165. Adiós, isla de Asli

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 Con tono sombrío de funeral, Muma le anunció a Tunante que habían ido a la isla equivocada. No era Asli, sino Alsi, dijo la boca hipopótamo avergonzada de sí misma, pues lo cierto es que era la única persona a la que podía echar las culpas. Ni siquiera el alegre puerto de la colorida ciudad de Acudid era capaz de levantar su ánimo ni un milímetro.

—Butfais dijo que no quedaba demasiado lejos... ¿Podrías llevarnos a Alsi? Después de eso me da igual a dónde vayas... Solo quiero recuperar a Nuna, ¿vale? —preguntó Muma.

Tunante se la quedó mirando durante un largo rato, a saber que pensamientos corrían en su cabeza de testudines. Al final lanzó un profundo suspiro y comenzó a dar la vuelta para ponerse en dirección al mar.

—Gracias... te daré muchas coles de comer... —dijo Muma y, con pasos arrastrados de alma decaída, se volvió a meter en el interior del restaurante.

Cinco minutos después, se encontraba en la barra del bar y había pedido una cerveza. Quería emborracharse para encontrar la delicada felicidad de la borrachera y poco le importaba la resaca del mañana, era él ahora lo que cundía.

—Vamos, Ooh, date prisa con el grifo —dijo, sin darse cuenta de que la persona que le estaba sirviendo la jarra no era él, sino Nadría y no podía verlo porque su cocorota de pelirrojo se encontraba oculta tras los susodichos grifos.

—No soy Ooh, soy Nadría —dijo, poniendo la jarra delante de la Muma.

—¿Tú...? Eres el que quería matar a la reina... Pero al final se salvó —comentó, dándole unos cuantos sorbos. No tenía demasiadas ganas de beber, solo de estar muy borracha.

—Le disparé a Soalfón y me dieron una medalla, mira —dijo Nadría señalando algo colgado en su pecho: tenía redonda con un arco iris dentro.

—Ya, vale. ¿Pero dónde está Ooh? —preguntó Muma, la cerveza le revolvía el estómago. Desgraciadamente, parecía que de aquella manera no iba a ser capaz de pillar una buena.

—Se marchó a su ciudad para volver con su mujer.

—Bien por él. ¿Y tú qué haces aquí? —preguntó Muma.

—Butfais me contrato como camarero. Los restaurantes deben de tenerlos, ¿no?

La boca hipopótamo asintió con la cabeza, en su estado natural habría discutido aquella decisión que se había tomado sin su consentimiento y, probablemente, habría amenazado a Nadría con tirarlo por la borda para que se lo comieran los tiburones.

Pero se encontraba demasiado cansado y lo único que quería hacer era emborracharse. Bebía a cortos sorbos, aguantando el rebumbio que tenía lugar en su estómago, sintiéndole cada vez pesado, no encontrado la gracia de la borrachera. Al final, se dio por vencida y regresó a su cuarto a echarse en cama y a soñar con Nunas. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora