Muma y Nuna estaban encerradas en las celdas de la comisaría del Reino Palmera. Lo bueno: era un lugar limpio, con una cama bien cómoda y una ventana enrejada por la cual entraba un buen chorretón de luz. Lo malo: estaban encerradas en las celdas de la comisaría del Reino Palmera.
Muma, se encontraba tirada en la cama más que muerta de aburrimiento porque el tiempo pasaba tan lento como un caracol. Bostezó, se rascó el sobaco y miró el reloj de la pared: daba la sensación de que la aguja del segundero tardaba el triple en avanzar.
—¡Esto es insoportable! ¿Y solo nos encierran por quemar la habitación de un hotel? —protestó Muma.
Lo más deseaba hacer era huir de la celda y, por ejemplo, correr por un campo con margaritas.
—El Reino Palmera es un asco —dijo Nuna.
Esta se encontraba sentada en el suelo con la espalda apoyada en la pared. Pasaba el rato haciendo pucheros y mirándose los pies, soñando con un mundo sin rejas en donde comer mucho pastel.
—Pues sí. ¿Es grande el reino este? —preguntó Muma por preguntar porque mucho interés en la respuesta no tenía, más bien poco y, si me apuras, hasta diría nada.
—¿Grande? ¡Es minúsculo! Es solo una pequeñita islita diminuta, pequeñita y miserable. Apenas una ciudad y nada más —explicó Nuna.
Tales palabras despertaron la curiosidad de gatuna, se sentó en la cama y se quedó mirando a Nuna.
—¿Una isla? ¿Y entonces hay más islas?
Nuna asintió con la cabeza, con vehemente vehemencia.
—¡Pues sí, un montonazo de ellas! Por nada se le llama el Archipiélago de las Mil Islas.
Al escuchar esto, la emoción agarró con tanta fuerza a Muma que se levantó de la cama y se quedó de pie sobre ella. Las manos le temblaban y su mente giraba hacia futuros de viajes pacíficos, de turismo gastronómico y en los que nada malo sucedería jamás. ¡Jamás de los jamases!
—¡¿Y hay de verdad mil islas?! —preguntó Muma, provocando que Nuna diera un salto y se quedara de pie, contagiada por la misma energía nerviosa que siente un cachorro de perro que espera lleno de impaciencia a le lancen de una maldita vez la jodida pelota.
—¡Pues nadie lo sabe! ¡Son tantas que no se dan contado! Cuando se cree que están todas, ¡aparece una nueva! —vociferó Nuna.
Eso no era para nada cierto
—¡Eso es genial! ¡Tantas islas, tantas posibilidades! ¿No sería genial visitarlas todas? —preguntó Muma, la cual no tuvo vergüenza ninguna en saltar a la cama y comenzó a dar brincos de pura alegría animal.
En la celda de enfrente había un prisionero al que iban a colgar por robar un par para alimentar a su familia que se moría de hambre porque eran pobres. Miraba con ojos muertos la alegría de aquellas dos mujeres, no pudiendo comprender cómo estaban tan contentas en un mundo tan miserable e injusto como aquel.
—¡Caray, pues ahora que lo dices sí que sería genial! —dijo Nuna.
—¡Hay un montón de cosas que quiero hacer! —clamó Muma.
Saltó de la cama al suelo, sin poder ni querer borrar la sonrisa de su boca de hipopótamo.
—¡¿Cómo qué?! —vociferó Nuna.
—¡Para empezar quiero bailar! —clamó Muma y enroscó el brazo en el de Nuna quedando pegadas la parte hundida del brazo opuesta al codo que, por si interesa, se llama sangradura.
—¡Yo también quiero bailar! —gritó Nuna estallando en carcajadas y ambas comenzaron a dar vueltas y vueltas y vueltas.
—¡Y comer hasta reventar!
—¡Y beber hasta perder el sentido!
—¡Y hacer el amor hasta quedarse afónica!
Estallaron en carcajadas y dieron vueltas y vueltas hasta que mareadas cayeron en la cama, una al lado de la otra. Se quedaron jadeantes, embriagadas por el deseo de ver mundo y exprimir cada segundo de sus vidas.
—Pero estamos aquí encerradas —sollozó Muma, haciendo un puchero tristón.
—¡Bah! Seguro que no es nada, que fue un fuego accidental. ¿No? Nos darán unas nalgadas y ya está. ¡Estaremos completamente libres!
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Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...