387. Descorazonados Sentimientos

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El aroma a flores silvestres, sándalo y otras hierbas aromática se entremezclaba con el olor a la cera derretida que sumían el ambiente del salón del trono en algo intimo, solemne y sepulcral.

Cubierta por una vaporosa tela ámbar y pálida como es costumbre ceremonial para la gente del desierto, el inerte cuerpo de Emori reposa sobre algunas pieles sobre un improvisado altar hasta donde llega una roja alfombra desde la puerta.

Sentados a ambos lados de la sala sobre sus respectivos asientos, los embajadores de los catorce clanes que componen la Coalición de Heda, guardan respeto y silencio mientras contemplan como la primogénita de la Comandante de la Sangre es ayudada a llegar al altar por Keryon y Aden y como cuidadosamente coloca algunas flores rojas alrededor de ella, símbolo de la vida que ha perdido y de la sangre renacida en la otra orilla pues no debe olvidarse que la muerte no es el final.

Treior está sentado en silencio mientras aguarda a que Aranae llegué. Ha pedido despedirse de Hashelee de forma privada y así se lo han permitido, más no acudir al funeral de una reina siendo ahora una regente sería una grave falta de respeto.

Darshan que apenas es capaz de levantar la mirada del suelo, está total y completamente sumido en la culpa, el temor y el miedo.

Khelam, el hasta ahora regente del Clan Sangedakru permanecía sentado a su lado, en riguroso silencio. El dolor que reflejaba su mirada era sincero. Le dolía haber perdido incluso antes de tenerla a la reina del desierto.

No entendía cómo, porqué había ocurrido todo aquello. Emori apenas llevaba tiempo en el trono, no tenía enemigos declarados, los embajadores habían comenzado a admirar la vehemencia con la que hablaba de su pueblo ante ellos, nadie la había amenazado, nadie le había jurado darle muerte...

¿Quién había podido hacer eso?...

¿Quién le haría algo así a ella?...

No importaba quién lo hubiese hecho, pagaría por ello. Pagaría de una forma u otra el daño que le habían hecho, así como si tuviese que eliminar a toda su estirpe de la Tierra, esa persona pagaría. Lo prometía por su pueblo...

—Abandona en paz esta orilla, Emori... —murmuró Halena cerrando sus ojos en voz muy baja y doliente antes de coger un puñadito de arena blanca comenzando a esparcirla sobre ella—. Lamentó haber fallado... lamento no haber podido protegerte...

Aden que tragó al escucharla colocó la mano instintivamente sobre su espalda para reconfortarla. No era necesario que se despidiese de ella, no de aquella manera.

—Halena...

Keryon que se apartó un poco fue a sentarse donde Treior mientras su mirada recorría la sala buscando a Darshan. El pobre chico continuaba afligido. Incapaz de moverse y de incluso levantar la vista.

El Natblida no pudo evitar como un instinto desconocido y protector manaba de lo más profundo de su ser cuando Khelam colocó la mano sobre su hombro y le murmuró algunas palabras de consuelo.

Su mandíbula se tensó ligeramente e inconscientemente Treior se fijó en como el puño de la mano se le cerraba sobre su muslo en el banco. Su mirada se elevó ligeramente viendo como Keryon les observaba a lo lejos evidentemente tenso.

Darshan sacudió la cabeza imperceptiblemente y cerro sus ojos bajando aun mas la mirada antes de apoyar la cabeza entre sus manos abatidamente.

Treior se fijó en como Keryon desviaba la mirada ante aquel gesto y como la agachaba ligeramente de nuevo.

Keryon había sido el encargado de apartar a Darshan de la multitud del pasillo donde Emori había muerto, llevándole a una de las estancias privadas para que pudiese asearse y olvidarse de aquel infierno

Él que no era nada dado a ello, había proferido palabras de consuelo y se había prestado a secar aquellas lágrimas que el Nohara había derramado en la soledad de su encierro.

¿Y ahora venía ese rey de pacotilla, ese regente de nada y se atrevía a poner sus sucias zarpas encima para atreverse a aprovecharse?...

¿Quien demonios creía que era para hacer eso?...

Un momento...

¿Quién demonios se creía él para reclamar sobre aquello? ¿A qué venía eso?...

No entendía nada, absolutamente nada de todo aquello solo sabía lo que sentía, lo que su cuerpo le pedía a gritos en silencio. Proteger a Darshan, proteger a aquel chico de ojos marrones y bellos. Protegerle del sufrimiento que estaba ocasionándole todo aquello.

Resguardarle en una cajita donde nadie pudiese volver a dañarle jamás...

Eso era cuanto sentía en aquel momento.

—¿Aranae no debería haber vuelto ya?... —susurró Treior al verle de aquella manera intentando distraerle.

—Despedirse de un hermano lleva su tiempo —repuso Keryon en voz baja viendo captada su atención—. Concedele eso...

Treior que se fijo en su mirada supo que algo perturbaba al Natblida más distante y serio.

  —No estás bien...

 —¿Y qué importa eso?... —susurro Keryon apartando la mirada con cierto recelo, cruzar ciertos limites era algo que prefería no tener que hacer y que dejaba claro siempre que podía hacerlo—. Mira a tu alrededor, Treior...

Treior sabía que no se trataba de eso pero prefirió no hostigarle con preguntas que no traerían nada bueno así que permaneció en silencio.

Algún día tal vez, Keryon querría ser uno más de ellos...

Tal vez algún día, Keryon se dignase a ser uno de ellos...

Tal vez, un día de estos...

Tal vez...

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora