167. El cuento de Butfais

10 3 33
                                    

 Esta es la historia de un burro, pero no era un burro que fuera burro porque era listo, pero era burro en el sentido de que era un burro animal. Hasta sabía hablar y a veces hasta lo hacía.

Un día Alfonso, que así se llamaba el burro, caminaba junto a Alberto, que era un humano, por las poco transitadas calles de su pueblo, que era uno con casas blancas de tejados naranjas en donde nunca pasaba nada, por lo menos nada emocionante.

—Vamos a comer patatas fritas —dijo el burro Alfonso.

—¿Por qué hablas si eres burro? ¿Por qué hablas si no tienes cuerdas vocales y no tienes cerebro capaz de entender las palabras humanas ni de aprenderlas? ¿Por qué? ¿Por qué mi mujer me dejó por el panadero, por qué estoy engordando y quedándome calvo en la cabeza y creciendo cada vez más pelo en la raja de mi trasero? ¿Por qué, burro? —le contestó el humano Alberto.

El burro, aun siendo listo, no sabía cómo contestar a ninguna de esas preguntas. Pensaba que los humanos eran personas complicadas con un montón de problemas originados porque pensaban mucho y mal.

Alfonso no se rayaba el coco tanto, él era un burro y ya está, uno que quería probar por primera vez las patatas fritas, quizás con un huevo también realizado de la misma manera. Es que le parecían de apariencia deliciosa y estaba cansado de la alfalfa.

—Vamos a comer patatas fritas.

—Burro, tú a comer alfalfa. Las patatas fritas son comida de humanos.

Así estuvieron discutiendo durante un rato el burro y el humano, pero no llegaban a un acuerdo porque el animal siempre decía que quería comer patatas fritas, pero el humano le contaba su vida y sus problemas y sus rollos y paranoias.

Su madre se había convertido en una criminal de renombre, su padre en bailarín gogó, su hermano había ascendido a las divinidades después de comer una seta dorada y su perro recién terminó el doctorado, pero Alberto no había hecho nada con su vida.

—Eres malo, Alberto. Quiero comer patatas fritas.

—Burro, ven conmigo y te daré patatas fritas —dijo Culdik, un dholoriano que pasaba por ahí sin ningún motivo en concreto.

—Vale, vamos a comer patatas fritas.

—Burro, no te vayas que te estoy contando mis problemas —dijo el humano Alberto.

Estaba desesperado porque veía que su mejor amigo burro se iba con un dholoriano, pero poco podía hacer Alberto porque las personas humanas son débiles, inútiles, poco atractivas y muy flatulentas.

Culdik y Alfonso fueron a un restaurante y el dholoriano le compró unas patatas fritas. Cuando el burro se las comió y su estómago explotó. Fue horrible y Culdik lloró un poco porque no pensaba que eso pasaría.

La moraleja de esta historia es que no le deis de comer patatas fritas porque los burros comen pastos, alfalfa, arbustos y variedades de plantas desérticas. Si lo hacéis, puede que el animal explote y entonces os sentiréis mal. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora