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En cuanto desperté, ya todo se había ido y por fin me sentía bien. 

Quise salir del jacuzzi pero fue imposible. El líquido verde oscuro casi negrino me tiene adherida a las paredes y suelo.

-Thanatos- llamé, en un susurro, con miedo a alzar la voz.

Alguien tocó la puerta y Thanatos entró a la habitación.

-¿Me llamabas?- dijo y asentí.

-¿Me podrías ayudar a salir de aquí? Creo que estoy pegada- dije, algo molesta.

Él rió y encendió el agua burbujeante, en donde el líquido raro se hizo menos pegajoso y pude moverme al fin.

-Gracias- dije, sonriendo-. Te daría un beso, pero estoy toda sucia.

Él me tomó en brazos, mojando el suelo.

-No me importa ensuciarme- dijo-. Un verdadero príncipe jamás temerá manchar su espada por una princesa.

Sonreí y lo abracé.

-Ven, vamos a darnos un baño- dijo, saliendo de la habitación.

-¿Y Napomuceno?- pregunté.

-Solucioné ese problema por un buen rato- dijo, divertido.

-¿Está durmiendo?- pregunté, intentando adivinar qué hizo.

-Ehh... Si, si. Está durmiendo- dijo, riendo.

Me llevó hasta el baño y se duchó conmigo, ayudándome a limpiar todas mis escamas.

-Adoro esto- dijo, viendo como vuelve a brillar mi aleta.

-¿Por qué te gusta tanto?- pregunté, divertida.

-Porque se te ve bien, luces tranquila y quedas hermosa- dijo besando mi aleta y sonreí.

Me transformé, mojando la remera de Thanatos que llevo puesta.

-Lo siento- dije, sacándome la dichosa prenda mojada junto a la extraña ropa interior que tengo que llevar siempre a pesar de que no tiene utilidad.

-No es problema- dijo, ayudándome a salir de la bañera-. Ven.

Me sentó en un banquito frente al espejo del lavatorio, tomando mi cabello para trenzarlo, dejándome un par de pequeñas trenzas al lado derecho de mi cabeza.

-Me gusta- dije, sonriendo, tras que terminó de atarlas con unos coleros rojos.

-Me alegro- dijo, besando mi frente.

Él me pasó su bata y nos cruzamos a la habitación, escuchando unos no tan suaves golpes en la puerta de la habitación de Napomuceno.

Asustada, abrí la puerta para rescatarle del peligro al pequeño, encontrándome a Napomuceno en el suelo, con colmillos y garras visibles junto a los ojos rojos.

-¡¿Qué pasó?!- dije.

Ni bien me vio, se tranquilizó, volviendo a la forma que siempre le veo.

-El estúpido de Thanatos me encerró aquí- dijo-. Él sabe que no puedo llegar a la perilla y me caí un par de veces intentándolo.

-Oh, pobrecito- dije, tomándolo en brazos, para caminar hasta la cama, en donde lo dejé acostado.

-¿De verdad no me vas a defender a mi?- dijo Thanatos, desde el marco de la puerta.

Empecé a cantarle a Napomuceno hasta lograr que se duerma.

Me levanté de la cama y en cuanto iba a salir, vi a Thanatos dormido contra el marco de la puerta.

La Sirena Terrestre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora