41. No os comáis los caramelos que os ofrecen los desconocidos

17 6 54
                                    

Desde las alturas nubladas se escuchó un rugido animal. Fue tan potente que el corazón de Muma se paró unos instantes de puro miedo. Pero lo más sorprende fue que hasta Nuna se despertó, con un mal humor mañanero titánico. Se levantó de la cama y fue al balcón, más que dispuesta a dar collejas.

—¡Carajos, Muma! ¡Qué estaba sobando! ¿Por qué no te vas con tus gritos al congreso? —rugió Nuna, mirando con cara de fruta pocha a Muma.

—¡¿Pero cómo voy a ser yo quien lanzó ese grito, so mula?! —chilló Muma.

Nuna se frotó los ojos y su cabreo pasó en dirección a Ooh.

—Si vas a estar gritando así quizás lo mejor sea hacer lo que dijo Muma que te iba a hacer y tirarte por la borda para que te coman los tiburones... —dijo Nuna, levanto el mentón superofendida.

—¿Eh? ¿Qué quería hacer qué...? —preguntó Ooh.

—¡Tampoco fue él, Nunadiota! —aulló Muma.

—¡No conviertas mi nombre en un insulto, caray! —vociferó Nuna, dando brincos de conejo furioso.

Muma le iba a contestar cualquier cosa, lo más seguro es que se limitaría a repetir "Nunadiota" una y otra vez. No tendría ninguna vergüenza en verse sumida en un berrinche más propio de una niña de seis años. Pero de pronto, el mismo berrido terrorífico surgió por encima de sus cabezas y algo atravesó las nubes.

¡Era un pterodáctilo gigantesco con una cara de cabreo inmenso! Y quizás igual , o incluso más sorprendente, era el hombre que había sobre él porque no era hombre sino dholoriano. Era Butfais, el sumiso servidor de Mhala Shora.

—¿Eh? —se preguntó Nuna, frotándose los ojos, sin saber si seguía despierta o dormida o medio despierta o casi dormida.

—¡Un pterodáctilo! —aulló Muma, encantada por aquella aparición debido a su amor incondicional por todo tipo de dinosaurios.

Butfais saltó del bicho y cayó en el balcón de la casita. Tunante giró la cabeza, observó durante unos segundos al recién llegado, suspiró, volvió la mirada hacia delante y continuó nadando.

—Buenos días. Mi nombre es Butfais —dijo e inclinó la cabeza en dirección a Muma, Nuna y Ooh.

—¿Hola? —murmuró Muma, un poco intimidada por la presencia física de aquel sujeto que medía más de dos metros —. ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? ¿Y de dónde sacaste el dinosaurio?

—Vosotros sois los que matasteis al monstruo. Aquel que tenía el poder de convertir a los humanos en estatuas. No es mentira lo que digo, ¿verdad? —preguntó Butfais.

—¿Y cómo sabes tú eso? —preguntó Ooh.

—Os ofrezco poder —dijo Butfais abriendo la mano y en su interior había unas esferas rojas, semejantes en apariencia a la del corazón del monstruo estatuario —. Si os coméis esto, seréis más fuertes.

—¡Ya, claro! ¡Cómo si me fuera a tragar unos caramelos ofrecidos por un desconocido! —vociferó Muma.

—No soy un desconocido, soy Butfais.

—Oh, pues tienen buena pinta —dijo Nuna cogiendo uno y metiéndoselo en la boca. 

Muma I (Finished)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora