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-Despierta, mi sirenita- me dijo una suave voz que me encanta, haciendo que abra los ojos con una pequeña sonrisa al escuchar sus hermosas palabras-. Llegamos.

Me levanté con cuidado de mi pequeña piscina armada en el coche y salí con cuidado, transformándome al llegar al suelo.

-¿No era que íbamos a casa?- pregunté, viendo como la edificación que está frente a nosotros no es nuestro hogar.

-Mi hermano se casó y venía a felicitarlo antes de regresar por fin a casa- dijo.

-Está bien- dije y me acomodé mi traje-. ¿Se arrugó?

-Para nada- dijo-. Lo hice con una tela especial, no puede arrugarse... Ven, vamos dentro.

Tocamos la puerta de la casa y un señor vestido con traje de mayordomo abrió.

-Bienvenido sea, príncipe Thanatos- dijo el hombre-. Lo anunciaré ante su familia.

-No es necesario- dijo Thanatos, entrando sin más, agarrando mi mano para llevarme con él.

Fuimos a una habitación que nunca vi en la planta baja, en donde está reunida la familia entera sentada al rededor de una mesa, con cartas y fechas en manos.

-¡Mari!- expresó con gran alegría Napomuceno, quien aún parece un bebé.

Se levantó de su asiento y corrió hacia mi, para abrazarme.

-Hola pequeño, tanto tiempo- dije, despeinándolo.

-Veo que sigues con la mala costumbre de no anunciarse, hijo mío- dijo Juana.

-Hola para ti también, Juana- dijo Thanatos, con una pequeña sonrisa.

-Mis modales- se disculpó ella-. Te presento a la nueva integrante de la familia; Catalina Beatriz Windsor de Ottis.

La vampiresa se levantó de su lugar, con una sonrisa enorme.

-Es un placer verlos de nuevo- dijo ella.

-Vaya sorpresa- dijo Thanatos, tomando en brazos a su hermano quien no se quiere separar de mi, para dejarlo en el suelo-. Ella es mía, recuérdalo.

-Lo se- dijo él, volviendo a su lugar en la mesa.

-Estábamos jugando póker, si quieren unirse a la partida, deberán esperar tres turnos- dijo Kodran.

-Por el momento solo pasamos a saludar y felicitar a la pareja- dijo Thanatos, abrazándome por la cintura, para mantenerme protegida-. Vaya sorpresa me dio saber que Benjamín iba a terminar casado.

-Es el primero en la familia- dijo Juana, con un tono orgulloso en su voz.

-Ya...- dijo Thanatos-. Bueno, nos retiramos.

-¿No gustan quedarse un poco más?- habló el dueño de la casa-. Podemos dejar la partida para luego.

-Oh, no se preocupen, ya nos vamos- dijo mi vampiro.

-Si se puede saber, ¿por qué visten iguales? Una verdadera dama no debe usar traje- dijo Catalina.

-Fueron los deseos de mi madre para su funeral- dijo Thanatos, con voz seria.

-¿Le sucedió algo a America?- preguntó Napomuceno.

-Falleció por una herida que no llegó a curarse, su esposo murió a su lado días después- dijo mi chico-. Recién venimos del funeral.

-Lo lamento- dijo Napomuceno-. Voy a extrañar sus deliciosas comidas humanas caceras, aunque eran horribles a veces, tenían sentimientos lindos.

-Lo se- dijo Thanatos, algo triste-. Pero se negó a que la cure sabiendo que tengo esa capacidad... Pero bueno, eso es todo.

-Thanatos, si me lo permites, ¿puedo hablar contigo?- dijo Catalina y me miró de arriba a abajo-. En privado.

-Adelante- dijo Thanatos, algo desconfiado, tras un par de segundos de silencio-. Napomuceno, te dejo a cargo de lo más importante para mi.

-La cuidaré con mi ser- dijo el pequeño, haciendo una seña militar.

-¡Napomuceno! Tus modales- le regañó su madre-. Un vampiro verdadero no debe hacer señas humanas.

-Me retiro- dijo el pequeño-. Al fin de cuentas, ya tengo el juego ganado. Corto mi jugada y renuncio.

Lanzó todas sus cartas, se guardó sus fichas correspondientes y se levantó de la mesa.

Tomó mi mano y me llevó consigo a lo que parece ser su habitación.

-Lamento que no tenga tanta iluminación este lugar- dijo y se lanzó a su cama, revotando en esta-. Ven.

Me senté a su lado, dejando que rebote solo.

-Ven a jugar conmigo- dijo, saltando.

Sonreí y obedecí, quitándome mi calzado junto a la chaqueta, para saltar junto al pequeño, riéndonos juntos.

En un momento sentí que algo malo iba a pasar y si es que lo siento es por algo.

-Espera aquí- dije.

Sin siquiera colocarme calzado, empecé a correr hacia donde me guía mi instinto.

Llegué a una habitación no muy lejana en donde escucho dos voces a la distancia. Abrí la puerta y vi a Catalina haciéndole un masaje en los hombros a mi vampiro, pero se que mi instinto no falla, por lo que esperé un poco.

Mientras aún hace el masaje con una mano, le soltó el cabello con la otra y agarró una pequeña jeringa de vaya a saberse dónde e intentó clavársela en el cuello a Thanatos, quien se giró y lo evitó, iniciando una pelea entre ellos, en la cual van empatados.

Miré hacia todos lados en búsqueda de agua y lo único que encontré fue un jarrón que tiene unas flores reales cortadas hace poco. Usé el agua para introducirla en su boca a la fuerza, dominándola desde dentro, haciendo que retroceda un poco pero no fue suficiente porque perdí el control.

Con el jarrón en mano y sin mucho más que hacer, se lo lancé por la cabeza, haciendo que se rompa en mil pedazos.

-¡Marina!- me gritó Napomuceno, entrando a la habitación con varias sirvientas que en mano traen un balde con agua.

Agarré el agua y sin cuidado alguno lo metí dentro del cuerpo de Catalina por su boca, nariz y oídos, moviéndola por su interior, llegando a su cerebro, probocándole dolor.

Miré a mi vampiro que está sumamente quieto y vi como tiene ya una jeringa clavada en la espalda.

-Thanos...- dije, con preocupación.

Esos segundos de desconcentración fueron suficientes como para hacer que ella retome el poder en su cuerpo.

-Necesito más agua- dije y al segundo sentí como más de ésta estaba a mi poder, usándola para rodear a mi enemiga.

Es como si cada vez viniera más agua. Miré hacia atrás donde hay muchas sirvientas con baldes que al vaciarse, se retiran y otras muchachas las remplazan con el mismo trabajo.

-Gracias- le dije a Napomuceno.

Al ya tener el suficiente poder, encerré en una burbuja enteramente de agua a mi enemiga, metiéndome en su interior, removiéndole todo.

-¡¿Qué está pasando aquí?!- gritó Benjamín, ingresando a la habitación de golpe.

Solté a Catalina quien ya no opone resistencia, dejando que caiga contra el duro suelo, para ir con mi vampiro quien parece estar por caerse en pocos segundos.

Lo tomé en brazos, quitándole la jeringa que aún tiene clavada y por su propio peso al caerse se va inyectando cada vez más.

-Te guiaré a su habitación- me dijo Napomuceno y con mi vampiro en brazos, lo seguí, dejando a mi pareja recostado en su vieja cama, aún adormilado.

-Ya hemos llamado a nuestro vampiro brujo de confianza- dijo Juana, con un poco de preocupación en su voz-. En cuanto recupere la conciencia, tendremos una severa charla.

Me senté en la cama junto a mi vampiro, acariciando su cabello con cariño, pidiéndole a todos los dioses existentes de todas las culturas, que me ayuden y lo mantenga a salvo.

La Sirena Terrestre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora