382. Eres La Razón De Mi Existencia

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La luna brillaba blanca e intensa en el cielo de Arcadia esparciendo su pálida luz por todas las extensas tierras que ahora componían el territorio Skykru y Floukru.

Solas en la habitación que conservaba aún en el Arca, Clarke y Lexa permanecían juntas y a solas. Lexa había llegado a un punto donde solo las palabras iban a ser capaces de liberar su alma de aquel pesar que ahora la embargaba.

Clarke había sido paciente, había estado a su lado y de ningún modo la había querido presionar. Lexa necesitaba expresar por si misma aquello que la atormentaba, y ver a Akeyla así había sido demasiado para ella.

Por otra parte, Clarke sentía una necesidad tan grande de protegerla, de velar por ella que era incapaz de entender como era posible que su familia hubiese permanecido alejada de ella durante tantos tiempo sin preocuparse por ella. Lexa debía haber sufrido mucho con aquella ausencia aunque sospechaba que los verdaderos motivos de su sufrimiento eran otros que ella no se atrevía a revelar.

El pulgar de Clarke recorrió suavemente la amoratada mejilla de Lexa, llevándose consigo los rastros de la última lágrima que la Heda de los Catorce Clanes había desprendido de sus verdes, y hermosos ojos recostada contra la almohada cuando movida por aquella necesidad de protección, Clarke se inclinó posando sus labios suavemente sobre ella.

Cuando Lexa sintió el suave contacto de sus labios en su caliente mejilla cerró sus ojos y algo en su interior se rompió, se desquebrajo...

Ella era Lexa kom Trigeda, sucesora de Anya kom Trigeda, Comandante de la Sangre y Heda de los Catorce Clanes, precursora de la Coalición. Ella era la mujer más poderosa, peligrosa y justa que el mundo hubiese conocido jamás y aún así, en aquella cama junto a la embajadora del Pueblo Celeste y el verdadero amor de su vida se sentía como una niña pequeña, frágil y desdichada.

Alguien tan débil y vulnerable que la avergonzaba con solo respirar... Aunque para Clarke kom Skykru, embajadora del Pueblo Celeste en Polis no era así.

Ser capaz de llegar a Lexa de la manera en la que ella había logrado hacerlo era toda una proeza para ella. Una que por lo que sabía muy pocos habían tenido la suerte de experimentar, y se sentía afortunada por poder compartir esta clase de momentos con ella.

Clarke que muy a su pesar también había experimentado lo que era el dolor, esa clase de dolor no solo físico, sino emocional, el cual te impedía hasta respirar entendía bien que su alma estaba tan herida, que ni siquiera aquella aparente paz podía traerle calma.

Clarke que había experimentado alto tan horrible y atroz que siempre la atormentaría, ella cuyo dolor jamás creyó poder superar en lo único que pensaba en aquellos momentos era el llevarse el de Lexa consigo.

En brindarle el consuelo que ella no había tenido, la comprensión de la cual se había visto en innumerables ocasiones privada y el amor el cual tanto anhelaba.

Quería brindarle los cuidados, la serenidad y la protección que ella tanto había deseado tener y no tuvo en sus peores momentos y quería además que ella jamás tuviese que volver a sufrir la soledad que sentía que sufría...

Lexa era algo más que un instrumento de poder como la gran mayoría la veía. Era una persona, era humana, era sentimientos, emociones, un ser único y lleno de virtudes y defectos que la convertían en algo tan valioso y admirable como a cualquiera de los demás.

Lexa, su Lexa... era absoluta y definitivamente maravillosa y cualquier dolor propio, Clarke lo sentía ahora muy lejano pues solo el de Lexa, importaba.

La Heda de los Catorce Clanes era e iba a seguir siendo la mayor de todas sus prioridades, estaba más que convencida de ello. Lexa sería su prioridad hasta la eternidad...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora