138. La tentación

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 Cuando Ooh terminó de leer la carta, gruesas lágrimas caían de sus ojos y tuvo que apoyarse en una de las paredes, madera que expedía un aroma a bosque. Volvió a leer la carta porque temía que las maravillosas palabras que había leído no fueran verdaderas sino un producto de su famélica imaginación.

No, era cierto. Su mujer quería que él volviese y, después del asunto de su hermana, no creía que ella fuera a perdonarle ni en mil años. Pero tenía en las manos aquella carta en donde relucía un mensaje de perdón que le había conmovido el corazón, a pesar de que era bien consciente de que no se lo merecía, ni en mil años.

Se encontraba apoyado en la pared del corredor, con una luz amarilla sobre la cabeza. La oscuridad dominaba en ambos extremos y se encontraba en soledad, alejado del rebumbio de caos y sonido en el cual se encontraba sumido el restaurante en su zona principal, llena de mesas, llena de conversaciones que apenas llegaban a sus oídos y poco le importaba todo.

Era solo ruido blanco: el restaurante, la tortuga, Muma y Nuna, también Butfais. Solo espejismos, sobre todo si lo comparaba con su mujer, con esa oportunidad de enderezar su vida. Asintió con la cabeza, sí que quería regresar con ella, cuanto antes, volver a la ciudad de Antioquía e ir directo a su regazo.

Ooh ya no quería más aventuras, toda su sed había sido destruida por el contenido de aquella carta. Volvió a leer la carta y acercó su nariz a ella, esperando captar el hogareño perfume de su mujer y cerró los ojos, se la imaginó en su habitación con un bolígrafo en la mano escribiendo aquellas palabras.

Regresaría sin lugar a dudas, pero antes de eso... Ooh volvió la mirada en dirección a la puerta. Allí dentro le esperaba una mujer como nunca antes había viso, de una belleza que se podía comparar con la de las diosas. ¿Por qué no aprovechar sus últimos momentos de soltería con ella? Es decir, su mujer no tenía por qué enterarse y, aun de hacerlo, siempre podría argumentar que había recibido la carta justo después de haber consumado con la Túnica Rosa.

No se podría cabrear, ¿no? No era como si le estuviera poniendo los cuernos de nuevo con su hermana porque, de primeras, estaban divorciados y, en teoría, podía acostarse con quién le diera la gana. Vamos, solo era la última cana al aire y después se convertiría en el mejor marido del mundo.

Es decir, sería tonto si perdía una oportunidad como aquella, ¿no? Ansiaba de veras hacer el amor con aquella mujer, incluso siendo en la misma habitación que Zorolen y Butfais, eso nunca había sido un problema para él. Se guardó la carta en el bolsillo y el corazón le latía a ritmo alocado. Sí, sentía que era bastante probable que lo hiciera, caer de lleno en la tentación... ¿Y quién podría culparlo? 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora