355. Tal Vez

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Aden dejó caer la puerta de la habitación dedicada a los Natblidas y se dirigió a su cama para dejar su chaqueta y cambiarse. Llegaba tarde a la cena aquella noche, se había entretenido en su primer paseo en solitario por Polis.

Sus mercados, sus calles... todo cuanto se le había destinado a defender pero que nunca antes había conocido, había tomado contacto con él aquella misma tarde.

Nada había llamado tanto la atención de Aden como la presencia de gente sencilla pululando tranquilamente por las calles.

La última vez que fue testigo de algo semejante fue ya hace algún tiempo atrás cuando la unión de sangre entre Roan, Príncipe de Azgeda y la Heda de los Catorce Clanes tuvo lugar, otorgando a toda Polis de alegres celebraciones a las que se les permitió acudir.

Había disfrutado mucho del paseo. Habría querido poder compartirlo con alguien, la imagen de Halena caminando junto a él era algo que había anhelado mucho. Algo que le habría gustado ver.

Sabía que lo había estropeado todo con sus dudas, con sus estupideces y sus derroches de soberbia impropios de él. Lo sabía muy bien, aún así deseaba con todas sus fuerzas poder cerrar los ojos y regresar a un pasado que le parecía ahora demasiado lejano y enmendarlo.

Aranae que salía del baño en aquellos momentos pasándose el cepillo por la larga melena negra se detuvo al verle allí.

Llevaba un vestido impropio de una Natblida, regalo de Halena por su nueva posición como regente de un clan y un ligero rubor cubría sus mejillas dotándolas de algo de color.

Negras pinturas remarcaban sus grandes y castaños ojos mientras se acercaba a la cama para recoger la suave gasa de color azul que terminaría de completar el vestido.

—No sabía que hubiese nadie aquí... —murmuró Aranae deteniéndose a mitad de habitación al verle allí.

Aden que se había quedado completamente parado al verla así no pudo ni contestar. Aranae que se dio cuenta de la forma en la que la miraba apartó la mirada para ir hacia su cama.

—No hagas eso, Aden...

—¿Hacer qué? —reaccionó él entrecortadamente al oírla.

—Ya sabes el qué —respondió ella dejando el cepillo en la cama para coger la capa—. Estoy con Treior.

El rostro de Aden cambió de la pasmosidad a la sorpresa en un segundo ante aquellas palabras.

—¿Qué?

Aranae que respiró hondo mientras armaba la capa cerro sus ojos por un instante obligándose a serenarse un poco antes de volverse a mirarle.

—Treior y yo estamos juntos ahora y en cuanto las cosas se calmen, le pediré a Halena y a Heda su consentimiento para unir mi sangre a la suya así como mi clan.

Aden que se quedo completamente quieto al escuchar eso tragó un poco. ¿Cuando había ocurrido todo eso? ¿durante su paseo? No le molestaba pero a decir verdad, le resultaba un poco sorprendente e ilógico la situación.

—Pero... pero yo creía que...

Aranae que no quiso escuchar mucho más terminó de ponerse la capa y se apartó de la cama. Ella no tenía porque hablar de aquellos asuntos con él.

—Me está esperando para cenar, nos vemos luego Aden.

Aden que la vio salir y cerrar la puerta tras de si tragó quedamente.

Al final había perdido tanto a una como a otra y era solo por su culpa.

¿De qué se sorprendía?...

Sentándose en la cama decidió que lo mejor sería no bajar dado que la poca hambre que tenía había desaparecido casi por completo.

Quizás aquello era lo mejor para ella, quizás Treior la tratase mejor de lo que había sabido tratarla él.

Tal vez eso era lo apropiado después de todo...

Tal vez, se dijo Aden.

Tal vez...

Continuara...

Asumamoslo, Ahora Esto Es Lo Que Somos 3 ... (#TheWrites)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora