389. Sangre De Nuestra Sangre

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El sol había comenzado a ascender en el cielo cuando Akeyla se disponía a salir de la sala médica. Abigail había vuelto a chequearla ya que quería asegurarse de que todo estuviese bien antes de permitirle volver a su habitación como Jackson pretendía hacer desde un principio aquella mañana.

Había recibido la visita de Luna que quería saber como estaba yéndole con el tratamiento que Abby le había puesto y confiaba en que hubiese mejorado durante aquel breve periodo de tiempo. Luna se preocupaba mucho por los suyos, tanto que se había llevado nuevamente a Jarek y a Dayon con ella mientras.

A decir verdad, Akeyla se encontraba mucho mejor aquella mañana. Había podido descansar el resto de la noche tras dormir a los niños, había podido ducharse y desayunar algo. Y había recibido de buen agrado a Raven que le había llevado algo de ropa suya para ocultar las marcas que sin querer Derrick le había dejado, no por su gente, ellos estaban acostumbrados a verla así en ocasiones pero si por los niños. Pretendía evitar que se impresionasen o preocupasen innecesariamente con eso.

Se sentía extraña vestida de aquella forma. Raven le había prestado una camiseta blanca de manga larga y unos pantalones grises claros que parecían sentarle como un guante.

Su cabello seguía siendo una maraña de ondulaciones, lisos y trenzas que enmarcaban un bello rostro, cuya sonrisa con la visita de los niños parecía haber sido devuelta.

En eso justo estaba pensando cuando se disponía a salir al pasillo justo cuando Lexa se disponía a entrar.

Nada más chocar con ella, Akeyla retrocedió reaccionando instantes después al darse cuenta de quien era.

—Heda... —musitó ella inclinando ligeramente la cabeza en señal de reverencia.

La Heda de los Catorce Clanes que se había decidido a acudir a verla tampoco esperaba encontrarse allí de pie con ella, mucho menos aún vestida de aquella manera.

Fijándose en aquel hermoso rostro que apenas se atrevía a devolverle la mirada, Lexa pudo atisbar algunos rasgos suyos en ellas. Nimios, insignificantes pero existentes al fin y al cabo.

Ver a su sangre vestida de aquella manera, sin marcas, tatuajes significativos o cicatrices visibles la fascinó en cierta manera. Era tan suya y a la vez tan ajena...

—Puedes llamarme Lexa, si lo deseas... —se atrevió a decir la Comandante cautelosamente tras unos instantes de incomodidad entre ellas.

Aunque aquella inclinación y reverencia, fuese tan solo una muestra de respeto hacia ella, le parecía inapropiado que lo hiciese, no ahora que sabía quien era.

—Si, Heda...—repuso Akeyla sin atreverse a mirarla directamente no olvidando ella lo que representaba y lo que era.

Lexa que permaneció observándola en silencio no supo bien que decir en aquellos momentos. Había tanto que le gustaría preguntarle, tanto que querría saber de ella... que su torpeza le impidió hacerlo de otra manera.

—Juro que no sabía de tu existencia... —dijo Lexa sonando más a disculpa que a soberbia—. De ser así yo... yo jamás habría permitido que permanecieses en sus manos, quiero que lo sepas.

Akeyla que escuchó aquello está vez si que levantó la mirada para verla. Su padre no había querido contarle demasiado sobre su relación con Lexa pero aquellas palabras habían abierto la veda.

—¿Qué fue lo que te hizo? —preguntó ella sin comprender la dolida manera en la que su rostro le apartaba la mirada—. ¿Qué fue lo que nuestro padre te hizo para que le odies de esa manera?...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora