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En cuanto llegamos al lugar, todo parecía tener un aura triste y deprimente que da miedo.

Thanatos y Napomuceno se mantuvieron siempre a mi lado. Mi vampiro me colocó la capucha de la capa ni bien bajamos del auto, por lo que no puedo ver mucho hacia arriba.

Gracias a que estoy usando zapatillas normales en vez de zapatos de taco, puedo caminar con tranquilidad sin caerme.

En cuanto llegamos a la puerta, nos presentaron y entramos a la sala principal, en la cual están los tronos colocados con los respectivos dueños de dichos asientos en frente de estos, parados.

-Lamentamos mucho la pérdida- dijo Thanatos, sin mirarlos a la cara.

-Realmente parecía que iba a ser un buen niño- dijo Napomuceno, sin verles.

-Espero que ese evento nunca vuelva a ocurrir- dije, viendo el rostro durmiente de Alarik que está recostado en una especie de cama acolchada con un vidrio rodeandole.

Le encontré un gran parecido con Blancanieves, la princesa de los cuentos, que murió envenenada. El día de su velorio, se le encontraba en una cápsula de cristal como está el pequeño vampiro en este momento, Inclusive la piel de ambos es del mismo color; pálido y blanco como el mármol, de aspecto tenso y suave, digno de un bebé.

-¿Saben qué le ocurrió?- preguntó Thanatos, levantando la mirada.

-Fue maldecido; su interior se volvió dulce como caramelo y los seres inferiores hicieron su trabajo, quitándole la vida de una manera lenta y dolorosa- dijo Juana, que lleva un velo negro de encaje cubriéndole el rostro.

Hice una mueca de dolor. Si que se lastimarse la aleta o parir duele, no me imagino el dolor que sintió Alarik en sus últimos momentos de vida.

Thanatos tomó mi mano y me dio la pequeña rosa negra que porta su atuendo.

Una chica se me acercó para dejar la flor en mi nombre pero seguí avanzando para dejar la flor debajo de la cápsula, resaltando entre todas las flores rojas de gran porte y delicioso aroma, pareciendo que compiten entre si para ser la más resaltaste en cuanto brillo y olor, siendo todas opacadas por la pequeña flor de diferente color que a pesar de ser opaca, tiene tres pequeñas manchitas rojas que por el olor indica que son sangre.

Quise romper el cristal y abrazar el pequeño como si con ese acto de cariño reviva como Blancanieves, pero se que llevaría muchos problemas además de ser inútil.

Volví con mi vampiro y nos retiramos hacia la sala consecutiva, en donde más seres se encuentran reunidos, todos con atuendos despampanantes de colores rojos con detalles plateados.

Algunos nos miraron raro, otros ni siquiera se percataron de nuestra presencia. Aún con toda la tranquilidad, mientras avanzábamos por el centro hacia el ventanal, muchos se giraron a vernos.

-Creo que ya se han percatado de que hay un latente presente- dijo Napomuceno, escoltándome por la izquierda.

-Creo que en realidad están viendo nuestros atuendos- dijo Thanatos, caminando a mi derecha.

-¿Tú crees?- dijo Napomuceno.

-Es posible- dijo Thanatos-. No llevamos detalles correspondientes de ninguna categoría.

-Eso es lo mejor- dijo Napomuceno, sonriendo con orgullo.

Unas trompetas sonaron y las puertas se abrieron de golpe. Nunca me enteré cuando las cerraron, pero ahora se abren con rapidez.

Los mayordomos pronunciaron algo en un idioma que no entendí y todos menos mis vampiros recitaron una frase a dúo.

-"Eternidad plena a su majestad"- me susurró Thanatos, traduciendo.

-Gracias- dije, sonriendo.

Los reyes junto a los príncipes entraron y todos como si fueran dominós, se fueron inclinando en una reverencia, excepto mis acompañantes y yo, que realmente no tengo ni idea que hacer.

El rey empezó a decir algo en un idioma que no entendí, pero que duró un buen rato. Todos bajaron sus miradas para luego elevarlas al cielo, alzando las manos, inclusive los dos vampiros rebeldes. Recitaron otra frase y luego los reyes se retiraron, seguidos de los príncipes, sus acompañantes y el resto de los nobles.

-¿Qué dijeron recién?- pregunté, en voz baja ya que el único sonido que se escucha son los zapatos pisando ligeramente el suelo, resonando los tacones con tanta suavidad que pareciera que es una sola persona y no una multitud.

-Le liberamos de la maldición de la muerte temporal y dejamos su alma descansar en paz- dijo Thanatos, mientras salimos del castillo-. Ahora iremos a hacerle la despedida final.

-¿A dónde iremos?- pregunté, viendo como nos dirigimos a la parte trasera del castillo.

-¿Recuerdas la película sobre vikingos que vimos hace un tiempo?- me preguntó Napomuceno y asentí con la cabeza-. ¿Recuerdas cuando hicieron un funeral? Así mismo es aquí.

-Oh, vale- dije.

Empezamos a caminar por en medio de la oscuridad, siempre tomada de la mano de mis dos vampiros, para evitar caerme en medio de la oscuridad ya que no veo el suelo a pesar de que la luna brilla en su completo esplendor.

Estuvimos un buen rato caminando hasta que llegamos a un lago, en donde nos colocamos a la orillas, viendo como unos mayordomos dejan al bebé recostado sobre una pequeña barca de madera, la cual fue empujada suavemente por el rey luego de que le acomodaran todas las flores, dejándo la pequeña rosa negra entre sus manos entrelazadas.

Todos pronunciaron unas palabras que no entendí y una suave y fría mano me tomó del brazo, llevándome junto a mis vampiros a los lados del la familia real.

Susana le entregó a Thanatos y a Napomuceno unos arcos, para luego ambos colocarse en la linea correspondiendo a las edades de la familia real.

Unas mujeres encendieron unas antorchas bien finitas, casi como flechas y se las pasaron a la familia, quien todos juntos apuntaron y de mayor a menor, fueron liberando las flechas en llamas hacia el pequeño bote, que se prendió fuego en medio del agua. Todos nos quedamos presenciando como el fuego consume todo hasta el último pedacito.

Los primeros en retirarse fue la familia real, seguida por todos los nobles de adornos plateados. Solo nos quedamos allí los tres rebeldes, mirando en donde momentos antes estaba el barco.

-¿Puedo ir a nadar unos momentos?- le pregunté en un susurro a mi vampiro, a pesar de que ya estamos solos.

-Está bien, pero mantente cerca- dijo Thanatos, sentándose en un roca junto a Napomuceno.

Me acerqué a la orilla, viendo como la zona profunda inicia al metro y medio. Metí mis pies y me lancé al agua de un salto, transformándome antes de que mi cuerpo se sumerja.

Nadé por las profundidades con rapidez, viendo como solamente la pequeña flor negra es visible entre todas las cenizas que ya llegaron al fondo.

Sonreí con tristeza, para luego ponerme alerta al sentir una mala presencia. Nadé a gran velocidad hasta la superficie y ni bien me acerqué al borde del inicio de la zona profunda, di un salto y me transformé, cayendo de pie en la arena, aunque mi pose no duró mucho ya que caí de cara por el peso del vestido.

Thanatos colocó su mano frente a mi para ayudarme a levantarme. Esta es una pose perfecta de libros de amor; el reflejo de la luna sobre su pálida piel la hace resaltar entre toda la ropa ropa, con los ojos del mismo color carmesí.

Iba a tomar su mano, pero una rápida ráfaga de viento desató su cabello en tan solo segundos, dejándole suelto pero en una pose de defensa.

La Sirena Terrestre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora