143

83 11 0
                                    

-¿Marina?- dijo Mikael, en cuanto entró a la habitación-. Que extraño verte aquí. Vine a atender al herido hijo del rey.

-Adivina qué- dije y me alejé mientras empieza a revisarlo-. La misma loca que me atacó en el restaurante tiempo atrás, es la actual esposa del hermano de mi vampiro, y ahora lo acaba de atacar de nuevo.

-Veo un pinchazo aquí... ¿Tienes idea de qué es lo que le inyectó?- me preguntó.

-Aún no aprendí a diferenciar elementos dentro de un compuesto homogéneo- dije, sosteniendo la jeringa entre mis manos.

-Esto es de mucha ayuda, gracias- dijo, tomando el arma con sus manos-. Por el momento no puedo hacer nada ya que no se qué es lo que le inyectaron, pero mientras dale un poco de tu sangre a ver si eso lo despierta. Por lo posible, que no se te quede mordiendo; estando inocentemente, no puede absorber su propio veneno y no queremos que te transformes en una sirena vampiro.

-¿Crees que sea conveniente darle sangre ahora?- pregunté-. Digo, estoy en una casa llena de vampiros reconocidos por la malicia al cazar.

-No solo la malicia- aclaró Juana, quien se mantuvo siempre en el marco de la puerta.

-Es lo mismo- dije.

-Haré de mi magia- dijo Mikael.

-Gracias- dije.

Me volví a sentar al lado de mi vampiro, tomándolo en brazos para apoyarlo sobre mi regazo, como si me estuviera abrazando.

Desprendí los primeros botones de mi camisa y abrí su boca a la fuerza, para obligarlo a que me muerda el pecho, permitiendo que mi sangre caiga libremente hasta su boca, a la vez que atrae a varios vampiros dentro de la habitación, todos mostrando colmillos y garras.

Mikael pronunció algo en un idioma que no entendí y al segundo los vampiros volvieron a la normalidad.

-Permiso- dijo Mikael, utilizando el escritorio de Thanatos para iniciar su investigación.

-Lo sentimos- dijo Kodran-. Les he enseñado personalmente a mis hijos a cazar en cuento sientan olor a sangre.

-No pasa nada- dije, presionando las heridas con mis uñas para evitar que se cierre.

Thanatos se removió, pero siguió inconsciente.

-Por favor, muchachos, yo nos los crié así. Más respeto por la dama- dijo Juana, mirando a un lado.

Los chicos se dieron cuenta y se voltearon, estando de espaldas a mi.

-Lo sentimos por violar tu privacidad- dijeron los hermanos.

-No pasa nada- dije-. No tengo vuestro pensamiento, en mi cultura no existe la ropa, por lo que no me avergüenza para nada.

-De todas maneras, somos seres de respetar- dijo Juana.

-Mari, dale de beber desde tu muñeca, esto no parece ser suficiente- me dijo Mikael, aún concentrado en la suya-. Pero no te abras la herida con sus colmillos.

-Es complicado hacerlo con los míos- dije.

-En tu forma natural puedes hacerlo, ¿verdad?- me preguntó, mirándome, por lo que asentí-. Adelante.

-¿Puedo verlo?- preguntó Napomuceno, una vez que el médico volvió a la suya.

-Sabes que si- dije.

Los cuatro hermanos se giraron viéndome. Me transformé y con mis propios dientes me abrí una herida en la muñeca con cuidado de no tocar nada que pueda dejarme en un estado grave. Dejé caer toda la sangre sobre la boca de mi vampiro, quien lo traga todo sin siquiera inmutarse.

La Sirena Terrestre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora