El cielo nocturno de Azgeda brillaba con millones de estrellas que la bruma parecía querer ocultar con su vaga espesura. El gélido aire tenía un matiz algo más denso mientras continuaban ardiendo las cruces apostadas por la extensa costa a medida que las horas se sucedían.
Roan que permanecía de pie en lo alto de la Fortaleza del Hielo, tenía la mirada puesta en el mar cuyos barcos eran ahora menos. Algunos se resistían a abandonar aquellos mares a pesar de lo que su reina había hecho a su aclamado rey.
Nadie sabía qué sucedería, nadie sabía de qué eran capaz aquellos extraños invasores pero lo más peligroso de todo era su proclamada intención de atribuirse aquellas tierras.
Sus gentes, los pocos guerreros que habían visto de cerca tenían un aspecto salvaje, indómito y atroz nada parecido a ellos. Agrestes, bravos e indomables, brutos feroces e indomesticables. En definitiva, chacales peligrosos y crueles, invasores y perturbadores de paz.
Nuevos enemigos de Azgeda, y por ende de la Coalición de la Heda de los Catorce Clanes y él mismo, su consorte.
Numerosas velas titilaban por la fría habitación de la ahora reina, Ontari kom Azgeda, aquella en la tantas y tantas otras veces había estado a hurtadillas de su madre la reina Nia, y en la cual su amor había florecido a escondidas dando lugar incluso a un heredero de la Nación del Hielo.
Velas que titilaron con la suave brisa que se coló cuando Ontari entró y cerró la puerta.
Cuando Roan se volvió hacia ella asomado aún a la pequeña terraza perdió el aliento.
Ontari se había despojado de la larga capa y llevando las manos a su pecho había desabrochado el prieto abrigo que no tardó en lanzar a un lado sobre el suelo sin dejar de sostenerle la mirada.
—Algunos barcos se han ido, otros se resisten a marchar...
Ontari que le contempló fríamente largos instantes en silencio ladeó ligeramente la cabeza al oírle, sintiendo como a Roan perdía la voz la boca al verla vestida de aquella manera.
Estaba total y absolutamente exquisita, vestida tal y como sabía que le gustaba a él.
Roan que no perdió de vista cada pequeño detalle de su entallado atuendo, se maravilló al ver como el oscuro cuero curtido se le pegaba a la desnuda piel ajustándose allí donde era necesario, y otorgandole un aire peligroso que a él le hacía hervir la sangre.
Roan no tardó mucho en cruzar el umbral de la puerta adentrándose en la habitación sin dejar de mirarla.
—Aún faltan algunas horas más para que el sol corone el cielo...—la voz de Roan se tornó algo ronca viendo como el ceñido corset negro se cruzaba sobre su apretado pecho y su dorada piel subía y bajaba acrecentándose a cada inadvertida respiración—. Imagino que será cuestión de horas que desaparezcan.
—¿Y a ti quien te ha dicho que tengas que imaginar nada? —le espetó fríamente ella con un ardiente brillo nada desconocido para Roan en su mirada.
Roan que se estremeció al sentirla moverse de aquella sibilina manera, cruzó la habitación dirigiéndose a ella.
—Ontari... —murmuró casi en una suplica entrecortada.
Él quería explicarse, necesitaba explicarse con ella. Más, no había ninguna explicación que dar.
Lo había hecho mal con Lexa, había aprovechado un momento de debilidad para afianzar su posición y lo había hecho a conciencia.
Había cruzado límites que nunca creyó cruzar y además había obviado lo que sentía por ella.
No tenía excusa alguna para lo que había hecho. No tenía excusa aunque aún podía exculpar a Lexa.
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Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)
Fanfiction#1º Premio The 100 Awards 2016. #Premio Prime 2017 Distinción Fluidez En La Trama. #1º Premio Fanfic PremiosParati17. #Nominación Triologías Premios Pluma 2017. #3º Premio Fanfic Saturno Awards 2019. Grandes...