87. Callejón sin salida

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 Muma se sintió traicionada cuando la Corona de Margaritas no hizo absolutamente nada en contra de los túnicas Azules que se acercaban con sonrisas que no auguraban nada bueno.

—Por muy extranjera que seas, no creas que de esta te vas a liberar —dijo uno de los azules.

—Le has pegado a uno de los nuestros, eso está muy feo —comentó otro.

—Lo lamentarás —sentenció un tercero.

Escapar era imposible porque el grupo de túnicas azules ocupaba todo el ancho del callejón y detrás de ella se elevaban un potente muro imposible de escapar. Pelear era una idea idiota porque solo era una mujer sin ningún tipo de arma y los azules tenían unas porras de aspecto contundente. Quizás podía rendirse, peor no quería tirar su libertad a la basura. La solución le iluminó el pensar: créditos. Sacó el manojo de billetes que le había dado Soalfón y se los enseñó a los túnicas Azules, esbozó una sonrisa de pies de barro.

—¿Podríamos olvidar este pequeño asunto...? Mirad, todo fue un accidente... ¡Yo no pretendía pegarle! Llevaros estos créditos y dejarnos en paz, ¿por favor? —preguntó Muma.

Ellos se rieron, pero no eran risas de las buenas.

—Claro, cogeremos el dinero, pero también os arrestaremos. ¿Por qué no las dos cosas? Has atacado a uno de los nuestro, pero no te creas que la condena será demasiado dura... —dijo un azul.

—¿De verdad...? —preguntó Muma, pero no las tenía todas consigo.

—No, simplemente te convertirás en una túnica Violeta —le contestó el azul.

—¿Eh...? ¡No podéis hacerme eso! —gritó Muma, dio unos cuantos pasos atrás hasta chocar aquella pared que cerraba el callejón, impidiendo su huida y dejándola a merced de aquellos azules de sonrisa de lobo.

—Podemos y lo haremos —dijo uno de ellos.

Para Muma, aquello era como cortarle las alas y no estaba dispuesta a tragar, pero ellos eran muchos y estaban armados mientras ella solo tenía los puños y a Naida, que no tenía pintas ni de ser capaz de vencer a un niño pequeño.

—Muma... quizás sea lo mejor entregarnos... —dijo Naida y Muma comprendió: si se entregaban, ella desvelaría su verdadera identidad y de esa manera no recibiría ningún castigo. Posiblemente, hasta hablaría bien de ella y no tendría que convertirse en una túnica Violeta.

Por otra parte, no podía confiar en que los acontecimientos sucederían de esa manera: quizás la Casa Real decidiera que no era bueno que ella supiera cómo se veía la princesa antes de la Coloración y le rebanaran el gaznate. No, no pondría sus confianzas en la monarquía, ¡lucharía con sus propias manos!

—¡Ni de broma! —gritó y cogió del suelo un palo bastante largo que terminaba en una punta afilada —. ¡Puede que me logréis coger, pero por lo menos dejaré ciego a alguno de vosotros! 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora