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Me desperté al escuchar la puerta se abierta con un golpe.

Napomuceno se pegó a mi, con miedo.

Un perro gigante de tres cabezas con una serpiente en su cola entró en la habitación.

-Que perro tan lindo- dije, sonriendo.

El perro se me acercó, subiéndose a la cama, gruñendo.

-Ya no es tan lindo- dije, estirando mi mano.

Conecté mi cuerpo con el agua del lago, la cual entró en burbujas a través de la ventana que se encuentra abierta.

-Tengo magia y no tengo miedo de usarla- le advertí, pero no pareció ser suficiente, porque empezó a acercarse aún más, ladrando por una de las cabezas, gruñendo por otra y la tercera tan solo tiene una mueca rara.

-No retrocederán- dijo Napomuceno, asustado-. En cuanto tienen una orden, no paran.

Saltó y lo atrapé en una burbuja dejando solo las cabezas fuera.

-No pensé que fuera tan sencillo- dijo Napomuceno, divertido.

Sonreí y saqué el perro por la ventana, dejándolo caer en el lago. Luego, cerré esta misma, para evitar que entre por allí.

-¡¿Cancerbero?! ¡Te dije que lo buscaras! Perro tonto- reclamó la voz de Isodoro y miré por la ventana viendo como el chico está allí junto al perro.

Dijo algo que no entendí y el perro desapareció.

-Con que ahí estabas niñato- dijo Benjamín desde la puerta, haciendo que el menor se esconda entre mi cabello.

-¿Y tus modales?- dijo Thanatos acercándose a la puerta, con la remera algo rota-. ¿No ves que la dama está en paños menores? Respeta un poco.

-Lo siento- dijo Benjamín tapándose los ojos con una mano-. Ahora si, entrega a Napomuceno o sufre las consecuencias.

-¿En serio piensas declararle la guerra al rey de las profundidades del océano? Neptuno no estará contento- dijo Thanatos, riendo.

-Solo vine a hacer justicia- dijo él.

-Además de príncipe, detective y abogado; que genial- dijo Thanatos, riendo.

-Ya calla de una vez- le dijo el mayor, destapando sus ojos para gritarle a Thanatos, mostrando colmillos.

-No me asustas Seiichi- dijo mi vampiro, en un tono de voz serio.

-Y pelea, cobarde- le exigió el mayor.

-Frente a mi sirena no- dijo él-. Ella no debe ver eso.

-Si van a pelear, que sea afuera, no dañen la casa que a Thanatos le costó crearla- dije.

Ellos se retiraron y Napomuceno me miró asustado.

-Por más confianza que le tenga, Thanatos no ganará- dijo Napomuceno, asustado-. Los otros tres le ganan en edad y poder; no tiene oportunidad estando solo.

-¿Quién dijo que está solo?- dije, sonriendo.

-Ni creas ir allí- dijo él-. Te van a matar.

-Les reto a que lo intenten- dije, levantándome de la cama-. ¿Sabes? Las sirenas somos conocidas en el fondo del océano por nuestro sentido de familiaridad y la protección de los grupos; nos podemos sacrificar sin miedo por uno del grupo.

-¿Qué piensas hacer?- me preguntó.

Abrí la ventana al máximo y tomé a Napomuceno.

-Lo correcto- dije-. Y me vas a acompañar.

La Sirena Terrestre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora