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Desperté al sentir un par de pinchazos en mi clavícula; Thanatos me está mordiendo con suavidad, succionando de a pequeñas gotas. A través de mi interior me transmitió que Kaito está bebiendo de él y necesitaba de mi ayuda.

-¿Traigo las reservas?- pregunté y me transmitió su pensamiento diciendo que si.

Se separó de mi y con la mayor rapidez, corrí escaleras abajo, en busca de cada heladera de la casa donde haya dejado pequeños donativos de sangre para consumo de mis vampiros.

Agarré las bolsas y tras agarrar un aperitivo, volví a la habitación, para darle la bolsitas a Thanatos, las cuales mordió y succionó con fuerza, dejándolas secas en cuestión de segundos.

-Come lo que te has traído- me dijo, sonriendo-. Acabo de retirarse sangre, debes recuperarte.

Kaito ya no parece Kaito; su cabello es blanco con mechas negras y rojas, tiene arrugas en su cara y piel, teniendo un color algo amarillento enfermizo en vez del blanco normal.

-¿Qué le pasó?- pregunté, asustada.

-Está en crecimiento- me dijo-. Su cuerpo renacerá como un bello Fénix, pero primero debe culminar el debate interior y requiere alimento; y no quería que te mordiera a ti, así que, aquí estoy.

-Está bien- dije.

Thanatos bebió la segunda bolsa en pocos segundos.

Me senté al lado de mi hijo, abrazándolo con suavidad mientras bebe a su propio ritmo.

Al cabo de un buen rato, se separó y atacó las bolsas sobrantes, absorbiendo el interior con rapidez, para luego darme un beso en la mejilla a la igual que a su padre. Sonreí y lo ayudé a arroparse.

Se durmió al instante y nosotros nos sentamos en un pequeño sillón, estando yo encima de su regazo, con sus brazos acariciando mi panza.

-Ahora solo queda esperar- dijo mi vampiro, besándome la clavícula.

El cuerpo de mi hijo empezó a achicarse de a poco, liberando un polvo blanco, dejando ver una piel más sana; su cabello se cayó y le creció con rapidez con su color natural.

En instantes, ya era un bebé de nuevo, correspondiente a su edad real. Y allí siguió durmiendo, susurrando mi nombre un par de veces, con una pequeña sonrisa.

-¿Ves? Ya está mejor- dijo Thanatos, girando mi cuerpo para mecerme entre sus brazos-. ¿Por qué no descansas un poco? Tanto estrés te generará canas verdes.

Reí por su ocurrencia.

-Las sirenas no podemos tener canas verdes- dije.

-Pues serás la primera sirena con canas verdes si es que sigues así- dijo-. ¿Quieres de mi sangre? Te veo algo... Desnutrida. Ve a cazar un pez si quieres; Laustin trajo más variedades, creo que había atún, carpas, pez león... No se cuántas más.

-Luego iré a ver... Ahora quiero estar con mi pequeño- dije, acurrucándome contra su pecho, escuchando su lenta respiración.

-¿Te gusta estar así?- me preguntó con voz tranquila, casi seductora.

Asentí un par de veces y me apretó entre sus brazos.

Me acarició el cabello con cariño, como hace años.

Sentí unas pequeñas cosquillas en mi panza, como cuando entro en ritual de apareamiento, pero lo ignoré.

-¿Estás bien?- me preguntó-. Estoy escuchando tu pulso en un ritmo superior al normal... Y ahora tienes las mejillas rojitas.

Me dio un beso en la frente.

-Fiebre no tienes- dijo y me miró a los ojos-. ¿Te sucede algo?

Mi cuerpo cambió de forma y me hice una bolita para evitar que me vea así, apoyándome contra su pecho.

-Oh, ya veo- dijo, divertido, acariciando mi nuca, logrando que suelte un ruidito raro.

-Basta- dije, girando, cayendo en el suelo.

Estando aún en mi forma normal, empecé a alejarme de a poco, intentando evitar rozar mi zona más sensible.

-¿A dónde crees que vas?- dijo Thanatos, divertido.

Me levantó en brazos con facilidad, cargándome hasta lanzarme sobre nuestra cama.

Sonreí al ver como se quita la remera.

-Pero Kaito...- dije.

-Él está durmiendo- dijo, acercándose a mi-. Ahora, es nuestro momento.

-Pero...- me iba a quejar, pero al sentirlo sentado sobre el inicio de mi aleta, ya completamente desnudo, me quedé callada.

-Así está mejor- dijo y me besó-. No te niegues a tus instintos... Disfruta un poco...

-No quiero darle un hermano a Kaito tan pronto- dije, preocupada, con mi poco uso de razón.

-De eso yo me ocupo... Tu disfruta- dijo, besándome en la punta de mi nariz.


La Sirena Terrestre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora