362. Hermanos

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Aranae sacudió la cabeza al escucharle dejando escapar una risita en su oído mientras que Treior le murmuraba algo que la hacía sonrojar abrazado a su cintura en uno de los pasillos de la imponente Torre de Polis.

La cena había sido entretenida, al principio algo tediosa por las innumerables cuestiones que los embajadores de sus clanes insistían en discutir con ellos, pero después de que todo ello terminase la velada había sido tranquila y maravillosa.

Aquella iba a ser la última vez que cenasen todos juntos como Natblidas de Heda, la próxima vez lo harían como regente de los concedidos clanes.

Era emocionante...

Incluso durante la cena Treior había querido discutir con Halena el tema de su unión de sangre con Aranae cosa que beneficiaría a ambos clanes pero no había tenido ocasión, pues ella ultimaba con los embajadores y los regentes la manera de traspasar el mando sin necesidad de demasiados estragos para sus pueblos.

Bueno, ya tendrían ocasión de hablarlo.

Estaba decidido y no le preocupaba su respuesta, pues Halena les apreciaba como iguales y respetaba sus decisiones. La heredera de la Coalición, confiaba plenamente en ellos y lo había demostrado una y otra vez con sus gestos.

Aranae merecía todo cuanto pudiese darle y estaba dispuesto a hacerla tan feliz como tan solo él querría que fuera.

Treior la amaba tanto...

La deseaba tanto...

Aranae jamás se había sentido más mimada y consentida antes. Treior la trataba como la reina que ahora sabía que era pero la hubiese tratado igual siendo una humilde sierva porque para él, ella era una diosa por la que hacía demasiado tiempo que sentía devoción.

Ella por su parte había comenzado a sentir lo que era el verdadero amor. En nada se parecía a lo que había sentido por Aden. Su mente, su corazón, su cuerpo... toda ella había comenzado a pertenecer a Treior del mismo modo que Treior había comenzado a pertenecerle solo a ella.

Era feliz...

Realmente feliz...

—Y las habrá... todas las que quieras... —murmuró Treior con una sonrisa muy cerquita de sus labios viéndola a los ojos con admiración apartándole una de las largas ondas de oscuro cabello de la cara para besarla—. Serán un regalo de tu pueblo para su reina, estoy seguro de ello.

Trishana Kru, el Clan del Bosque Resplandeciente la obsequiaría con miles de mariposas azules e incandescentes propias de sus bosques como mandaba la tradición y ella se maravillaría con ellas el día de su unión de sangre.

Había sido un detalle de la Heda de los Catorce Clanes haberle concedido ese clan a ella sabiendo de su admiración por sus bellos bosques. Uno que Aranae jamás olvidaría.

Treior por su parte, había sido premiado con el Clan Yujleda. Sus verdes bosques, las anchas y frondosas hojas por las cuales había obtenido su nombre llenaban la espesura del suroeste hasta donde alcanzaba la vista.

—Y llenaremos mis bosques con ellas —murmuró Treior volviendo a besarla muy dulcemente.

—Nuestros hijos crecerán en esos bosques y jugaran con ellas algún día —murmuró Aranae con una embelesada sonrisa jugando cómplicemente con los botones de su chaqueta.

Treior que la escuchó le acarició el rostro cariñosamente divertido.

—¿Nuestros hijos? —planteó divertido al escucharla un tanto sorprendido de que fantasease con ello.

—Todos ellos... —bromeó Aranae robándole un divertido beso.

—¿Todos? —bromeó Treior arqueando una ceja fingiendo sorpresa—. ¿Cuántos van a ser?

Aranae al ver su cara de fingido susto estalló en risas teniendo que cubrirse la boca.

—Creo que la charla acaba aquí, he de irme a dormir. Iré a hablar con Halena por la mañana.

—Yo creo que bajaré un rato a ver como está Darshan, no ha querido apenas cenar —la besó él muy dulce y largamente—. Te veo mañana...

—No, si antes te veo yo... —bromeó Aranae dándole un último y fugaz beso, separándose de él para dirigirse a lo lejos y entrar en su habitación.

Treior que se sonrió viéndola alejarse hasta entrar en la habitación, no pudo ni creerse la suerte que había tenido al ser merecedor de su amor y se dirigió a las escaleras para descender en busca de Darshan.

El chico parecía algo deprimido desde que llegó. Apenas había querido salir de su habitación, incluso relacionarse de alguna forma con ellos. Echaba de menos a su hermano, eso era evidente y la tristeza reflejada en sus ojos lo decía todo.

Quizás una buena charla le animaría en lugar de tanta soledad y reflexión...

Aranae que cerró la puerta tras de si aún sonreía cuando al avanzar se resbaló cayendo bruscamente de bruces al suelo.

Algo húmedo y pegajoso manchó su mejilla y cuando desconcertada apoyándose en sus manos se incorporó, su expresión cambió al ver el cuerpo de Ivory pálido y desangrado no muy lejos suyo.

Resbalando entre la sangre se apresuró a incorporarse pegándose a la puerta buscando con la mirada la espada de Keryon la cual estaba más cercana antes de separarse de la puerta y afianzarla entre sus temblorosas manos cargada de tensión.

¿Qué había ocurrido allí?...

¿Qué había pasado?...

¿Quien había hecho algo así?...

Las brisa movió la desvaída y vaporosa cortina que se iluminó ligeramente por la cálida luz de las velas.

Una oscura figura entre las sombras de la habitación dedicada a los Natblidas la observó desde un rincón.

—Imagina la sorpresa en la cara de la pequeña Ivory... —irrumpió deleitosa una melodiosa voz que resonó por toda la habitación contemplando su ensangrentado cuerpo—. Al sentir la afilada hoja aprestada en su cuello... de la mano nada menos... que de su única amiga en el mundo...

La respiración de Aranae se entrecortó y tembló aún más al reconocerla.

—Hashelee...

La furtiva Natblida salió a la luz sin apartar sus ojos de ella con una complacida sonrisa en el rostro y en la mano aún la daga que le había arrebatado la vida a la pequeña.

—¿Me echabas de menos, hermana?...—preguntó cargada de una sonrisa llena de malicia y pretensión que hizo cambiar aún más el rostro de su hermana.

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora