Soalfón se encontraba en frente del cuadro, colgado sobre la chimenea y con unos ojos bien abiertos que casi ni pestañeaban observaba con detenimiento el local. A veces, su boca se torcía en una sonrisa de dientes vistos, hablaba en rápidas palabras incomprensibles y rompía a reír. Pero de pronto, las comisuras de los labios se le iban para abajo en un gesto de miedo, abría aún más los ojos y miraba con detenimiento a su alrededor, como si estuviera intentando encontrar enemigos escondidos debajo de las mesas, detrás de la puerta, sobre la barra en la cual se sentaba Zorolen, quien llevaba en su rostro de rana una amargura extrema.
—¿Qué le pasa a ese...? —le preguntó Nadría.
Zorolen gruñó y le dio un trago a la caña de una deliciosa cerveza rubia que provenía de la isla Paradise y, a pesar de que su calidad y sabor eran excelentes, no lograba ni ponerse medio contento.
—¿Qué le pasa? Qué se le ha... ¿Cómo los dirías vosotros? —preguntó observando a Nadría, que vestía con una túnica Índigo —. Ido la olla, me da la sensación de que la competición le ha causado un gran estrés y este es el resultado...
—¿Y no crees que puede ser peligroso...? ¿Y si se le ocurre atacar a la reina? —preguntó Nadría, no porque estuviera preocupado por el bienestar de Serren sino porque no le haría ninguna gracia que su honor fuera robado por aquel pintor perturbado.
—No digas tonterías, por muy loco que se vuelva no caerá tan bajo como para intentar atacar a la reina, pero... quizás esto tengo consecuencias nefastas para mí. Es decir, ¿no crees que le pueda parecer mal a la reina que le ponga delante de ella a alguien en ese estado? Y a saber qué diablos dibujo... Estoy preocupado, realmente estoy comenzando a estar preocupado —dijo Zorolen, pero el destino ya estaba escrito en sangre y nada de lo que hiciera podía pararlo.
—Eso espero —dijo Nadría alejándose de Zorolen y él también se encontraba con algo de preocupación, pues no estaba tan seguro de que el Soalfón fuera tan inofensivo como decía el hombre rana.
En ese momento, la puerta se abrió y una mujer de mediana edad entró. Al principio, Nadría no supo quién era, pues la imagen que ofrecía era diferente al de los retratos: allí se mostraba dominante, hermosa, esplendorosa, pero la mujer que se encontraba delante de él no era nada de eso. Ella tenía bolsas de cansancio bajo los ojos, una palidez nada atractiva y parecía estar hundiendo los pies en la depresión.
Detrás de ella, aparecieron unos cuantos azules que miraban con ojos de águila a Nadría, con tanta intensidad que durante unos angustiosos segundos pensó que lo habían descubierto. No fue así.
—¡Mi querida Serren, me alegra mucho de que hayas venido! —croó Zorolen y se acercó a ella, ambos se besaron en las mejillas, sin llegar a tocarse, solo en el aire.
—Está bien salir del castillo un poco —dijo Serren.
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Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...