142. Preludio a...

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 Miau entró en el Restaurante Errante, sonriendo feliz por un día de trabajo. Le daba la sensación de que solo podía estar contento cuando realizaba su servicio a la sociedad y a Uno mientras que los días libres le resultaban un poco pensando y no podía dejar de pensar en volver a trabajar.

Le seguían un grupo de Azules, ellos no se encontraban tan contentos porque pesaba en su mente el asesinato de uno de los suyos y todavía no habían encontrado al culpable. Cada día que pasaba era un gramo más a la vergüenza y la rabia que sentía. Era casi seguro de que, de encontrarse con el asesino, se convertirían en jurado y verdugo.

—¡Buenos días, Butfais, Nadría! —saludó Miau, los tres tentáculos de su morada cabeza se erguían hacia el cielo.

—Hola —saludó Nadría, que se encontraba un poco preocupado por el robo y huida de Ooh. Se imaginaba que, por culpa de ese percance, su paga se vería menguada.

—Buenos días —contestó Butfais.

Miau buscó por todo el ancho y largo del local, pero sus tres ojos no encontraron lo que estaba buscando.

—¿Dónde está Ooh? —preguntó el agente de Uno.

—Se fue, cogió todo el dinero que había en la caja registradora y se marchó a Antioquía —dijo Butfais.

Los tentáculos de la cabeza de Miau se retorcieron un poco y un poso de preocupación entró en él. Aquello era un imprevisto y no le gustaban, no podía permitir que nada le sucediera a la reina. Sería una completa deshonra para Uno y eso le causaría una gran vergüenza.

—¿Quieres poner una denuncia? —preguntó Miau.

—No, está bien. Lo que me ofende es que se haya marchado sin despedirse, pesábamos que éramos amigos, pero me temo que eso era algo solo unidireccional —dijo Butfais y, pese a las palabras, no había pena en su voz, era el simple tono de siempre.

—Ya veo —dijo Miau y pensó que hubiera preferido que fuera el dholoriano el desaparecido, pues por mucho que lo intentaba, no lograba comprenderlo.

—Incluso besé una mujer que antes se había besado con él —añadió Butfais.

Eso confundió a Miau, pero prefirió no profundizar en el tema porque estaba seguro de que solo lograría confundirse más y más y más. Así que se dio la vuelta en dirección a los azules y le dio unas sencillas órdenes: debían cada rincón de la casa para ver si descubrían cualquier peligro, cualquier cosa sospechosa. Los azules se desperdigaron y comenzaron a buscar con diligencia por toda la casa, aunque en sus mentes solo giraba el dolor por su compañero asesinado y la obsesión por la venganza. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora