoyar la mano sobre su rostro y su corazón.

—Vamos, Ontari, vamos despierta —susurro en voz baja ella viendo como su palido rostro no parecía reaccionar—. Despierta, despierta, vamos...

—¡Halena! —gritó Roan al tiempo que veía a otro de los guerreros trakaras atravesar la puerta espada en mano.

Halena que dejo caer la cabeza de Ontari de su regazo se levantó de golpe retrocediendo ante el primer ataque del fornido hombre evitando que un fatídico corte la cortase en dos.

Un nuevo intento hizo que Halena se agachase y que la espada chocase con fuerza contra la pared. La joven se movió por la estancia tratando de esquivar un nuevo ataque que el guerrero profirió con un bramido de furia y tropezando con una de las cadenas Halena cayó hacia detrás.

—¡Halena! —gritó Roan presa de la angustia al verla indefensa a sus pies.

—Unas últimas palabras niñita... —se burlo el enorme guerrero alzando la espada a punto de enterrarla sobre su pecho.

—Unas que vas a recordar siempre —escuchó decir a sus espaldas al tiempo que se volvía y Ontari movía la afilada espada de Halena haciendo rodar su cabeza por el suelo—. En momentos así, no conviene perder la cabeza.

Halena que alzó la mirada de aquella cabeza hacia arriba viendo a una Ontari algo más pálida y tácita de lo habitual sujetando aún su ensangrentada espada se puso en pie rápidamente yendo a abrazarla.

—¡Ontari!

Aquel abrazo se le hizo desconocido en un primer momento pero tras un breve segundo dejo caer la espada al suelo junto al decapitado cuerpo y se lo devolvió temblorosa y tácita con la misma necesidad que ella se lo había dejado entrever.

—Todo esta bien, todo... todo va a estar bien —pronunció Ontari fijando la mirada en los ojos de Roan encadenado a lo lejos que las contemplaba con impresión en el rostro—. Nadie va a poder con nosotras, nadie.

Y así sería, Ontari jamás permitiría que nadie dañase a Halena, y Halena jamás volvería a permitir que nada malo le ocurriese a ella.

Aquello iba mas allá de la lealtad, de la promesa.

Aquello era lo que conllevaba el amor, la familia e irremediablemente, Halena se había convertido en familia.

En hogar, y no solo para Lexa y Ontari, no solo para Clarke y Eilan, Roan también comenzaba a sentirlo como tal.

—Salgamos de aquí —pronunció él pudiendo respirar nuevamente al verlas a las dos sanas y salvas, irían a por Eilan y recompondrían todo cuanto de Azgeda quedase en pie.

Los trakaras se arrepentirían de haber cruzado aquellas aguas para confrontarles a ellos.

Jus drein, jus daun se volvería más real que nunca.

Aquella era su familia, y les protegería con su propia vida.

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora