94. Una bofetada perfecta

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 En la cocina del cuartel general de la revolución se respiraba un ambiente tenso que agotaba todo el aire. Naida, testigo de una escena de confrontación, lo podía notar al descubrir que el respirar se hacía más difícil. Aunque pensaba que lo mejor sería intentar calmar la situación, le era imposible actuar convertida en una mera testigo de una desgracia que se acercaba inexorablemente.

Goedi estaba aterrorizado por la rubia loca que le apuntaba con una cuchara, aunque en principio pensaba que no debía sentirse de aquella manera porque aquel utensilio era bastante inofensivo y debería ser bastante difícil que lograra sacarle un ojo. Pero había algo en la verdosa mirada de ella que lo atemorizaba a más no poder, que le decía que Muma era bien capaz no solo de quitarle un ojo sino también el otro.

Por fortuna para el chivato, tal cosa no sucedió porque antes de que Muma tuviera ocasión de aplacar su sed de sangre, Micaela se interpuso entre las dos y le arrebató la cuchara. Le lanzó una mirada dura, ya sin la sonrisa socarrona, deslizándose debajo de su nariz redondeada.

—¿Se puede saber qué estás haciendo...? —le preguntó y eso le sentó bastante mal a la Muma, quien lanzó un bufido de gata.

—¡¿Cómo que qué estoy haciendo!? ¡Esa miseria de hombre me vendió a los agentes de Uno! —gritó Muma y se lanzó de nuevo al cajón, de esta vez con la intención de coger el cuchillo más alargado y peligroso de todos los que hubiera en su interior.

Micaela le propinó una bofetada tan contundente que hasta el tiempo se paró unos segundos, durante los cuales el sonido esplendoroso quedó suspendido en el aire. Muma se quedó sorprendidísima, normalmente era ella quién regalaba bofetadas y nunca había sido víctima de alguna. Se quedó mirando a Micaela con un sentimiento extraño que no sabía si era admiración.

—¡No nos atacamos entre nosotros! —le gritó Micaela, con la autoridad de una profesora infantil.

Las protestas e insultos varios que se fermentaban en el interior de Muma quedaron en aire. Se pasó la mano por la mejilla afectada y admiró la forma en que Micaela se la había dado: bien podía ver que ella era una profesional, puede que incluso fuera mejor que ella.

—Pero... él me entregó a los agentes de Uno... por dinero —dijo Muma, toda la fuerza esfumada, solo quedaba el temblor y el recuerdo de la mano de Micaela estampándose en toda su cara.

—Claro, claro... pero nunca entregaría a ninguno de los nuestros. ¿A qué no, Goedi? —le preguntó Micaela.

—¡Pues claro que no! Solo lo hice para conseguir dinero para nuestra gloriosa revolución —dijo Goedi.

Aunque ciertamente no pensaba darle ni un céntimo a la lucha. Pero teniendo en cuenta de que utilizaría el dinero para mejorar su vida, estaría más contento y lucharía contra el estado opresor con más ganas. Y así es como Goedi se convenció de que aquel dinero iría para la gloriosa revolución. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora