419. Redención

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Cuando Akeyla consiguió abrir los ojos el primer rostro que vio fue el de Lexa a su lado, la Comandante de la Sangre y Heda de los Catorce Clanes parecía extenuada, más no había querido apartarse de su lado más allá de lo que sus obligaciones lo requerían.

Parpadeando lentamente aletargada aún por las medicinas, lo siguiente que vio fue a Abigail hablando a lo lejos con Bellamy ambos parecían inmersos en una discusión que no llegaba a intuir.

Akeyla sintió la boca algo seca al tragar saliva pero fue incapaz de hablar o de pedir agua más allá de la debilidad que sentía. Sus ojos intentaron cerrarse nuevamente pero se esforzó por volverlos a abrir y al tratar de mover su mano sintió dolor en el brazo.

Estaba conectada a algo mediante una gruesa aguja, una especie de aparato extraño que emitía un sonido extraño, bronco y constante.

Alguien se inclinó sobre ella y su sombra hizo que cerrase los ojos justo antes de sentir unos gruesos labios posarse sobre su frente.

—Tranquila... —escuchó murmurar a una voz familiar masculina y grave—. Estoy aquí...

Lexa que había evitado el mirarle hasta aquel mismo instante, elevó la mirada clavándola duramente en él al escucharle.

—Estamos aquí... —rectificó Zaffron al darse cuenta de su banal error—. Estamos contigo, Keily...

Akeyla que trató de hablar no pudo, entreabrió sus labios dispuesta a emitir alguna palabra, la que fuese pero sencillamente no tenía fuerzas para hacerlo.

Lexa desvió la mirada al verla hacer tal esfuerzo y se concentró en continuar respirando. Solo imaginar los labios de Zaffron rozando su piel, se le revolvía el estomago y le hervía la sangre, más aún siendo testigo de la familiaridad con la que trataba a su hermana.

Zaffron había jurado y perjurado que había cambiado, que nunca había lastimado de modo alguno a sus nuevos hijos, que nunca podría y Luna, había confirmado que jamás en los veintiún años que Akeyla tenía le había visto ponerle la mano encima o castigarla duramente de forma alguna. Ni a ella, ni a Jarek ni a Dayon.

Lexa entendía que Luna jamás lo hubiese permitido pero aún así, le costaba ver en Zaffron al nuevo hombre que ella retrataba. Le costaba el hecho de ver un mero hombre sin maldad.

—La sanadora me ha explicado lo que ocurre con tu sangre... —murmuró Zaffron junto a la camilla cogiendo su mano entre las suyas—. Te debo una disculpa...—pronunció sincero tras unos instantes de silencio viendo a los ojos a su hija mediana—. Os la debo a las dos...

Lexa que levantó la mirada del suelo al escucharle volvió la cabeza quedándosele viendo al otro lado de la camilla sin mutar su expresión aunque con la sorpresa reflejada en sus ojos.

—No he sido el hombre que debería haber sido, no he sido ni de lejos el padre que merecíais ninguna de las dos. Sé que te hice daño en el pasado, más de lo que me gustaría reconocer, más de lo que merecías soportar... —murmuró arrepentido viendo a Lexa a los ojos—. No quiero tu perdón, no lo merezco aunque lo necesito y sé que he de vivir con las malas decisiones que tome en aquellos momentos. Era débil, era cobarde y era un ser grotesco. Ignore tu dolor, ignore tu necesidad de protección y permití que tu vida fuese un infierno. Me avergüenzo por ello, y no hay mayor dolor que el que siento al pensar en ello.

Akeyla que sintió como las temblorosas manos que sujetaban la suya aflojaban notó como una lágrima caía sobre su brazo. Zaffron, su padre estaba llorando como nunca antes lo había hecho ante ella. Ni siquiera cuando perdió a su querida madre.

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora