139. La decisión

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 La tentación es fortísima y Ooh cierra la mano sobre el mango de la puerta y desde el otro lado puede escuchar gemidos mezclados de personas diferentes, rápido al placer entrecortado en la pequeña oscuridad de la Zona VIP. Allí dentro follan juntos personas diferentes, poco más que desconocidos que comparten la intimidad, una despersonalizada, una sin calor, una sin amor.

Ooh creyó sentir amor antes al ver a la chica, pero ahora no cree que sea así. La sonrisa que le había dedicado no era nada más que una máscara, su cara y su verdad se escondía detrás de aquella apariencia turgente. Pero quizás ni siquiera existía, quizás no había nada, solo cuerpo y carne y hueso, sin alma. Ella, que tan atractiva le había parecido en un momento, en realidad no era nada más que una muñeca.

Ooh comprendía que fue amor, sino simple lujuria disfrazada. Lascivia vacía por unos escasos momentos de placer que se perderían en su memoria, no significarían nada, como las otras mujeres anónimas con las que se había acostado. Solo la búsqueda de algo en ese placer, pero a partir de un momento no había nada, solo camas revueltas, vacías, apestosas... y remordimientos por lo que había perdido.

Apartó la mano del pomo, sintiendo asco en su interior. No por la Túnica Rosa, sino por él mismo, por el mero humano en que se había convertido. Y el camino que recorría en busca de un algo que ni siquiera existía o, de hacerlo, se encontraba en la ciudad de Antioquía. Metió la mano en el bolsillo, rozó la carta con los dedos y sonrió: era cálida, era amor, era lo que quería.

Diría adiós a aquel restaurante y a toda la gente que había conocido en él: Muma, Nuna, Butfais... No soportaba ya las paredes de madera que lo rodeaban, que parecía caer sobre él y le hablaban de los tropiezos que había dado, que casi había cometido, en aquella sala sórdida en donde follaban Zorolen y Butfais, pues eso bien se sabía gracias a los gemidos que surgían.

Iría a la caja registradora, cogería los créditos suficientes como para comprarse un viaje a Antioquía y se iría. Caminó en dirección a la salida, con una sonrisa triste en la cara y durante unos momentos, al pensar en las aventuras que podría haber vivido en la tortuhogar sintió de nuevo la sed que antes lo movía y quizás algo de pena, pues sabía que no las viviría. Ya no, era demasiado tarde para él, ya no más aventuras, no más peligros, no más mujeres sin nombre, no más navegar, no más islas.

Alquilaría una habitación en cualquier hotel de la ciudad porque no quería estar más tiempo en Tunante. Podía caer de nuevo y querer vivir todas aquellas maravillosas aventuras, pero lo que realmente deseaba era regresar junto a su mujer.

En el exterior, se quedó mirando a la tortuhogar durmiendo.

—Adiós... no creo que nos volvamos a ver.

Ooh se marchó. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora