105. Una de los nuestros

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 Muma decidió que esperaría y aprovecharía la más mínima oportunidad de escapar del cautiverio, pero no lo lograría. Dejemos a la amargada rubia en el cuartel y sigamos a la juventud revolucionaria que camina por las calles de Acudid, bajo la luna, las estrellas, noche acogedora iluminada por múltiples farolas y animada por el parloteo constante de una muchedumbre que no quería irse a dormir.

Las noches de Acudid son para disfrutarlas, no para desperdiciarlas en la cama. Por lo menos no durmiendo, otras actividades sí que era bastante apreciadas por la gran mayoría de la población.

Naida se sentía feliz siguiendo a Somat y Nadría, quiénes discutían de temas que escapaban un poco de su comprensión. Le gustaba acompañarlos, como si fuera uno de ellos, como si no se tratase de la princesa del reino, sino de una muchacha normal.

La ciudad se veía diferente estando en medio de ella y no desde la soledad de su habitación, desde allí no era nada más que un mundo luminoso fuera de su alcance. Añoraba salir de su jaula, convertirse en otra persona, mezclarse con el resto del mundo.

Ahora lo estaba haciendo, pero la felicidad nunca es completa y el recuerdo de quién era verdaderamente siempre estaba presente. Le gustaría tirarlo a la basura, pisotearlo y convertirse en esa falsa Naida que nunca había existido, pues ese no era su verdadero nombre.

Además, al ver a Somat algo se encendía su interior. Apenas tuvo contacto con personas, debido a que aún no había pasado por la ceremonia de la Coloración, pero los pocos hombres de su edad que había conocido eran seres descoloridos, aburridos, tristes y cuyas cabezas estaban bien insertadas en la oscura comodidad de sud traserod.

Somat no era así, él estaba vivo de verdad y había pasión en su interior. Incluso le había salvado de aquella túnica obtusa que, solo por haberse golpeado contra ella, quiso cruzarle la cara de una bofetada. Somat la salvó, Somat era diferente y embelesada, pensaba como se sentiría si se besasen, si se...

—¿Te pasa algo...? Estás bastante callada —le preguntó Somat, mirándola con aquellos ojos negros que parecían desnudarla.

La palidez de su rostro se tornó roja, pero la noche compasiva ocultó la vergüenza con su manto de oscuridad. Naida negó con la cabeza, espantando pensamientos agradables y picantes.

—¡No, no! Solo estaba... con ganas de llegar al Restaurante Errante. Me da un poco de pena haber dejado atrás a Muma —dijo, aunque puede que no lo sintiera tanto: ella era demasiado gritona para su gusto, dada a impulsos que no llegaba a entender, ¿por qué razón había golpeado a aquel túnica azul?

—A mí no, no sé si confiar en ella. Recién la conocimos hoy y era una invitada de Soalfón —dijo Somat, encendiéndose un cigarro.

—A mí también me conociste hoy... —comentó Naida, con bastantes ganas de saber qué pensaba Somat de ella.

—Tú eres diferente, eres unas de las nuestras. Una túnica Violeta. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora