127. Que se joda

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 Afortunadamente para Muma, el dedo deseoso de sangre y pólvora de Farlae nunca llegó a pulsar el gatillo. Así pues, en la bonita cabeza de la boca hipopótamo no surgió ningún agujero humeante.

Sonó un golpe fuerte, la pistola de aviesas intenciones resbaló de las manos de Farlae y sus ojos se volvieron blancos, ausentes. Murmuró algo, cualquier cosa, palabras sin sentido, y no tardó nada en derrumbarse en el suelo.

Sonó un chicle estallando, detrás del azul las farolas iluminaron a Micaela, con un bate en la mano y sus ojos observaban con asco al azul, como si en vez de persona humana se tratase de cagada de perro.

—Está... ¿Muerto? —preguntó Muma, se había fijado en que la punta del bate se encontraba manchada de sangre.

Micaela se encogió de hombros, el chicle estalló de nuevo y luego el continuo masticar. Levantó el bate y lo estrelló con fuerza contra la cabeza de Farlae, el sonido crujiente de los huesos al romperse hizo estremecer a Muma, la parte de la cabeza en la que había caído el bate estaba hundida. Sensación de asco, grima, Muma apartó la mirada, para observar a Micaela, que tenía una ligera sonrisa en el rostro.

—¿Era necesario matarlo?

—No quiero que se despierta y le diga a sus colegas que te vio por aquí. Podrían descubrir el cuartel —dijo Micaela y después caminó hacia la cerca puerta de una casa miserable cuyo tejado se encontraba derrumbado y apenas se mantenían en pie las paredes. Hacía tiempo que allí no vivía nadie, tanto que ni siquiera perduraba por la zona recuerdos sobre sus habitantes.

La pelo rosa cerró los ojos, puso la mano sobre el pomo de la puerta y sus labios se movieron, murmurando palabras que a oídos de Muma sonaron extrañas, sin significado. Una débil luz manó de la mano de Micaela y cayó sobre el pomo.

Después abrió la puerta y, a pesar de que se lo esperaba, Muma se sorprendió al descubrir que no llevaba al interior de aquella casa en proceso de derrumbe natural, sino al callejón de otra parte de la ciudad.

—Ayúdame a arrastrar al saco de mierda ese, tampoco queremos que lo encuentren por aquí.

Muma asintió con la cabeza y cogió al cadáver de Farlae por los brazos, mientras que Micaela lo hacía por los tobillos. Tocar al muerto le dio una sacudida de asco, pero no fue la repugnancia que pensó que sentiría. Fue extraño, pero no le importaba demasiado que hubiera muerto... ¿Y por qué debería? Él había estado a punto de dispararle por nada, solo porque le había arreado un golpe maestro en todo el cuello. Nada más.

—Qué se joda... —dijo Muma, en voz baja, no quería que Micaela escuchara esas palabras, pero al levantar la mirada descubrió una sonrisa en la cara de la pelo rosa. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora