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Toda mi vida era perfecta, o bueno, era una vida; hasta que el rey decidió que vaya al mundo humano para investigar las aguas de allí. Mi madre, al ser viuda y con 7 hijos a quienes mantener, me ofreció como voluntaria, en contra mía, a pesar de mi corta edad de 33 años.

No eran muchos los voluntarios y como fui una de los pocos individuos que eran aptos, fui destinada a ir a la superficie, tomando una pócima mágica que me daría unas extremidades llamadas "piernas", que son como dos colas que sirven para caminar. No entendía nada, pero mi madre me mandó como si nada, sin importarle nada.

-¿Algo que quiera decirle, antes de partir?- me dijo uno de los guardias reales, mientras estaba frente a mi familia.

-Hija mía... Si mueres, no me preocuparé, aún tengo otras 6 bocas que alimentar- dijo y reí ante su amabilidad-. Si llegas a regresar, serás mi favorita. Mientras tanto, ¡ve y demuestra quién manda!

Sonreí y me dirigí junto a otros 6 individuos, hacia la sala principal del castillo.

Una bruja del océano, nos dio unas bebidas extrañas que tenemos que tomar cada 12 horas para poder volver a la normalidad cuando queramos, a pesar de que cada vez que toquemos el agua nos transformaríamos, por lo que debemos cuidarnos muy bien.

Nos dieron unas estrellas adhesivas, que son para colocar en el cabello a modo de broche y una caracola mágica que servirán para comunicarnos cuando estemos lejos.

Una vez preparados, salimos nadando hacia la superficie, lo cual fue una tarea complicada. Nos encontramos con una formación de tierra dorada, zona llamada "Islas Bermudas".

-La caracola les contestará todas sus dudas y en caso de problemas, presionen el centro del broche por el lado de atrás- dijo el representante del rey, quien nos acompañaba-. Cada cual ya tiene designada su zona y la familia que les adoptará temporalmente los espera en las costas. Buena suerte.

Con ayuda de las mareas, criaturas de la zona y la vegetación, cada cual se guió hacia su destino. Teníamos que recorrer 7 zonas, por lo que cada cual fue asignado a una; Europa, Asia, África, América Anglosajona, América Latina, Oceanía y Atlántica. 

Al llegar a las costas de una playa privada en lo que sería Argentina, me detuve, viendo a una familia algo extraña con un cartel en sus manos, con mi nombre en mi idioma natal.

Me subí a una roca y tomé la pócima, sintiendo un enorme dolor en mi aleta, mientras veía como se dividía en dos partes, cambiando del tono violeta tornasolado a un color piel mismo de mi torso.

La familia se acercó.

Una mujer, se adelantó y me dio una cosa extraña que parece la piel de una sirena pero solo la parte del torso, brazos y un poco más largo como hasta la mitad de mi aleta, que enganchó en mis brazos y cintura, cubriéndome.

-Bienvenida- dijo un chico de cabellos cortos negros, ojos de un intenso azules y cubierto con una cosa extraña, que casi no deja ver su piel.

-¿Hablas español?- preguntó un niño pequeño, de cabello muy corto y ojos castaños, con una piel cubriéndole todo dejando a la vista sus brazos y piernas además de la cabeza.

-Si- afirmé-. Un gusto, me llamo Marina Kira Briseida.

-Es un placer tenerte con nosotros Mariana. Mi nombre es America, él es mi esposo Hunter, y ellos son nuestros hijos; Luciano Nesti- señaló al niño que me habló-, y Thanatos Otto- señaló al muchacho.

Tanto la mujer de pocos atributos como el hombre no tan musculoso, son de cabellos y ojos castaños, a la igual que el niño, cubren sus cuerpos con pieles extrañas holgadas, de colores brillantes, pero en ella es una sola piel suelta y en ellos son dos piezas.

Me quedé mirando al adolescente.

-¿Puedes caminar?- me preguntó el hombre.

-¿Qué es "caminar"?- pregunté.

Ellos se acercaron a mi, mientras que el hombre me ayudaba a levantarme y usar mis extremidades por primera vez.

Dolía un poco, era algo caliente el suelo y se sentía raro.

-Vamos dentro de la casa...- dijo America, empezando a caminar, con un brazo suyo sosteniéndome de la cintura, para que no caiga.

-Puedo sola- dije y me soltaron, para luego dar un paso y terminar en el suelo-. O no.

Ambos hijos de la pareja rieron.

El pelinegro, se acercó a mi, extendiendo su mano para ayudar a levantarme.

-Yo me encargo- dijo él y con una pequeña sonrisa me sostuvo para caminar.

-Gracias- sonreí.

Tras caminar unos metros, entramos a una cueva no escondida extraña, con aberturas cubiertas de un material marrón oscuro. Según lo que nos explicaron en el camino hacia aquí, esto es un hogar normal, con "puertas" hechas de árboles procesados, teniendo salas para todo; me han comentado varias palabras nuevas con significados increíbles que quiero comprobar.

-¿Cómo es tu hogar?- me preguntó Luciano, una vez que nos sentamos en los sillones negros-. ¿Es muy diferente a esto?

-Bastante- admití, mirando mi alrededor con curiosidad-. Allí solo hay "habitaciones" en donde hay "camas" hechas de pastos largos y mullidos, y luego hay una habitación central en donde hay una mesa enorme de piedra en donde nos sentamos a comer.

-En mi antigua casa, se hacían carpas para descansar y comíamos todos en una ronda- dijo Luciano, con nostalgia.

-¿Antes vivías en otro lugar?- pregunté, con una pequeña tristeza-. Se lo que se siente abandonar el hogar...

Posé una mano sobre su hombro, dándole apoyo.

-La manada me envió aquí para que tenga una mejor vida- dijo, borrando esa expresión, para volver a sonreír-. Espero que te guste este hogar.

-Niñato, deja de hablar, es hora de comer- dijo Thanatos y el pequeño salió corriendo hacia la habitación de al lado-. Ven.

Me ayudó a caminar hacia donde hay una roca mayor de forma cuadrada con cinco extrañas piedras movedizas a su al rededor. El padre se sentó en la esquina, a su derecha estaba su mujer, frente a ella el muchacho y a su lado el niño. Me senté en el lugar restante.

-No sabemos que comida es la que prefieres, así que, preparamos sushi- dijo America, con una sonrisa maternal.

-Gracias- dije observando el alimento.

-Es pescado crudo envuelto en arroz, verduras y algas- explicó Hunter y sonreí.

-Suena rico- comenté.

Todos aquí usan unos extraños elementos para no tocar la comida pero yo lo agarré con la mano.

Me serví una porción y lo probé. Realmente era delicioso, más que la comida que preparaba mi madre, que tan solo eran algas y peces muertos.

-¡Tus uñas cambiaron de color!- exclamó emocionado Luciano.

-Suele pasar- dije, mirando mis manos-. Cambian según mis emociones... O eso dice mi madre.

-Están naranjas- dijo, con una sonrisa.

-Es porque estoy feliz- dije, con una sonrisa.

-Me alegro- dijo America.

La Sirena Terrestre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora