388. Palabras Que Hieren

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Cuando Clarke abandonó su antigua habitación en el Arca las primeras luces del día clareaban el cielo. Estaba sonriente, relajada... incluso podría decirse que mucho más feliz de lo que lo había estado en mucho tiempo.

Lexa era maravillosa en todos los sentidos de la palabra. Era única, era sublime y majestuosa y en su corazón todo eran halagos para ella.

Lo que había comenzado siendo una noche devastadora y triste había terminando siendo una de las mejores noches de toda su corta existencia.

Con sus besos y caricias, con sus palabras y cuidados, la Heda de los Catorce Clanes había conseguido no solo brindarle la paz y el amor que tanto necesitaba Clarke en aquellos momentos, sino que además había logrado algo mucho más importante, reconciliarla con su cuerpo.

Era extraño porque entre aquellas sabanas, habían perdido hasta la noción del tiempo y es que Lexa necesitaba reconciliarse tanto con su pasado como lo necesitaba ella.

Clarke había compartido algunos miedos y temores con ella, había apaciguado sus ansias, su culpa y le había devuelto buena parte de su fuerza. Lexa al contrario que ella, había tratado de ocultar y reprimir ante la legendaria Wanheda cuanto suponía la presencia allí de Zaffron para ella.

Lo perturbador que era descubrir como él había cuidado con esmero, dedicación y paciencia a aquellos dos niños ignorándola completamente a ella.

Lo duro que había sido quedarse sola con aquella mujer que ella era incapaz de llamar madre y lo tortuoso de su ausencia.

En un principio, Clarke había tenido el detalle de no comentar nada mientras sus trémulas manos desnudaban a la poderosa Heda de los Catorce Clanes, pero en su interior se había quedado conmocionada al descubrir la pronunciada cicatriz que atravesaba su tersa piel desde el nacimiento de su clavícula hasta por encima de su pecho izquierdo y que Lexa parecía querer disimular con las hermosas ondas que la humedad del lugar había formado en su pelo.

Había pequeñas marcas, heridas de entrenamiento y de guerra de las que ella no parecía tener problema alguno en mostrarlas pero cada vez que Clarke besaba su piel o acariciaba cerca de aquella zona, la joven Comandante se tensaba por temor a la pregunta cuya respuesta jamás querría darle.

Clarke ya lo había pasado suficientemente mal en su vida, no necesitaba hacerla participe de lo horrible que había sido la suya cuando era una niña pequeña.

Quería protegerla, quería hacerlo a toda costa sin importarle el precio o la entrega. Lexa quería protegerla...

Y Clarke se moría por protegerla a ella, antepondría cualquier cosa, cualquier persona con tal de no volver a ver una sola lágrima de Lexa. Ella era su vida, la única razón de su ahora justificada existencia.

La única persona capaz de destrozarle el alma o recomponerla a su antojo y aún así a la única que se lo toleraría...

Clarke hubiese querido preguntarle, indagar más profundamente en su vida pero había aprendido bien que eso solo lograría cuestionarse todo a Lexa y probablemente recular en gran medida.

La Heda de los Catorce Clanes era totalmente libre de compartir con ella todo cuanto quisiese y Clarke no se ofendería por no obtener más de lo que ella quisiese ofrecerle.

Estaba completamente loca y enamorada de ella afianzar su relación como lo habían hecho hacía que el corazón le quisiese estallar de felicidad, emoción y alegría en el pecho.

Se sentía liberada, exultante... se moría de ganas de conseguir algo de desayuno para Lexa y poder regresar junto a ella a la cama.

Cierto era que había mucho que enmendar, mucho con lo que lidiar en aquel momento, más ahora mismo su única y principal prioridad era Lexa.

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora