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-A ver... Que alguien me explique qué estoy haciendo aquí- dije, muy confundida.

-Pues estamos esperando que Rebecca aparezca- dijo Thanatos, enfadado, sentado junto a mi.

-¿Y por qué estoy vestida así?- pregunté, señalando mi extraño atundo.

-Eres un conejo- dijo Steven, con obviedad, señalando la diadema de orejas negras con rosa de conejo.

Estaba vestida con un vestido corto de color blanco que es ajustado, sin mangas, y con lo que llaman "escote corazón", que solo tapa la mitad de mis pechos y hasta apenas un poco más abajo de mi trasero, que tiene un pompón en la parte de atrás, además de la diadema.

-Pensé que los conejos eran diferentes- dije, recordando el traje que había visto al inicio de cuando fuimos a comprar este disfraz.

-Eres un conejo candente- dijo Steven.

-Pues si, se supone que un conejo tiene una temperatura corporal de 39º- dije, sin entender.

Ambos chicos rieron.

-Amo su inocencia- dijo Thanatos y le miré confundida.

-¿Cómo se supone que esto va a atraer a Rebecca?- pregunté.

-Pues a ella le gustan los conejos- dijo Steven-. Y por eso estás vestida de conejo.

-¿Por qué no traían un animalito real?- pregunté.

-Porque tu también le gustas- dijo Steven.

-A mi también me gusta ella, es buena amiga- dije-. Pero aún así, sigo sin entender.

El licántropo golpeó su frente con su mano.

-Ya... Tu solo quédate aquí- dijo Steven, para luego irse, con Thanatos detrás suyo.

Me senté en el suelo, empezando a jugar con las pequeñas ramitas que estaban allí. Hice una pequeña torre, como si fuera una fogata.

Me levanté de allí, para buscar una florcita pequeña, de esas que nacen de forma natural en este lugar. Tras hallarla, arranqué dos y volví hacia donde estaba antes.

Me acosté boca abajo, delante de mi torre de ramitas.

Una de las florcitas era la dueña de la montaña y la otra era quien quería derribarla.

-Voy a derribar tu torre- dijo una de las florcitas-. Ni lo creas- respondió la otra.

La primera, se lanzó sobre la segunda, matándola, para luego tirar la torre.

Reí y escuché más risas detrás de mi.

-¿Es en serio?- dijo Thanatos, dentro de la copa de un árbol, riendo.

Me giré para mirarlo, sonriendo.

-Creo que esto no va a funcionar- dijo mi hermano.

Como medio segundo después, algo grande estaba sobre mí, frotándose contra mi.

-Rebecca, ¡vuelve a casa!- gritó Steven, cayendo bruscamente desde la copa de un árbol.

El animal gruñó, para luego con su hocico correr mi cabello hacia un lado. Lamiendo la zona ya despejada, causándome escalofríos, logrando que mi cuerpo se prepare inconscientemente para atacar.

Sentí como posó sus dientes sobre mi cuello. Nunca nadie ha hecho eso, ni siquiera Thanatos.

En un rápido movimiento, me giré quedando boca arriba.

Sus pupilas estaban mucho más dilatadas de lo normal, con un tono mucho más amarillo.

-Hey, ¿estás bien?- le pregunté, recibiendo un ronroneo de su parte.

Ella se acercó de nuevo a mi cuello, abriendo la boca.

No creo que los licántropos también requieran sangre para alimentarse como los vampiros, pero si eso necesita, se lo daré.

Cerré los ojos esperando una mordida, pero en cambio, tan solo sentí como quitaban ese peso extra de mi, tras un gruñido lastimero.

Miré y vi a Thanatos sobre Rebecca, quien estaba tirada boca abajo en el suelo.

-¡Solo yo puedo morderla!- gritó Thanatos, presionando un punto clave de la espalda de el animal, evitando que se levante, a pesar de que lo intente-. ¡Steven! ¡Mueve tu trasero de una buena vez!

El chico se acercó a su hermana y le clavó algo en la pierna, logrando que esta deje de moverse.

-¿La mataron?- pregunté, asustada.

-Solo la dormimos temporalmente- respondió su hermano y suspiré aliviada.

-¿Y qué harán con ella ahora?- pregunté.

-Esperaré a que llegue mi padre para que me ayude a llevarla a casa, para encerrarla- dijo.

-Está bien- dije y Thanatos se acercó a mi.

-Gracias por la ayuda- dijo él.

Mi hermano me tomó de la mano y empezamos a caminar hacia el agua. Nos sumergimos unos minutos, para que el olor no sea menos molesto para Thanatos.

Una vez listos, salimos del agua y me cambié con la ropa que traje antes de ponerme esta extraña vestimenta.

-Vamos a casa- dijo él y asentí.

Nos tomamos de la mano y empezamos a caminar hasta llegar a nuestro hogar, mientras charlábamos de cosas simples.

Al llegar, entramos sin tocar, ya que es nuestra casa.

Ni bien entré a casa, vi a un desconocido allí sentado en el living junto a mis padres, tomando lo que creo que es té.

-Mar, que bueno que llegaste- dijo America, acercándose a mi-. Hay alguien que ha venido a visitarte...

Segundos después, estaba tirada en el suelo, con un adulto de cabello naranja, piel del mismo tono que la mía y ojos verdes sobre mi.

-¡Mar!- gritó, abrazándome-. Oh, lo siento.

Se levantó de un salto y tendió su mano hacia mi, ayudándome a levantarme.

-Disculpa, ¿con quien tengo el honor de hablar?- pregunté.

-¿No me reconoces?- dijo, con tristeza, tomando mi mano-. Mi nombre es Meraki Ringo, de la familia Amansu. Tengo 149 años. Nos hemos conocido hace 21 años y 3 meses, cuando eras una bebé en el mar Guam; tu estabas pasando por allí con tus hermanas.

-Lo siento, no te reconozco- dije, algo avergonzada por mi mala memoria.

-Por cierto, ¿cómo están tus hermanas?- preguntó, sonriendo.

-Murieron- dije y él dejó de sonreír-. ¿Qué haces aquí? El mar Guam está muy lejos de aquí.

-No me importó recorrer todo el mundo con tal de encontrar a mi segundo verdadero amor- dijo, agarrando mis dos manos, con un extraño brillo en los ojos-. ¿No sientes esto?

-¿Sentir qué?- pregunté, confundida.

-Que somos la pareja perfecta- dijo, sonriendo-. ¡Cásate conmigo!- ordenó, para luego besarme, fotándose contra mi cuerpo.

Thanatos golpeó a Meraki, dejándolo tirado en el suelo.

-¡Thanos!- gritó America, reprochándole-. ¡Es la pareja destinada de tu hermana!

-No- dije, alejándome un paso-. Se supone que la pareja destinada es aquella que al verla sientes algo especial, aunque sean meros desconocidos. Además que son el beso debería de haberme quedado encantada y deberíamos iniciar el apareamiento.

-¿No sentiste nada?- dijo Luciano, confundido, mirando desde uno de los sillones.

-No...- dije y me acerqué al tritón, que aún estaba en el suelo.

-¿Está muerto?- preguntó Luciano.

Miré sus uñas, estaban de color violeta.

-Sigue vivo... Inconsciente, pero vivo- dije.

-Y... ¿Qué haremos con él?- preguntó el vampiro.

-Déjale descansar, luego yo lo arreglo- dije, sonriendo.

La Sirena Terrestre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora