52. Túnicas de bonitos colores

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 Goedi caminaba delante con pasos cortos y rápidos que podían ser descritos como de rata y justo detrás de él iba Muma, sumida en mil y una ensoñaciones. Le chiflaba la ida de convertirse en la hermosa musa de un pintor y convertirse en objeto de arte colgado en un museo hasta el fin de la eternidad.

Caminaban por una calle ancha alegrada por una hilera de árboles en el centro y, en la base del tronco, coloreaban el ambiente un gran número de rosas de un excitante rojo que desprendía perfume de suaves tonalidades. Las casas eran altas y pintadas con colores vivos, con la fachada abierta por numerosas ventanas y la gran mayoría de ellas contaban con macetas colgantes de abundantes flores. Era una visión que llenaba el corazón de Muma de alegría.

Quizás lo único que enturbiaba la sensación era algo que en que poco a poco se fue fijando: la gente con las túnicas de colores vivos sonreían y se reían mientras los que llevaban ropajes de un color más oscuro tenían un aire taciturno. Como ejemplo, un botón: Goedi parecía que recién había salido de un entierro.

—¿Y es un pintor tu amo? —le preguntó Muma.

—¿Oh...? Sí... ¿No te lo dije? Aunque no sé nada sobre pintura... ni sobra nada en realidad... —le contestó Goedi y la forma temblorosa en que contestaba no le inspiró nada de confianza a la mujer de la boca de hipopótamo.

—¿Es famoso? —preguntó.

Esa era, sin lugar a dudas, una pregunta mucho más importante. Había una gran cantidad de artistas que eran bastante buenos, pero pobres como ratas, mientras personas sin una pizca de talento tenían un éxito tremendo.

—¿Famoso...? —preguntó Goedi, como si no supiera que significaba esa palabra.

—¡Qué si hacen exposiciones de él, entrevistas en revistas, si le compran cuadros! —vociferó Muma, agitando las manos en todo lo alto y ganándose las miradas de unos cuantos habitantes de túnicas coloridas.

—Oh... sí... él es un Naranja... es decir... más que nada es una nueva afición... hace más cosas aparte de pintura: escribe, compone música... si eres un Naranja, te puedes permitir vivir de esa manera... —suspiró Goedi y le dio una patada a una piedra, había en su voz cierto resquemor.

—Naranja... —murmuró Muma y pensó que eso se refería a las túnicas con las que vestían. Fue ahí cuando se dio cuenta de que los colores que había visto se repetían: violetas, índigos, azules, amarillos, naranjas... —. ¿Y si eres un Violeta qué?

La pregunta causó un sollozo en Goedi y durante unos segundos Muma temió que se echase a llorar.

—Violetas... No quieras saberlo... Ya hemos llegado a la casa del amo —dijo Goedi señalando una casa. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora