La violencia del enfrentamiento parecía inevitable. No obstante, antes de que las porras cayeran sin piedad sobre la desdichada Muma, se escuchó un fuerte estallido acompañado por una nube de color rosado que envolvió a los azules.
Tan espesa era la humareda que los agentes de la ley se convirtieron en meras siluetas que tosían confusas ante aquel giro de los acontecimientos. Uno a uno, comenzaron a caer al suelo y al final no quedó en pie ni el primero.
Felicidad y confusión se mezclaban en Muma: se había librado de una buena paliza, ¿pero cómo? Además, la cautela en ella le decía que quizás detrás de aquel salvamente se encontraban nuevas desgracias.
El palo resbaló de sus manos, afortunadamente ya era innecesario, y observó a Naida cuya boca forma una mueca de expresión semejante a la suya. Aunque dudaba de que ella fuera capaz de realizar tamaña proeza, lo preguntó de todas maneras:
—¿Hiciste tú esto...?
Ella negó lentamente con la cabeza.
—¿No lo hiciste tú?
Muma se tocó la Corona de Margaritas pensando que quizás tendría que darle las gracias, pero una voz de fuerte hace sacudió las dudas.
—¡No, fui yo! Y no quedéis embobadas, que pueden venir más de esos zumbados.
En la puerta de una casa se encontraba una mujer de cabello rosa y sonrisa cargada de insolencia. Vestía con una falda corta, grandes botas, un top que dejaba a la vista un bonito ombligo. En ella se respiraba un aire de desafio, sensación que se afirmaba en la fiereza de su mirada. Les hizo unos gestos con las manos, apremiándolas a que se dieran prisas.
—¿Cómo podemos confiar en ti? —le preguntó Muma.
—No lo sabéis y tampoco es que tengáis muchas opciones, ¿no? Mi nombre es Micaela y soy de los Conejos Rosas —explicó la mujer.
—¡Eres una terrorista! —chilló Naida.
—Ah, entonces podemos confiar en ella —dijo la rubia ganándose una mirada extrañada de Naida.
—¿Pero cómo puedes decir eso...? ¡Los terroristas son malos! —exclamó la chica pálida.
—Claro, claro, pero ellos suelen ser enemigos de los policías, ¿no? Y ahora nosotros somos enemigos de los azules, así que los terroristas son nuestros amigos —explicó Muma y Naida se quedó con la boca abierta, todo lo que había dicho no le convencía en lo más mínimo.
Pero lo cierto es que no era el momento para discutir, aquellos azules estaban fuera de combate, pero había más y más pululando por aquella ciudad. Eran como hormigas saliendo en fila de la boca de su hogar, pero en vez de realizar un bien para la sociedad se dedicaban a abollarla con la fuerza de sus porras.
Así pues, Muma corrió en dirección a la puerta, no había ni que pensarlo: prefería arriesgarse a confiar en aquella mujer de aspecto curioso que aventurarse en las coloridas calles de Acudid. De cada esquina, le podría salir uno de esos azules y fastidiarle el día.
ESTÁS LEYENDO
Muma I (Finished)
HumorUn camión atropella a Muma y, como es normal, muere. Aunque sucede algo extraño: un dios llamado Zaltor le ofrece la posibilidad de recuperar su vida, pero con la condición de que asesine a la villana conocida como la Señora del Terror. ¿Logrará Mum...