11. La caníbal

30 8 48
                                    

 La puerta del balcón daba a una habitación amplia dominada por una cama redonda. Nuna se tiró sobre ella y hundió la cabeza en una de las almohadas: tan cómoda era que le tentó la idea de echarse a sobar durante unos minutos u horas e incluso días. Bostezó y cerró los ojos, una de las cosas que más le gustaba hacer en la vida era hacer nada y dormir era, sin lugar a dudas, la mejor manera de no hacer nada.

Antes de que pudiera hacerlo, recordó las palabras que le había lanzado Muma sobre comerse una pierna. ¿Sería en broma, sería en serio, sería medio en serio y medio en broma? Nuna tembló cual flan, ya que a pesar de que le gustaba mucho Muma, no podía dejar de pensar que era una caníbal encubierta y solo la quería por su cuerpo. Para comérselo, claro.

—¡No, no, no y no! ¡Ella nunca haría algo así! Ella es colega y a los colegas no se los comen ¡A menos que esa fuera su intención desde el principio! —vociferó Nuna.

Las tripas le comenzaron a molestar, era como si tuviera en el interior gusanos gigantes que se revolvían en una asquerosa orgía de babas. Saltó de la cama y salió de la habitación, bajó por unas escaleras de caracol hasta llegar al comedor y desde ahí pudo escuchar el alegre silbido de Muma. ¡Contenta quizás porque se estaba imaginando como se la merendaba viva!

—¡Oh, no! Una chica tan mona como yo no se merece ser comida vida —sollozó Nuna.

De pronto, echó de menos su fiel metralleta que desgraciadamente había sido consumida por el fuego. El comedor en donde se encontraba parecía pertenecer a una taberna, ya que contaba con una barra y varias mesas desperdigadas por allí y por allá. Tal descubrimiento no derrotó el miedo que la pobre sentía cuando caminó hacia la cocina y, al entrar, lo primero que vio fue a Muma que observaba el interior de la nevera.

—¿Tenemos comida, Muma? —preguntó Nuna, le latía rápido el corazón.

—Pues sí. ¡Y un montón! Aparte de esta nevera, tenemos una de esas habitaciones frigoríficos que tienen los restaurantes y puede que este sea uno. ¿No viste la sala del otro lado, eh? —preguntó Muma, de un portazo cerró la puerta de la nevera.

—Sí... —dijo Nuna, todavía con la inseguridad cayéndole por la cabeza como un huevo que se le hubiera roto encima de la crisma.

—Oye, tú estás un poco rara. ¿Qué te pasa? —preguntó Muma.

Al dar un paso en dirección a ella, Nuna dio un ridículo chillido de ratón acompañado de un salto para atrás.

—¡No me pasa nada de nada! Caray. ¿Y cómo puede funcionar aquí un frigorífico? ¿De dónde sale la electricidad? ¿Y no da la sensación de que el interior es más grande de lo que aparenta por fuera? ¿Qué es esto, una TARDIS o qué? ¿No te parece raro? —preguntó Nuna que, cuando se ponía nerviosa de la muerte, hablaba más que un sacamuelas.

—Nunita, que para mí eres muy transparente. Como si te conociera de toda la vida. Vaya, creo saber qué te sucede —dijo Muma y una sonrisa grandísima apareció en su boca que, ya en su estado normal, era bastante grande.

—¿Qué sabes qué? —preguntó Nuna y tragó saliva.

—Te preocupa que sea una caníbal e hiciste bien, ¡porque te voy a comer! —clamó Muma saltando sobre Nuna y se la comió...

¡A besos! 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora