394. Debí Ser Yo...

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El sol brilla en lo más alto del cielo de Polis, cuando Halena avanza por uno de los pasillos con la mano presionando ligeramente la venda de su estomago.

Los rituales funerarios que han tenido lugar por la muerte de la reina Emori han terminado hace escasos minutos, y ahora su espíritu vaga en busca de orillas mejores donde yacer en paz.

Su muerte no había sido una sorpresa para todos.

No para ella al menos.

Que su madre, la Heda de los Catorce Clanes estuviese fuera de la capital de la Coalición cuando el fatídico acontecimiento ocurrió, en cierta manera la tranquilizaba.

Habían demasiadas cosas que estaban ocurriendo a la vez en aquel momento, demasiadas que se le escapaban, demasiadas de las que era consciente y demasiadas que sabía que hiciese lo que hiciese no podría evitar.

Ahora tenía una de las más importantes en mente.

Aranae que permanecía sentada en el suelo con la espalda apoyada contra la pared, se pasó el dorso de la mano por el rostro apartándose otra de las densas lágrimas que se le escapaban apartó la mirada al escuchar el sonido de la puerta al abrirse.

Tomando una entrecortada bocanada de aire se levantó, volviéndose hacia las puertas de la terraza intentando recomponerse un poco.

—¿Aranae? —escuchó murmurar a Halena cuando asomó por la puerta buscándola con la mirada.

Aranae que tardó unos segundos en hablar hasta estar segura de que la voz no le fallase demasiado, hizo por cerrarse mejor la chaqueta como si la hubiese interrumpido vistiéndose.

—Lo siento, no te he oído llamar...

Halena que se la quedo viendo de espaldas desde la puerta supo exactamente lo que había estado haciendo.

—Porque no lo he hecho —repuso la joven Jusheda bajando un poco la mirada—. Apenas has salido de aquí, solo quería saber si estás bien.

—No soy yo quien está herida —murmuró quedamente Aranae apartándose para ir al armario a por ropa limpia para darse un baño.

Halena que se llevó la mano al vientre cerró sus ojos por un instante mientras un eco de dolor le recordaba que así era.

—Hay muchas clases de heridas...—murmuró Halena elevando la mirada para verla, era evidente que prefería que no estuviese allí—. Algunas sanan rápidamente, otras perduran más tiempo aún cuando han desaparecido de la piel...

Aranae que abrió el armario sin mirarla, contempló las prendas colgadas dentro e hizo por escoger.

—Lamento no haber asistido al funeral de Emori, quise haberlo hecho pero...

—No te disculpes, no hay necesidad alguna de hacerlo, de mentir... —la interrumpió Halena contemplándola a lo lejos—. No a mi...

Las manos le temblaron a Aranae y esta tuvo que cerrar sus ojos para mantener las lágrimas a raya sintiendo como se le encogía el corazón.

—Lo que mi hermana les hizo... lo que te hizo a ti... —la voz se le quebró y las lágrimas comenzaron a resbalar por su avergonzada cara—. Yo... no hay palabras que expresen cuanto siento el dolor que Hashelee causó... yo no... no imaginé que ella fuese capaz de algo así, yo...

Halena que se dio cuenta de lo que ocurría en ese momento cruzó la habitación dirigiéndose a ella y tomándola suavemente del brazo la hizo encarar.

—Aranae, tú no has hecho nada malo, ¿me oyes?...—insistió vehementemente Halena viéndola a los ojos—. No podías saber lo que iba a hacer, no podrías haber impedido nada, ni siquiera yo pude impedirlo...

Aranae que estaba hecha un mar de lágrimas intentó reprimirlas como pudo mientras evitaba que sus ojos se encontrasen con los suyos llena de dolor y responsabilidad.

—Tú no tienes la culpa de las decisiones que Hashelee tomó. No la tienes, no...

—Debí morir en aquel lago, debí ser yo y no mi hermano quien muriese aquel día —balbuceó entre lágrimas sacudiendo levemente la cabeza—. Debí ser yo...

Si ella hubiese muerto a manos suya, nada de eso habría ocurrido. Hashelee no la hubiese odiado, sus padres no las habrían separado y quizás aún continuase con vida.

Quizás aún Emori continuase con vida, quizás Ivory y Yakut... quizás, Halena no hubiese sufrido aquella herida y tal vez, su perdida no hubiese sido mayor... quizás...

Halena que la tomo del rostro al oírla llorar así comenzó a negar con la cabeza apartando lentamente con sus pulgares las lágrimas que rodaban por su cara.

—No, no Aranae... —susurró Halena al escucharla mirándola con comprensión y tristeza al entender que se sentía así—. No...

—Aún seguirían con vida —rompió a llorar ella muy afectada llevándose las manos al rostro para ahogar el llanto—. Aún todos ellos seguirían con vida y ella... ella aún estaría aquí... yo he hecho esto... yo les he matado, Halena... he sido yo...

Halena que sintió aquel profundo dolor que manaba de ella acortó la distancia y la estrechó entre sus brazos con fuerza sin importar el dolor que su herida sintiese.

Había experimentado antes la culpa ajena pero lo que percibía claramente de ella era... aquello era absolutamente devastador...

—No, no... Aranae, no... —la consoló ella sin dejar de abrazarla escuchándola llorar con la cara enterrada entre sus manos muy cerca de su cuello—. No es así... no es así... créeme que no lo es...—susurró deslizando la mano por su espalda para reconfortarla al tiempo que se separaba para mirarla, acunando su mejilla para obligarla a mirarla a los ojos—. Tú no has tenido nada que ver con sus muertes, ni con lo que me ha pasado a mi... el destino tiene muchas inesperadas sorpresas para ti... algunas serán malas, otras serán buenas... pero nunca pierdas la fé en que si continúas aquí es porque eres tú y no ellos, quien debe estar...

Aranae que cerró los ojos con dolor al oír aquello mientras temblaba como una pequeña hoja al viento sintió su corazón encogerse aún más con aquellas palabras suyas.

Sentía tanta culpa, tanto remordimiento... tanto dolor y rencor... que dudaba que nadie pudiese entender como se sentía en aquel desolador momento.

—Ven, tranquila... —murmuró Halena volviendo a rodearla con sus brazos cerrando sus ojos al intentar llevarse todo aquel penetrante dolor—. Todo va a ir bien, Aranae...

La mueca de dolor que Halena profirió pasó desapercibida a la joven Natblida que lloraba desconsoladamente contra su hombro dejándose abrazar con tanta necesidad.

Halena que tembló ligeramente la sintió aferrarse a ella con puro dolor y aún controlando aquellas perturbadoras ansias, lo intentó.

—Todo va a ir muy bien, ya lo veras...

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora